Lux significa luz en latín, y la portada qué revela a la artista convertida en una monja moderna con una camisa de fuerza nos indica el expresar sentimental y profundo que va a traer este nuevo álbum. Es un material que explora la mística, la transformación y la trascendencia; desde la perspectiva de un corazón rotó y la búsqueda de identidad desde un despertar espiritual.
En lo musical pasamos radicalmente del estilo urbano a la formación clásica y orquesta. En el recorrido de sus canciones se incluyeron un listado de idiomas en los que se encuentran el catalán, árabe, inglés, francés, alemán, italiano, hebreo, japonés, latín, mandarín, portugués, siciliano y ucraniano. Sin tener presente la traducción logra la universalidad musical que lleva su interpretación, que aún así podés sentir a flor de piel lo que quiere transmitir a través de esos fragmentos.
El disco además está dividido en cuatro movimientos que lo asemeja a una obra mayor y no tanto a un disco del universo pop, ya que es una obra con arco narrativo y emocional. La grabación con la London Symphony Orchestra también refuerza con esa dimensión clásica. Una de las estrategias que entran dentro de esta obra narrativa es que la versión digital cuenta con 15 canciones pero en las versiones físicas podemos encontrar 18.
La difusión de este nuevo material empezó de una forma muy curiosa y es que fue con Rosalía publicando a través de sus redes sociales la partitura de su sencillo “Berghain”, lo cual llamó la atención de su público y generó curiosidad ver como sonaba esta nueva pieza.
Varios internautas se grabaron interpretando la pieza en diversos instrumentos lo que fue ampliando la expectativa. También otras de las curiosidades de “Berghain” es que Bjork participa de la canción aportándole un faro que ilumina el camino de Rosalía en esta nueva narrativa de pop experimental, como peso artístico e internacional que refuerza el carácter de vanguardia del proyecto.
Otra de las colaboraciones fuertes fueron Estrella Morente y Silvia Pérez Cruz, que han colaborado junto a la artista en “La Rumba del Perdón”. Potenciando las raíces ibérica y del flamenco aunque claramente el álbum vaya hacia lo sinfónico.
LUX no es un disco que se escucha, es un territorio que se atraviesa. Rosalía propone un viaje que empieza en la sombra y desemboca en una luz que no es triunfo, sino comprensión. Su obra ya no busca agradar sino transformar, y en ese gesto, confirma que el pop también puede ser rito, pregunta y plegaria.
Quizá te guste, o quizá te desconcierte, pero difícilmente te deje indiferente. LUX merece varias escuchas, no por complejidad forzada sino por su densidad emocional. Al final, cada oyente decidirá si encuentra luz o sombra en él. Pero una cosa está clara: Rosalía entregó su trabajo más arriesgado, personal e íntimo.