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Bestia Bebé en Vorterix: Que nada los frene

La banda presentó su último trabajo “Vamos a Destruir” con un contundente show en el que ofrecieron además destellos de las diferentes etapas de su historia.

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Para destruir la noche del pasado viernes 3 de mayo en Vorterix había que poner lo que se tiene que poner desde el principio. Por eso, luego del set de Ryan, Bestia Bebé sale a escena como siempre, proponiendo poner huevos al ritmo de aquel clásico ochentoso de Bonnie Tyler en modo instrumental que tan bien supieron convertir en un himno las canchas de fútbol. El público responde desde el principio y durante toda la noche devuelve, como siempre, con aquello de “pongan huevo’ que ganamo” y “no tengo un mango y vengo igual”.

La comunión es perfecta, el lenguaje cómplice está clarísimo, y al cantante Tom Quintans no le hace falta hablar más que un par de veces para agradecer. Tan solo bromeará preguntando al público si quiere rock and roll y confesando un “lamento decirles que rock and roll pasó de moda”, antes de regalar, junto al invitado Lucas Jaubet (de Hojas por el Barrio, y que la rompe toda) la canción que más está dando que hablar de su último disco Vamos A Destruir, obra que funciona como excusa para disfrutar algo menos de dos horas de energía desbordante.

“El humo negro” inaugura la velada como una muestra de la etapa actual de Bestia Bebé, empapada de algunos largos destellos instrumentales con toques más oscuros, stoners, kraut o metaleros, que después reaparecerán en los finales de canciones como “Un gran día” o la épica “Las siete banderas” que cerrará el show antes de los bises.

Pegadita en ese comienzo, con pingüinos corriendo en las pantallas, “Antártida Argentina” (de Jungla de Metal 2, 2015) continúa un concierto en el que, además de las muestras de las diferentes facetas musicales (y de las letras) de cada disco, las visuales también nos harán viajar por diferentes estadios.

Las películas serán exquisitas actrices de reparto durante toda la velada, demostrando ese histórico costado cinéfilo de la Bestia comandado por el bajista Chicho Guisolfi. Duro de Matar enriquece a “Luchador de Boedo”, los láseres de Star Wars iluminan a “Media docena de maleducados”, todos corremos junto a Forrest Gump en “Sabes”, viajamos con el Taxi Driver Robert de Niro en “La traffic” (“la tocamos solo una vez así que puede salir como el culo”, advierte Tom) y nos colamos en la persecución noventosa de Terminator 2 mientras el segundo invitado de la noche, Ronnie, explota la “noche de vagos… patrullas… ¡terror!”.

La banda, con los ya nombrados Quintans y Guisolfi, más El Polaco Ocorso (batería) y Marcos Canosa (guitarra), junto a Martín Caballero acompañando en múltiples instrumentos, suena de puta madre y contagia energía constantemente canción tras canción.

Dos de las piezas más cancioneras del último disco son “Montevideo” y “Cangrejal” brillan y reciben una festiva devolución desde el campo de Vorterix, y se entremezclan con la histórica “Yo me la aguanto” en la que se vislumbran en la pantalla difusos hinchas de fútbol en canchas, pero en un momento se lee clarito La Guardia Imperial. El fanatismo académico del cantante evidenciado en su máxima expresión.

El último bloque antes de los bises es imbatible: “Lo quiero mucho a ese muchacho” arranca a guitarra y voz, explota, y todo el lugar se pica por completo mientras Ricardo Iorio, el hacedor de la frase que da nombre a la canción, deambula por las imágenes de atrás del escenario. “Un documental sobre mí” es un himno contra la careteada que debería cantar todo el país, y “Fiesta en el barrio” nos pone felices.

El pueblo pide más huevos y más aguante, así que Bestia Bebé vuelve con el temazo que abre la última placa, el nostálgico “El verano” que desnuda los gustos metaleros de la adolescencia de Quintans. Suena la intro del Internacional Super Star Soccer Deluxe, juegan los Supercampeones y la banda canta “Por favor Omar, no seas así”, para luego advertir que llegará la última canción. Las imágenes de “El descontrol” nos hacen reír y llorar infinitas veces en 4 minutos y medio con Diego Armando Maradona siendo feliz. ¿Ya dijimos que las visuales la rompen toda? El culpable se llama Juan Pablo Menchon y merece ser nombrado.

Pero hay tiempo para uno más que llega enganchadito: “Wagen del pueblo” nos saluda a puro pogo y punkrockito. Aplaudimos, ovacionamos, devolvemos el saludamos y nos vamos mientras Manu Chao canta en los parlantes aquello de que “si yo fuera Maradona viviría como él”. Destruidos, como debe ser, nos comemos una pizza con fainá en alguno de los clásicos de Chacarita, tomamos una birra, charlamos de fútbol, música, pelis viejas y recordamos anécdotas de amigxs que nos sabemos de memoria. También acerca de lo sencillo, genuino y exquisito que es Bestia Bebé. Y después nos vamos a prender una vela al cantante de los Doors…

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