La banda de La Plata llenó por primera vez el Palacio de los Deportes repasando las superclásicas y las no tanto ante un público completamente entregado y fascinado.
La atmósfera está lista. Hay un eco que introduce a la gente en el mundo estelar y en un concierto que está anunciado hace meses. La ansiedad estalla cuando suenan los primeros acordes de “Las vías del tren”. La felicidad se expande en cada uno de los músicos, en especial en Manuel Moretti que va y viene por cada rincón del escenario, algo que se repite en todo el show. “Hagámoslo en el Caesar Palace o en el Luna Park”, dice “De la Hoya”. Y ahí están ante un recinto completamente agotado y con un público que tiene ganas de dejar las butacas a un costado y poguear todo.
“Tu sabes más de mi que yo de mi”, se corea fuerte antes de explotar en el estribillo de “Aleluya”. El estadio es como una especie de misa carismática: todos con los brazos en alto apuntando al cielo,con fe en las canciones y en esa noche a la que todavía le faltan más maravillas. Le sigue “América” y ese “No hay nada en lo que creer” (con la letra original un poco cambiada), pero al menos está Estelares dejando el camino limpio. “A veces somos tan cínicos”.
Las canciones van y vienen por toda la discografía, incluso la más reciente que es “Hacerlo bien” que es debidamente coreada junto a varias del último disco Un mar de soles rojos.
La primera invitada de la noche es Juliana Gattas de Miranda! que hace estallar el Luna y con su dulce voz conquista al público con una hermosa versión de “Ella dijo”. Gran acierto para este superclásico que nunca cansa. “Le encanta ir a la cama conmigo pero no quiere nada más”, se canta a los gritos con más de un corazón medio roto por ahí.
Para esta altura ya no hay nadie en su butaca. Los laburantes de seguridad perdieron la batalla de pedir que cada uno vuelva a su asiento. “Rimbaud”.- y la mención a la Facultad de Bellas Artes de La Plata en modo de homenaje-le da el enganche perfecto a “Alas rotas”, atravesando el tiempo hacia ningún lugar o hacia muchos con la seguidilla hitera de “Cristal”. “Aire” y “Un día perfecto” como esta noche que necesita ser eterna.
Para los bises hay una sorpresa que para los más tangueros es un elixir: no solo suenan los primeros acordes del vals “Autobuses”, sino que de invitados están Hernán Cucuza Castiello y Mariano Fernández Bussy, dos cantantes que mucho saben de ese género que además es parte de la génesis de los Estelares fundadores. “No tuve otra cosa mejor para hacer que callar y volver a empezar”.
Llega la necesaria “20 de noviembre”, sacudirse las miserias-si es que se puede- y seguir. El final se está asomando con esa que sabemos todos, que Manuel nunca jamás se imaginó que hoy sería un himno de la gente que los va a ver (dicho por sus propias palabras), que salió en el 98 pero muchos años después se hizo conocida, pero ahí está “El corazón sobre todo” y sus “demasiadas pocas cosas”, pero que son un montón. Hay banderas, hay amigos que improvisan una mini olla, hay sonrisas, hay abrazos y muchas caras de felicidad arriba y abajo del escenario. “Todo lo llevo perfecto, lo que aún no se ha roto, guardado, aquí adentro en mi pecho izquierdo”.
Queda una más y es la coronación perfecta de la noche: “Ardimos”. Este encuentro fue realmente ardiente, con una combinación exquisita entre poesía, música, emociones y un público que acompañó sin respiro.
Una vez más, la vara quedó altísima. Chapeau, Estelares.