Pero hay otra historia real: Azeroth en el Teatro Flores

Antes de comenzar esta nota, quiero aplaudir a las cuatro bandas que tuve el agrado de ver el pasado sábado en el Teatro Flores. Tal como nos había anticipado Nacho aquella vez que telonearon a Powerwolf, el show del 8 de noviembre fue un momento sin precedentes, no solo para Azeroth sino también para la escena del metal local.

La noche comenzó junto al grupo Habemos Morten, que ya se había presentado anteriormente en el mismo escenario teloneando a Angra, también en conjunto con Azeroth. Los hurlinghenses desplegaron su magia metalera con un breve pero sólido show de 30 minutos.

El segundo acto quedó en manos de Jezabel. Con la experiencia que tienen sobre sus espaldas, no tardaron en ganarse al público. ”Hasta el último round” fue el puntapié inicial, y así se mantuvo la intensidad hasta cerrar con ”A todo o nada”.

El tercer segmento estuvo a cargo de Christian Bertoncelli, y vale decirlo, sin vueltas: qué animal. La potencia y claridad con la que canta es innegociable. ”Cenizas del Alma” creó un ambiente especial. Acompañado por músicos afilados, en apenas seis canciones se llevó todas las miradas y oídos del lugar.

Llegó entonces el banquete final. Azeroth desplegó su power metal con una puesta en escena propia del género: firme y cuidada. ”Condena Eterna”, ”Al Final Te Alcanzaré” y ”El Final de los Tiempos” marcaron el inicio del show.

Tal como se había anunciado, hubo invitados de lujo. El primero fue Aaron Briglia (Volver al Origen) para interpretar ”El Mandato”. Luego, llegó un momento especialmente significativo: Christian Bertoncelli volvió a subir al escenario para cantar canciones del primer disco homónimo de Azeroth, del cual fue vocalista hace 25 años. Entre ellas, ”En la Frontera de Toda Razón” y ”El Ocaso de los Reyes”.

En total, diecisiete canciones para una noche inolvidable que confirmó el gran momento de Azeroth y la vigencia del metal nacional. En un Teatro Flores colmado, la banda demostró que su historia sigue escribiéndose con la misma fuerza que hace veinticinco años: riffs afilados, voces potentes y un público que no deja de creer.

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