El Club Atlético Decadente desembarcó con toda su alegría murguera para su público platense

La noche empezó con los chicos de Ser, que como teloneros, conquistaron al público con su alegría y agradecimiento. La gente los recibió con mucho cariño. Antes de arrancar, un corazón gigante -en referencia a los 30 años del disco Mi Vida Loca– marcó el espíritu del show. Más allá de ser un objeto de utilería o de decoración, funcionaba como un segundero qué iba aumentando la expectativa con sus latidos qué, además estaban iluminados. Para abrir semejante fiesta, sonaron los clásicos “La Guitarra”, “Me Morí de Risa”, “Corazón”, “Diosa” y “Amor”. 

A esta altura, el público ya estaba encendido. Son los mismos fieles que los siguen desde hace años, pero ahora acompañados con sus hijos. Si seguimos contando la serie de clásicos que metieron, podríamos decir que nos sentíamos dentro de un casamiento gigante o una fiesta decadente. La celebración continuó con “Pendeviejo”, “Los Piratas”, “Besándote” y “El Gran Señor”.

Antes de continuar con los grandes clásicos de su repertorio, la banda regaló uno de los dos covers de rock nacional: “Los viejos vinagres”, de Sumo, mezclado con versos de “La rubia tarada”. Más adelante, interpretaron “Costumbres argentinas”, de Los Abuelos de la Nada.

A esa altura ya era imposible frenar la fiesta. Con “Vení Raquel” siguieron encendiendo al público, y después aflojamos un poco, bailando de costado con “Un osito de peluche de Taiwán”, “El pájaro vio el cielo y se voló”, “No me importa el dinero” y “La prima lejana”.

Para ir cerrando el último bloque —entre comillas—, nos pusimos el traje de murgueros para bailar “El murguero”, junto a un simpático personaje sobre el escenario que nos hacía saltar a todos. Después llegaron “Cómo me voy a olvidar” y “Somos”.

Antes de retirarnos del predio, y cuando ya se habían presentado y despedido, al ritmo del “¡otra, otra!”, cerraron la noche con un acústico de “Loco (tu forma de ser)” y “Siga el baile”. Es imposible que estos temas no te trasladen a la época de los boliches o a las fiestas con familiares y amigos. Al menos una vez en la vida hay que darse el lujo de invitarse a esta fiesta y formar parte del Club Auténtico Decadente.