La envolvente narrativa de “Por Cesárea” se entretejió perfectamente con los previos éxitos del joven artista en dos noches llenas de clamor, teatralidad y talento.
Bajo una luna llena iluminando cada rincón de Buenos Aires, el Luna Park se llenaba de público para recibir a Dillom. Con un latente corazón iluminado en el centro del techo del legendario lugar empezó el viaje al interior del mundo de “Por Cesárea”, el segundo y más reciente lanzamiento de este artista que da un paso apoyando talón y punta en la historia que pretende narrar.
El show propuesto no dejó margen para escaparse de la estética oscura, tenaz y consistente de este disco, que sirve como prueba de dos cosas fundamentales: la primera, la predominancia a lo visual y lo teatral que Dillom sigue aportándole a su obra; la segunda, la entrega total del joven artista al relato. Cada detalle, cada elección, cada decisión -tanto del disco como de estas presentaciones en vivo- fueron en pos de la redondez de la historia que pretendió contar y representar.
La teatralidad y performance complementaron perfectamente la escenografía y la indumentaria del protagonista de la noche y su banda (fantástico trabajo de Catalina Gastal Vetrano), así como de quienes los acompañan en el escenario a lo largo del show, entre los que se encuentran Ill Quentin y Broken Carrey, cómplices en sus aventuras, y el despampanante Cuarteto Divergente de cuerdas de Alejandro Terán.
En la primera de las dos fechas del Luna Park lo acompañó Lali, introduciéndose de lleno en la imaginería de “Por Cesárea”, haciendo en vivo los versos de “Plegaria Desvelada” de María Elena Walsh que son parte de “La carie”. En la segunda fecha, aunque ausente físicamente, formó parte de dicha imaginería desde una enorme pantalla opaca y oscurecida del Luna Park, al igual que el gran invitado del disco, Andrés Calamaro, partenaire y pieza clave de uno de los temas favoritos del público presente: “Mi peor enemigo”.
Otro de los favoritos por la audiencia fue “Buenos tiempos”, comenzando con aquel imperante sample de “Make Some Noise” de los Beastie Boys y continuando con un tema que descontractura y desestructura la tensa atención de la gente con respecto al relato. Un relato que, además de su puntillosa organización en la setlist del show, fue cuidadosamente entrelazado con una multitud de hits de Dillom que pertenecen a su previo álbum “Post Mortem”.
El sensible tema “220” junto a canciones más que festejadas por los asistentes como “Pelotuda” y “Reality” (mashupeado de forma implacable con “Personal Jesus” de Depeche Mode, generando un momento único de efervescencia en campo y plateas) fueron, entre tantos, los elegidos de “Post Mortem” para ser revueltos, recompuestos y colocados en versiones espectaculares dentro de las performances del Luna, absolutamente al nivel elevadísimo de los arreglos que corresponden a los tracks de “Por Cesárea”. Algunos de estos últimos, de todas formas, resaltaron por lo inapelable de las buenas decisiones tomadas para el vivo. Quizás el mejor ejemplo fue la versión de “Cirugía”, o el icónico momento en el que sonó “Muñecas”, también con escolta de detalles escenográficos y de iluminación que elevaron la vara de las dos noches.
Todo formó parte del mapa del éxito de Dillom. No solamente de su éxito en alcance, en repercusión, en clics, en cantidades, sino en el hecho de haber cumplido la misión. Hablamos de un disco guionado con shows a la medida de su público y de su intención narrativa, una que se anima a llevar sus experiencias al extremo, a cierto abismo donde lo real se difumina entre lo ficcional y contrafáctico del “qué hubiese sucedido” en el relato de su vida y obra. Como reflejos atinados de lo conceptual de “Por Cesárea”, estos shows en el Luna Park nos sumergieron, sin darnos opción ni arrepentimientos, en un cuento, en una obra de teatro, en una película, pero principalmente en una experiencia disfrutable en muchísimos niveles y admirable en cuanto al trabajo exitoso detrás. Una experiencia que comenzó fuerte, no nos soltó la mano en todo el rato, y que se disipó mágicamente al final del show entre humo, latidos, telones y luces.