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Cien veces Piazzolla

A un siglo de su natalicio, un paseo por la vida del rebelde del tango cargado de anécdotas, frases y una -posible- conclusión apresurada: si Ástor viviera, tendría su BZRP session.

Publicado

Buenos Aires, 1984. El periodista mexicano Guillermo Pérez Verduzco está sentado frente a uno de los marplatenses más famosos del mundo. Hablan de tango, de la Argentina y de los prejuicios, y nace una frase que lo sintetiza todo: “Los jóvenes no están con el tango viejo, no les interesa, porque no les habla el mismo idioma; los jóvenes están con Piazzolla”. ¿En qué se parecen Juan Román Riquelme, Diego Armando Maradona y Ástor Piazzolla? Sencillo: su marca registrada es la autorreferencia en tercera persona.

Corría el 11 de marzo de 1921 cuando el bandoneonista y compositor, considerado uno de los músicos más importantes del siglo XX, nacía en Mar del Plata. Inquieto desde chico, a los 18 años escribió su primer concierto, y a los 20, comenzó a tocar con su propia orquesta. Claro que, trabajar de aquello que despierta pasión, ni hoy ni por aquel entonces era ideal: “Tenía cada vez menos trabajo, ganaba cada vez menos plata”, reconoció en 1987, ante las cámaras de la Radiotelevisión de Portugal, la RTP.

Con un empleo poco rentable y la curiosidad a flor de piel, otros géneros tomarían protagonismo en su vida para inspirarlo y frustrarlo por igual. En 1948, comenzarían cinco años consecutivos en que Ástor Piazzolla no tocaría un solo tango. Lo que había comenzado como un distanciamiento sin intención tomaba forma de abismo: “Me gustaba cada vez más la música y cada vez menos el tango”, expresó sobre ello.

Para el ala conservadora del género, Piazzolla se asemejaba (y se asemeja, hasta nuestros días) a Armando Barreda –o al verdadero Seymour Skinner- en Los Simpson: un joven arrogante y sin futuro, cuya única preocupación era la de un copete bien peinado.

Como arreglista padeció una infinidad de acusaciones. Desde que estaba loco hasta que no era digno. Mientras su estilo era señalado como algo experimental y barroco, para él, todo se reducía a una forma de entender la música: “Estoy en contra de todo lo que es fácil”, declaraba para “revista Antena” en la década del 80.

Mucho antes, en 1971, a sus 50 años, tomó el bandoneón y dio origen a una pieza de tango exquisita. En sintonía con el mote que algunos repetían sin parar cada vez que Piazzolla era tema de conversación, sonó, por primera vez, “Balada para un loco”. El resto, como dicen, es historia.

Ahora bien, aunque los guionistas de Community (NBC, 2009) lo hayan logrado en la ficción, en la vida real no hay forma de dar con realidades paralelas; pero sí con hipótesis. Quizás hoy, a cien años de su nacimiento, sea medianamente prudente decirlo: hubiera sido una tragedia que Ástor Piazzolla se dedicara a cualquier otra cosa que fuera tango.

¿Cuántxs jóvenes se deleitaron viendo a Santos, Ravenna, Medina y Lamponne caminar bajo la lluvia con un velo de suspenso al compás de “Cité tango”? ¿Cuántxs todavía se ríen con la interpretación de “Fuga y misterio” que Ignacio González Garcia brindó en el velatorio del periodista Bernardo Neustadt?


Una curiosidad: cuando en 1992 la vida de Piazzolla se apagaba, la de otros tantos Ástores se encendía. Desde entonces hasta el 2015 -último registro nacional disponible-, entre nombres simples y compuestos, se registraron 1.393 niños bautizados Ástor.

“Tengo una ilusión: que mi obra se escuche en el 2020. Y en el 3000 también”, resuenan hoy sus palabras, en un contexto de ciencia ficción con tintes pseudo apocalípticos donde, seguramente, muchxs han encontrado su refugio acobijadxs junto a los cuatro jinetes que él nos regaló. Inspiradas en Vivaldi, pero con un sello argentino indiscutible: las estaciones porteñas.

A 100 años de su nacimiento, Piazzolla, el rebelde del tango, está más vivo que nunca. Es el espíritu que lo arriesga todo, que experimenta, que se rebela. Hoy habrá muchxs escuchándole, googleándolo o creando bases traperas con alguna de sus composiciones.

Posiblemente sean miles, lejos de lo que el propio Ástor demandaba cada 11 de marzo, y como su amiga y colega Jacqueline Pons lo recuerda en un especial de Canal Encuentro, cuando parafrasea: “Poca gente para mi cumple”.

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