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Un Trueno hizo arder Vorterix

El artista cerró la era “Bien o mal” con cuatro fechas furiosas en el teatro de Colegiales.

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Cuatro noches seguidas de fiebre en Vorterix fueron el hito elegido por Trueno y su gran equipo de producción para ponerle fin a la era “BIEN O MAL”. Una opción curiosa, considerando las masas de gente que el rapero porteño tiene capacidad de movilizar a cualquier sitio en donde despliegue sus shows. 

Sin embargo, una vez más, Mateo Palacios a.k.a. Trueno nos recuerda quién es. No es la primera vez que subraya la importancia que le da a la intimidad, esa que comparte con su gente, y a los regalos que da. Es, además, un artista amigo de los guiños, las señas y lo sutil para darle a su carrera una narrativa continua e ininterrumpida. Sin ir mas lejos, el cierre de su primera etapa discográfica con el boom de “Atrevido” también fue remarcado por sutilezas y mensajes concretos al dejar atrás aquel periodo. Trueno disfruta de armar separadores que den significancia a los escalones musicales de su desarrollo. El “epílogo” de Vorterix fue justamente eso: una forma de separar lo que se fue de lo que viene y de darle un cierre a lo que fueron su último disco y la gira correspondiente. 

El amplísimo rango de generaciones que se cruzaron en los Vorterix de diciembre 2023 (niños, adolescentes, treintañeros, madres y padres que disfrutaron del show al igual que sus hijos) ya estaba enardecido desde el momento de cruzar la puerta de aquel venue en el barrio de Colegiales, y no dejó de alentar con fuerza los espectáculos de apertura. Como siempre, el arranque estuvo a cargo de Pedro Peligro en su rol de maestro de ceremonias, dándole la bienvenida al también xeneize KMI420. El segundo y último show previo al principal estuvo a cargo del emergente del underground oriundo de Fuerte Apache, Baby Lucka, cuya energía contagiosa divirtió a la multitud en su espera.

A pesar de los 30 grados que se sufrían en las calles de Buenos Aires y el par de grados de más que se sentían dentro del lugar, la gente no parecía desmotivarse ante la espera del show del representante de la cuarta comuna porteña. Acompañado de una mitológica banda que supo ejercer desde el más estricto boombap hasta las cuerdas más rockeras y los grooves más funkeros, Trueno recorrió todas las esquinas de música, sesiones de Bizarrap inclusive, y amalgamó las esencias de sus últimos singles (“OHH BABY”, “TRANKY FUNKY”), de “Atrevido” y de “Bien O Mal” en una traducción perfecta de un show de estadio a un lugar de 1500 personas.

Por supuesto, además de los invitados de las distintas noches (incluido Duki post llenar varios estadios River Plate), no pudo faltar el freestyle que tan en alto lo puso en la escena. De hecho, más de una vez Trueno y su padre, Pedro Peligro, hicieron mención y agradecieron a todas aquellas personas que fueron sumándose al seguimiento de la carrera de Mateo desde los distintos hitos (separadores, como mencionamos) que fueron marcando a fuego su avance en el panorama: ¿Atrevido? ¿Las sessions, music y freestyle, con el Biza? ¿su triunfante paso por la Freestyle Master Series? ¿su campeonato Red Bull Batalla? ¿O quizás su pisada en el Quinto Escalón, A Cara de Perro, y todas aquellas competencias underground de rap improvisado en distintos puntos del país?

Lo cierto es que es innegable que Trueno es un artista no solamente consagrado por los medios, la opinión pública, las premiaciones y demás cuestiones que demarcan lo que es “una estrella”, sino que es un artista consagrado a partir del enorme recorrido de éxitos de todo tipo que ha tenido en una carrera que parece corta por su breve edad, pero que es más larga que la de muchos a quienes el mercado musical revende como clásicos de “lo urbano”. 

Trueno se ganó cada uno de los títulos de campeón que le asignan y los revalidó a todos, a partir de no dormirse en los laureles de la comodidad y la fama cuando sus intereses claramente van oscilando cada vez más hacia ese nutritivo sector del rap argentino que intenta generar esa mixtura alquímica entre lo local y el culto a la cuna del hip hop. Hace tiempo su versatilidad es reconocida por jóvenes y viejos, pero es implacable a la hora de sumar a su colección nuevas aventuras rítmicas y conceptuales. 

Esta cuestión, incandescente en su epílogo de Vorterix, es lo que deja a todos aferrados a la silla para saber qué será lo que se traerá entre manos Trueno, que cada día parece parir generaciones más respetuosas de lo previo, más poderosas para construir a futuro y, por sobre todo, más curiosas sobre las infinitas posibilidades del arte y la cultura sudamericana. 

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