Pink Floyd ya había experimentado no sólo con los sonidos, con piezas complejas y la psicodelia, sino que también había sufrido un cambio significativo en su formación hacia finales de los años sesenta: su principal compositor y vocalista, Syd Barrett, había sido expulsado del conjunto que él mismo fundó tras su comportamiento cada vez más errático, producto de las drogas y su inestabilidad mental. El reemplazo llegó durante una gira en la que llamaron a un amigo suyo de la infancia para tocar la guitarra: se trataba de David Gilmour. Así, se consolidó la banda, que la completaba Roger Waters -bajo, voz-; Nick Mason -batería, percusión- y Rick Wright -teclados, voz-.
Tras la salida del principal letrista del grupo, el que tomó las riendas en ese aspecto fue el bajista, quien hasta ese momento sólo había colaborado en unas pocas canciones y, en más de una oportunidad, tuvo que enfrentarse a los “caprichos” de Barrett en cuanto al contenido lírico de los temas. En un principio, el resto de los integrantes aceptó hasta con cierto alivio que el encargado de las cuatro cuerdas también tenga el rol que ocupaba el ex miembro.
Hacia principios de 1970, la banda mantenía su prolífica producción discográfica que era complementada con arduas giras. Se encuentra, además, el famoso recital-documental grabado sin público en Pompeya -Italia-, el cual fue publicado en 1972 y simplemente titulado Live at Pompeii. Mientras que desde el estudio produjeron un LP por año: Atom Heart Mother (1970), Meddle (1971) y Obscured by Clouds (1972).
A diferencia de los trabajos anteriores, el germen de su octavo registro vio la luz en vivo, como parte de los tantos tours que realizaron por aquellos años. Algunas canciones tuvieron cambios a medida que avanzaban las presentaciones. Muchas se modificaron drásticamente una vez que se decidió grabar lo que sería The Dark Side of the Moon, en el mítico Abbey Road.
Desde el momento en que el cuarteto se encerró en el estudio de Londres, se encendieron las máquinas de lo que sería un punto de inflexión en su carrera. Una pieza clave, además, fue la producción de Alan Parsons, quien se encargó de la ingeniería de sonido más Chris Thomas en la mezcla. El producto final, al margen de la indiscutible creatividad de los músicos con el aporte del resto del personal, tuvo altísimos estándares de grabación -el sistema cuadrafónico- que expandieron los límites del sonido con la mayor calidad disponible en aquella época.
Pero la innovación técnica no fue la única guía en la creación de semejante obra. Waters pensó en entrevistar a diferentes asistentes del grupo, como también a trabajadores del estudio con preguntas aleatorias que abarcaban desde lo más banal hasta temáticas muy profundas. Los audios de estas entrevistas fueron utilizados, entonces, como intervención acústica en las canciones. A su vez, se mezclaron con efectos de sonido en diversas pistas.
Algunos de esos tópicos quedaron como verdaderos problemas filosóficos acerca de la existencia humana. Aunque el disco no fue concebido como una suerte de tratado existencialista, según los propios miembros del grupo, el concepto que recorría el trabajo eran los miedos que un músico atravesaba en la situación en la que ellos se encontraban por aquel entonces, lo que se combinaba con un enfoque más social en el lado B del vinilo original.
Pero, claro, es inevitable vincular esos miedos a preguntas que el ser humano se hace desde tiempos inmemoriales. Así, dentro de este hilo conductor, se encuentran temas tales como la locura, el dinero, la guerra, la xenofobia, el tiempo, la muerte, entre otras.
Desde el punto de vista musical, la estructura de las canciones abandonaba el estilo de piezas instrumentales de larga duración, con una cuota muy grande de improvisación, como ocurrió en los dos primeros trabajos que editaron en el mencionado decenio. Casi todas las pistas estaban conectadas entre sí, con muy pocos silencios entre cada una.
Sin ahondar demasiado en tecnicismos de teoría musical, también se emplearon algunos tiempos rítmicos irregulares, a diferencia de la amplia mayoría de la música popular, como fue el caso de uno de los dos tracks que se utilizaron como simples de difusión: la archi conocida “Money”.
Por último, en relación a los efectos sonoros tales como loops, o aquellas secuencias creadas con sintetizadores analógicos, más la utilización de sistemas de grabación multipista de última generación, permitieron crear una obra que poseía ambientes que llevaban la cabeza hacia un viaje espacial, o hacia el interior de sí.
Lado A
Desde el silencio absoluto, “Speak to Me” abre el álbum mediante un collage sonoro que va in crescendo hasta una explosión instrumental. Un tema atribuido a Nick Mason, pero que en realidad contó con la participación de los cuatro integrantes.
“Breathe (In the Air)” es la segunda pista. Posee un aire un tanto ingenuo, según el propio Waters. Los arreglos musicales no sólo muestran el talento de cada integrante, crean un ambiente etéreo, como el inicio de un viaje cósmico hacia lo desconocido. Se aprecia también un nivel de producción exquisito, que va de la mano de Parsons.
La innovación tecnológica no sólo se concentró en los sistemas de grabación, también puede apreciarse en piezas como “On the Run”, grabada íntegramente con un sintetizador al cual se le agregaron pistas con las voces de las entrevistas que realizó Waters previamente, más diversos efectos sonoros. El resultado fue un track radicalmente diferente a la versión que se había estrenado en vivo tiempo atrás, donde predominaba el sonido de la guitarra.
La icónica introducción con las alarmas y relojes que posee “Time” marca el momento donde la lírica reflexiona acerca del paso del tiempo. Gilmour, además de ser la voz principal, también muestra su virtuosismo en las seis cuerdas de tal manera que hay quienes consideran que aquí realizó uno de los solos de guitarra más memorables en el rock.
“The Great Gig in the Sky” (el gran recital en el cielo, según su traducción literal), tiene una de las performances vocales sin letra más reconocidas en la historia de la música. Esto se dio gracias a la participación de la cantante Clare Torry, quien fue contactada por el productor del álbum para una sesión de grabación en la cual, según ella misma contó en una entrevista, nadie tenía idea qué iba a suceder. Un tema que desde el título denotaba la idea de la muerte, a pesar de no tener letra, y que se corrobora cuando se escucha la voz del portero de los estudios donde pronunciaba unas palabras acerca del miedo a perder la vida.
Lado B
La solemnidad da paso a “Money”, con sus sonidos de las monedas y la caja registradora que se funden en el riff del bajo, el cual por medio de un compás irregular -como se dijo, un recurso poco frecuente en la música popular- abre la canción que habla acerca del dinero y los excesos que éste acarrea. Fue el primer corte de la placa y le sirvió al grupo para catapultar su fama en Estados Unidos e inmediatamente a escala planetaria.
“Us and Them”, fue compuesta originalmente como un instrumental años antes y formaría parte de una película del director italiano Michelangelo Antonioni, pero fue rechazada por éste debido a que no cuadraba con la temática de su película, Zabriskie Point (1969). Posteriormente se le incluyó una letra que habla acerca de la guerra, como así también el consumismo. Continúa “Any Colour You Like”, pieza instrumental en la que se puede apreciar una pizca de la psicodelia de sus primeros años de carrera, pero con una mayor estilización. Fue acreditada al trío Gilmour, Wright y Mason.
Hacia el final se encuentra “Brain Damage”. Hay quienes dicen que la inspiración para este track está vinculada con el estado mental de Syd Barrett, pero más allá de lo que ocurrió con el ex integrante del grupo, lo cierto es que explora la demencia, los efectos y los mandatos acerca de cómo se vinculan las personas con la locura.
El cierre queda en “Eclipse”, donde desde la lírica se invita a observar qué nos forma como humanos, un punto de encuentro de las personas. Una mirada que trasciende la humanidad con una cuota de esperanza mientras la instrumentación le da un matiz épico a la canción final que se va en fade, hasta escucharse otra de las voces que dice en inglés que en realidad no existe el lado oscuro de la Luna, sino que es todo oscuridad.
Con respecto al diseño del arte de tapa, fue obra conjunta del diseñador George Hardie y el grupo artístico inglés Hipgnosis, quienes llegaron a la icónica tapa en la que en un fondo negro se observa un prisma con el haz de luz que refleja varios colores. Tras una serie de propuestas que le presentaron al conjunto, según cuentan ellos mismos en una entrevista televisiva años más tarde, la elección de dicho diseño ganó por unanimidad porque los Floyd querían evitar la típica foto de cuatro jóvenes mirando a cámara.
El trabajo finalizado se publicó primero en los Estados Unidos el 1 de marzo de 1973 y luego en el Reino Unido. A partir de entonces, ganó no solamente críticas positivas de la prensa en todo el mundo, sino que se convirtió en uno de los álbumes más exitosos de toda la carrera de Pink Floyd, como así también el pináculo del rock progresivo internacional. Nunca jamás un álbum de ese subgénero tuvo tanta popularidad, ni volvió a tenerla.
La sorprendente aceptación que dicho registro tuvo en todas partes marcó el inicio de la etapa más prolífica de los cuatro ingleses, la cual se desarrollaría por el resto de la década de los 70 y marcó definitivamente la historia de la música. Así, quedó como uno de los grandes discos conceptuales del rock, un hito que influenció a miles de bandas de todo el mundo, incluso mucho más allá del subgénero progresivo.