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Canciones fabulosas y calaveras

Se cumplieron veinte años de la edición de Fabulosos Calavera, uno de los discos bisagra para Los Fabulosos Cadillacs. En El Bondi nos escabullimos en la discografía de la banda y te recomendamos tracks que podrían haber formado tranquilamente parte de este histórico álbum experimental.

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El disco que cambiará la historia del rock nacional, pregonaban los afiches gigantes que promocionaban lo nuevo de Los Fabulosos Cadillacs, allá por mediados de 1997. Fabulosos Calavera salió a la luz a finales de julio y no, no cambió nada, pero encontró a una banda en estado de maduración perfecto, que experimentó hasta el extremo y dejó uno de los grandes trabajos de la década.

Si algo tuvo el grupo en su trayectoria fue lo de mutar de manera constante y sorprender a fans y al público en general. Sin dudas, el álbum resultó el ejemplo más acabado de esta característica y se pudo concebir en un combo imbatible con el show titulado Calavera Experimental Concherto, efectuado un año después en el Teatro Broadway. Las canciones tienen como gran distintivo el hecho de cambiar de ritmo, de estilo o de velocidad en la misma pieza, y varias veces.

Para celebrar este aniversario, hurgamos en la discografía fabulosa para recomendar canciones de la banda de todas las épocas que, a nuestro entender, podrían haber formado parte tranquilamente de Fabulosos Calavera.

5-“Estamos perdiendo”

El track en cuestión está en el lejano debut del conjunto, Bares y Fondas (1986). En medio del álbum, de música negra y ska, esta composición cambia de ritmos desde una intro acelerada comandada por la batería de Fernando Ricciardi, para encontrar un sonido un tanto arábigo gracias al teclado (imaginemos una serpiente saliendo de un jarrón). La parte cantada tiene un dejo triste que se consuma con el melancólico estribillo (“Creo que todo está bien/tu lagrima ya me alcanzó/tu lastima ya se perdió en el mar”). En la mitad de la canción, todo se hace cuelgue con la percusión y la aparición de la trompeta que devuelve las serpientes a su escondite. Exquisita joya perdida.

4-“Hora cero”

Frenética canción ubicada al fondo de Rey Azucar (1995), LP fundamental de la movida alterlatina contestataria, ya encontró a LFC experimentando, metiendo mucho dub (chequear “Queens from the ghetto” o “No pienses que fui yo”), algo poco frecuente en nuestras tierras. Enérgica por donde se la mire, la guerrillera rola frena un cambio cuando Vicentico se pone a recitar un fragmento de un poema de Ernesto Cardenal y al instante se vuelve enfermiza, llegando al límite de la tenebrosidad cuasi grungera a puro gritos. Parece que termina un par de veces pero no. Queda la última parte, que pide volver a saltar y a bailar, con un genial teclado de Mario Siperman y la frase “si este presente es de lucha el futuro es nuestro y así será”.

3-“El Impacto”

Desde el último disco (La salvación de Solo y Juan, 2016), que también tuvo eso de sorprender a los escuchas, este track podría haber formado parte, atajando las grandes distancias, de algún álbum de Pink Floyd o de la oscura y muy recomendable banda uruguaya Buenos Muchachos. Desde el inicio, la voz de Vicentico nos remite a Gilmour, y ni hablar la guitarra que comanda la canción. El clima envuelve y transporta a donde el oyente quiera ir, como un letargo placentero.

2-“El Genio del Dub”

Incluida en el exitoso Yo Te Avisé (1987), tal vez sea la primera canción Cadillac que sorprende con su musicalidad, cuando todavía eran tratados de pasatistas. Una intro misteriosa es interrumpida por la transición de la batería que incita a bailar. La instrumentación es muy rica, por lo que se puede resaltar la guitarra del comienzo, los dibujos de los vientos que viajan por distintos caminos o el teclado hipnótico. Matices por doquier en un tema que parece tener cuatro partes diferentes aunque se parezcan entre sí, que se volvió hit sin tener a priori destino de serlo.

1-“La Rosca”

Luego de Fabulosos Calavera, algún resabio iba a quedar para los tiempos de La Marcha del Golazo Solitario (1999). Desde el extraño y confuso “Cebolla, el nadador”, hasta el final instrumental de “Álamo” (tocado en vivo previamente en el ya citado Concherto), pasando por el cambiante “Piraña, todos los argentinos somos DT”, la banda siguió experimentando por momentos, entre piezas que marcaron la vuelta a lo clásico. “La rosca” empieza como un tango piazzolesco, un sonido bien urbano, que se consolida cuando Vicentico casi recita, en una especie de calma que antecede al huracán (o a la rosca, ja). Y ahí la guitarra de Ariel Minimal lo es todo, acompañado de unas percus y unos vientos perfectos para la ocasión. Se vino la rosca de verdad.

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