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Stereolab en Buenos Aires: un regreso hipnótico tras 25 años

La espera fue larga, pero valió cada minuto: ayer 4 de noviembre, en el C. Art Media, la banda ofreció una noche que no fue un ejercicio de nostalgia, sino la reafirmación de que sigue viva, mutando y expandiendo su propio universo sonoro.

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Una banda en movimiento

Desde los primeros acordes de “Mystical Plosives” y “Aerial Troubles”, la apertura del flamante Instant Holograms On Metal Film (2025), quedó claro que el grupo no vino a vivir del pasado. “It’s been a long time”, dijo Lætitia Sadier con una sonrisa tímida, mezclando frases en español, inglés y algún guiño en francés. Solamente pasaron 25 años.

El nuevo material dominó buena parte del setlist, y aunque se extrañaron algunos clásicos, el sonido singular de Stereolab, esa mezcla hipnótica entre el pop analógico, el krautrock y la sofisticación lounge, bastó para llenar cualquier vacío. Ninguna otra banda suena como ellos: muchos lo intentaron, pero nadie logró replicar su alquimia.

El primer pogo llegó con “Peng! 33”. “Ustedes están haciendo el concierto”, lanzó Sadier entre risas, antes de moderar la euforia unos minutos más tarde: “No choquen a nadie, por favor, no queremos una tragedia. Este es un momento feliz”. Nadie se lo tomó mal: en Buenos Aires, el descontrol medido es casi un lenguaje común.

Mientras Laetitia alternaba entre guitarra, sintetizador y trombón, una chica levantó su vinilo de Dots and Loops (1997) con un marcador esperando una firma. Quizás la próxima vez. Sonaron “Melodie Is a Wound” y las dos partes de “If You Remember I Forgot How to Dream”. Cuando llegó “Miss Modular”, ese himno que condensa toda la elegancia de Stereolab, el público acompañó tarareando el estribillo en onomatopeya. La banda miraba encantada: veinticinco años después, seguían provocando el mismo hechizo.

Sadier, el eje sutil

Ella sigue siendo el centro gravitacional del grupo. De gestos mínimos, casi frágil, pero capaz de empuñar la guitarra como una guitar hero del ruido cuando lo necesita. A su lado, Tim Gane sostiene la arquitectura rítmica con precisión matemática. Por momentos, la potencia de la banda rememora esa juventud cuando pasaban seguido por las Peel Sessions.

El resto de la formación actual suena ajustada, sólida, impulsada por el pulso motorik del baterista Andrew Ramsay. Stereolab siempre fue una banda multicultural: Sadier es francesa, Gane británico, y entre sus filas pasaron músicos de Irlanda, Australia y otros rincones. Entre ellos, la recordada Mary Hansen, cuya voz aún parece flotar sobre ciertos arreglos. Siempre mutando, siempre en construcción, siempre Stereolab.

Hacia el final, entre la instrumental “Electrified Teenybop!” y el cierre con canciones nuevas, Sadier se mostró más suelta, con ganas de filosofar. Habló del capitalismo y de la violencia: “Vengo de un país de reyes y reinas sin cabeza. ¿Necesitábamos una carnicería? ¿O elegimos otro camino?”. Su reflexión, desde un lugar de privilegio, resonó en una Argentina en crisis, gobernada por una ultraderecha que parece haber soltado la mano de muchos. “Freedom from oppression”, dijo antes de despedirse. Y por un instante, esa libertad pareció posible, sostenida por capas de sonido, ritmo y comunión. Lo de las cabezas, no se descarta.

El regreso de Stereolab no fue una visita al pasado, sino una celebración del presente. Un recordatorio de que la repetición, cuando se ejecuta con propósito, puede ser también una forma de revelación.

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