“Un Instante”: La invitación de LOUTA a conocer su mundo más íntimo

El cuarto trabajo de Jaime Martín James es una experiencia avasallante, un universo paralelo en el que conviven en total armonía diferentes sonidos. La salsa, el reggaetón, el pop y la electrónica marcan el tempo, la poesía y el teatro el clímax; Para vivir, otra vez, la experiencia LOUTA en estado puro. 

Un Instante comienza muy atinadamente con “Kusturica”, una de las canciones más completas del álbum. LOUTA decide honrar al influyente y también inquieto artista serbio con un sonido estridente de vientos y una prosa que anticipa: “mejor ser todo que no ser”. Ante esta profecía, llega “Puro”, una especie de reggaetón Lo-Fi qué sólo la voz del músico puede hacer sonar encantadora.  

Siguiendo con la escucha, “Nunca me fui, siempre estuve acá”, se repite como una declaración de principios y minimiza aquellos cinco años que pasaron entre 2030 y Un instante. Dando cuenta que, desde su llegada en 2016 con aquel disco homónimo, LOUTA se mantiene presente en la escena, cambiando las reglas del arte y elevando su sonido como bandera de época.  Lo que nos lleva a escuchar “Lo mejor de lo mejor” o “Ballena” pensando en su materialización en los escenarios, uno de los puntos más fuertes y oníricos del músico. 

Para el cierre, “No se quien sos”, la única canción que conocíamos de antemano y que cuenta con la colaboración de Bizarrap. En la producción ambos artistas cocrean una melodía novedosa que reza “cambiar de piel hasta sentir”, demostración del estilo camaleónico que llevo a ambos referentes juveniles donde están hoy. 

Resulta injusto hablar de la discografía de LOUTA como una búsqueda, porque el artista demuestra en cada paso la seguridad de ir por el camino correcto. En este viaje, podemos asegurar que Un Instante es el pico de mayor sensibilidad del músico, que el mismo define:  “Aunque no sea una charla ida y vuelta, seguramente con quien escuche este disco sea con quienes haya tenido el diálogo más profundo de mi vida”.   

Un trabajo donde lo emocional pondera por sobre lo performático y, en tiempos de robots, LOUTA elige humanizarse.