Desde lo que fue la explosión de Raro (2006) en nuestro país y en toda Latinoamérica, El Cuarteto de Nos entró en una nueva dinámica en la que ofreció obras conceptuales por doquier. Primero consolidó una trilogía con Bipolar (2009) y Porfiado (2012), luego rompió con los esquemas de su histórica lírica en el oscuro, introspectivo y personalista Habla Tu Espejo (2014), para finalmente rodearse de extrañas bestias en Apocalipsis Zombie (2017).
“Tenía ganas de salir de una vez por todas de los hilos conductores y conceptuales de los discos anteriores”, se descarga entonces de entrada el cantante, compositor y cerebro Roberto Musso. Es que el nuevo trabajo Jueves (2019) parece ser un pequeño compilado de todas las personalidades de la banda desparramas por ahí, sin querer encajar de alguna manera en particular. “Fue premeditado el hecho de intentar salir de esa presión de que las canciones tengan como fin pertenecer a un disco, quise pensarlas como independientes. Todo el disco fue un experimento, y me gustó que cada canción no tenga que cumplir un rol determinado”.
Para confirmar definitivamente una idea de variedad total, la banda eligió la participación de cuatro productores diferentes: a su histórico colaborador Juan Campodónico, se sumaron Eduardo Cabra (el Visitante de Calle 13), Camilo Lara (productor de la gran banda sonora de la película de Disney, Coco) y Hector Castillo (productor de trabajos de Bowie, Cerati, Los Fabulosos Cadillacs, No Te Va Gustar entre tantos más). “Al tener esa idea pensaba que capaz iba a estar bueno llevar al límite esas diferenciaciones, y que cada tema vaya más para el palo de cada productor”, explica Roberto, en este mano a mano con Revista El Bondi.
-¿Cómo dieron con todos ellos?
-Les escribimos a cada uno y fue buenísimo que ninguno dijo que no, pero además nos dio mucho orgullo que nos manifestaran su entusiasmo por el hecho de haberlos llamado para trabajar. Como que nos decían “qué bueno, yo pensé que nunca me iban a llamar a mí”. Y se confirmó algo que pensábamos respecto a la logística, de que tal vez si los llamábamos para hacer un disco entero no iban a tener tiempo para estar dos meses abocados a esto. Y nosotros pensábamos igual, por el hecho de estar tanto en gira. Entonces armamos un plan: cuando fuimos a México aprovechamos para trabajar con Camilo y Castillo, en Buenos Aires justo estaba Cabra y se armó el rompecabezas logístico.
-¿Sentís que eso terminó de separar aún más a las canciones, o tal vez las unió?
-Era un gran interrogante cómo se iban a escuchar esas nueve canciones grabadas con cuatro productores, cuatro equipos de trabajo y en cinco países. Nos encontramos con la sorpresa reciente (porque el disco lo escuché hace un mes) de que terminó siendo mucho más conceptual de lo que nos habíamos propuesto. Fue sin buscarlo. El proceso de grabación llevó a una especie de concepto, y las canciones elegidas tienen dos o tres aspectos que las hermanan, por decirlo de alguna manera.
-Si bien ustedes siempre reflejaban a la sociedad en sus letras, tal vez era más bien a través de la ironía o de personajes puntuales. En este caso hay mucho del aspecto general, más macro.
-Me da la impresión de que acá las letras son más crudas. En Apocalipsis Zombie estaban planteadas esas dudas que tenemos como sociedad pero desde una forma más lúdica. Ahora, si bien la cuestión de la computadora, por ejemplo, es lúdica, decís “paaa, lo que se está diciendo acá es fuerte”.
-Lo que nos tira la compu en “Contrapunto para humano y computadora” realmente duele y nos interpela.
-Tira con munición pesada. Y también “Llegó papá” o “Que empiece el juego”, que siempre digo que son dos canciones espejo, porque es el mismo personaje, en primera persona por un lado y luego en tercera persona. Yo nunca había hecho eso de encarnar un personaje detestable. Siempre Roberto era el bueno, el papá de la nena que no llora, o el de “Ya no sé qué hacer conmigo”.
-O el que sufre en “Buen día, Benito”.
-Exactamente. Pensás ahí si habrá sido todo en serio o no, pero acá queda claro que Roberto no es. Bah, espero que crean eso (risas). Fue muy interesante terminar esa canción, porque generó una respuesta fuerte. Nosotros les mandamos a los productores doce canciones y cada uno eligió las tres o cuatro que les parecían. Se pelearon por algunas, ojo.
-¿Por cuáles?
-Peleas no, pero hubo tironeos por “Anónimo” y por “Mario Neta”. La de la compu no la quería nadie (risas), y bueno, entonces le digo a Juan Campodónico: “tengo un tema para vos”. Nos parecía interesante el planteo, yo cuando la hice me la imaginé siempre para el vivo, una maqueta para tenerla ahí con la compu, una freakeada. Pero no sé si daba grabarla, con seis minutos, sin estribillo. Y cuando se la empecé a mostrar a los demás, me decían “buenas canciones todas, pero la de la compu está genial”. Y lo convencimos a Juan.
-El Cuarteto de Nos siempre busca sorprender al oyente, hasta desafiarlo con lo que le va a ofrecer. Y ahora llega este corte, un nuevo desafío.
-Sabemos que el público que nos sigue, más allá de los tiempos que corren y que nos escuchan en todo Latinoamérica, es un público específico. El salir de lo estándar, mezcla de rapeo freestyle, en décimas, un poco rock, medio folklórico y una compu, era un cóctel muy atractivo para contar. Mucha gente comentaba “en época de featurings, estos meten una compu de los ’90 toda podrida”. Tenemos un nicho desde siempre que se engancha con todas estas cosas.
-¿Cómo siguen planteándose ese desafío de intentar sorprender después de más 30 años?
-Nosotros somos de esa generación de efervescencia post dictadura, como acá en Argentina. Había una generación muy reprimida que quería mostrar cosas de la actividad artística. Eso de querer diferenciarse es una característica de esa generación, sobre todo el tratar de no pasar desapercibidos. Hay gente que le puede gustar, o puede rechinar, pero siempre queda algo, nadie escucha una canción de El Cuarteto y queda a mitad de camino.
-En eso de ir siempre al límite con la lírica, ¿sentís que algunas veces cruzaron la barrera?
-Pasa mucho en Uruguay sobre todo, que allá tenemos el peso de la historia nuestra completa, con varias generaciones que vivieron esa época más de ir al límite, con humor directo o una ironía más sacada. Pero yo siempre lo trato de medir sin descontextualizarlo del momento social de cada época. Esos tiempos de los ’90, con Otra Navidad en las Trincheras (1994) a la cabeza, que sigue siendo el disco más vendido de la música uruguaya. Para mí es un disco brillante para esa época, y los temas que hacíamos en ese momento me parecían geniales, pero claro, al estar tan al borde o tan al límite también corrés el riesgo de que el paso del tiempo les pueda dar un mazazo fuerte en ese aspecto. Hoy por hoy, el repertorio que hacemos en vivo con El Cuarteto es de canciones relativamente nuevas, de Raro hacia adelante. Esporádicamente metemos alguna en algún show en Uruguay pero a esta altura no me dan ganas de volver a escribir así, y me siento mucho más identificado con el camino que hemos tomado ahora a la hora de componer.
– Y acá en Argentina no suelen verse ni un poquito en vivo.
-No, no están. Cuando salió Raro se hizo más frecuente nuestra visita a Argentina, y ahí había varias viejas obviamente, porque no había otras. Cada tanto algunas nos piden y tocamos, pero acá no tanto, es verdad. Nos ha pasado además que hay algún bajón energético y artístico cuando tocamos esas canciones. Por suerte, la cantidad que hay desde Raro hasta acá forman un repertorio muy amplio y muy fuerte, las cantan todos y gustan mucho, entonces tampoco hubo necesidad de darle rienda a las viejas. Yo como compositor y como intérprete, estoy mucho más en sintonía con las canciones de esta época.
-¿Desde el principio sentiste que las letras iban a ser lo que los distinguiera como banda?
-Sí, porque uno, por una cuestión de supervivencia va sabiendo en lo que es fuerte y en lo que no. Con El Cuarteto nunca fuimos ni cuatro, ni cinco caras bonitas (risas), ni tampoco unos súper músicos e instrumentistas. Obviamente que nos defendemos muy bien todos, yo sé que soy bastante bueno haciendo letras pero no tanto como guitarrista en donde se destaca el Topo (Gustavo Antuña) o en la parte rítmica como Alvin (Pintos), o Santi (Marrero) en teclados. Yo creo que en ese foco nos hicimos fuertes en las letras, acompañadas de todas formas por una música, ya que si no fuera la música que hacemos tal vez no resaltarían como lo hacen. Pero sin dudas que la sintonía de muchas canciones con la gente se generó por las letras, los personajes, las descripciones, la manera de escribir.
En esa cuestión de componer canciones plagadas de referencias en modo meta discursivo constante al mejor estilo The Simpsons (“no es casual que haya frases de ellos en mis canciones”), Roberto nos cuenta sorprendido que la tortilla se empezó a dar vuelta, y ahora algunos escritores toman como referencia a letras de El Cuarteto para escribir. “Ya me pasó en varios países, en España, Colombia, Ecuador, en donde escritores me regalan libros basados en letras nuestras. El último caso fue en México, un libro titulado ‘Escuchando a Miguel Gritar’, me resulta algo interesantísimo”.
-Es como que se cerró el círculo de algo que es una característica tuya.
-Me gusta meter mucha información en la canción, eso hace que sea más indeleble al paso del tiempo: cuanta más información le metés y más canales pueda tener la historia, te puede pasar que vos escuches la canción por decimocuarta vez y descubras cosas. El otro día mi sobrino que tiene más de veinte y escucha El Cuarteto desde los ocho me dijo “recién me doy cuenta de que en ‘Invierno del 92’ lo del muñeco vudú mío en la heladera era porque por eso tenía frío en el invierno (risas)”. Yo ya me había olvidado y me puse a escucharla de nuevo.
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