Pulp en el Movistar Arena: Nada ha cambiado

“Buenas noches, están a punto de presenciar el concierto n° 539 de Pulp: ésta es una noche que recordarán toda su vida”, rezaba la frase que se imprimió sobre las pantallas led cuando todo el Movistar Arena estaba inmerso en la oscuridad. Si se tratara de otra banda, podríamos hablar de cierto aire grandilocuente en la afirmación pero, en esta oportunidad, la sentencia tuvo toda la razón.

La silueta de Jarvis Cocker deslizándose lentamente primero y, luego, entonando las primeras estrofas de “I Spy” dio inicio a la segunda visita de Pulp en Buenos Aires después de 11 años. El evento de dos horas tuvo tan poco de solemnidad que “Disco 2000” fue la segunda canción de una lista de veinte: el hit incluido en Different Class (1995) fue festejado con una lluvia de papelitos para que todo sea una fiesta; tanto como para que el baterista Nick Banks expresara -luego, por redes- que jamás vio algo de tal magnitud.

Vestido de traje, con sus clásicos anteojos ‘culo de botella’, llevando adelante movimientos espásticos, saltitos infantiles, y emitiendo gritos, susurros y hasta gemidos, todo se combinó de tal forma que fuese imposible quitarle los ojos de encima a Jarvis Cocker, uno de los mejores frontman de la camada del britpop de los 80’s y el responsable de que la elegancia británica no se saltease muchas generaciones después de los Pistols y los Clash.

Con una guitarra acústica en el hombro, le dedicó “Something Changed” al bajista Steve Mackey, fallecido éste año, y se la dejó colgada para tocar “Weeds” pegada a “Weeds II (Origin of the Species).

“Vamos a hacer un par de canciones que no tocamos hace muchos  años”, avisó Cocker antes de cantar “Joyriders” y “Bad Cover Version” (por favor, busquen el videoclip de ésta última que es una verdadera perla). En el intervalo entre las pistas, buena parte del público encontró el tiempo expresarse en contra del nuevo presidente electo.

Una bola de boliche fue protagonista central durante “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.” y “Sorted for E’s & Wizz”, momento en el que el Movistar Arena se convirtió en una rave. “¿Recuerdan la primera vez en el Luna Park?”, preguntó Jarvis antes de “Do you Remember the First Time?”. Un dato: aquella vez, hace 11 años, fue la pista elegida para dar inicio.

El rock más oscuro de “This is Hardcore” encontró a Cocker relajado en un sillón, tomando un espresso muy tranquilo (previamente, había revoleado facturas al público) antes de comenzar a bailar frenéticamente con “Sunrise”, mientras un ilusorio amanecer se proyectaba sobre el escenario.

La gira se bautizó como “This is what we do for an encore”, y si de encores se trata, Pulp hizo varios. De hecho, con ”Underwear” invitó a preguntarse a más de uno “¿por qué la chica que nos gusta siempre está con otro?”, incluso, mientras cantaba desaforadamente.

“Common People”, acaso el hit inoxidable de la banda, no dejó a nadie sin cantar y permitió que la tecladista Candida Doyle se lleve una fervorosa ovación. Pero como si fuera poco, Pulp le regaló a los presentes la interpretación de una canción estreno titulada “Background Noise”, que únicamente fue tocada en México semanas atrás.

Para el final, “Mis-Shapes” fue la elegida para el cierre. Una pista que, curiosamente, durante toda la gira supo ocupar el tercer puesto del repertorio. Resta preguntarse si habrán entendido el humor social o si solo fue mera casualidad. A estas alturas, nadie lo sabe, pero conociendo el activismo político de la banda, podríamos asegurar que el motivo corresponde a la primera opción. Los carteles del inicio tenían razón: los de Sheffield brindaron un recital del que hablaremos durante mucho tiempo por estas pampas.

Como dijo Julio Cortázar, “la música es el alimento para quienes vivimos del amor”, pero bien podríamos cambiar la palabra “amor” por “desamor” para que el axioma les quepa perfectamente a los Pulp.

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