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Muerdo: “Este modelo genera una homogeneidad cada vez mayor”

El cantante español presenta “SInvergüenza” el 15 de noviembre en Vorterix.

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“¿Qué fue de los cantautores?”, canta Muerdo en su canción “Ay, Madrid”, uno de los cortes de su reciente álbum Sinvergüenza. “Madrid es un punto de conexión y unión entre todos los hispanohablantes, incluso con gente que aun no tuvo la suerte de visitarla”, reflexiona el cantante español en el comienzo de su charla con Revista El Bondi, en la previa de su visita al país el próximo fin de semana con shows en Córdoba, Buenos Aires y Rosario. “Es además prima hermana de Buenos Aires”, agrega y concluye: “Genera esa nostalgia, esa melancolía intrínseca que destila, por eso, entre otros motivos, quisimos hacerle este homenaje en forma canción”.

Al mismo tiempo, esta nueva pieza se conecta con “Llegué hasta ti”, una vieja canción del artista, dedicada a la misma ciudad, pero en otros tiempos. “Son dos canciones hermanadas, por las reminiscencias al flamenco, a la sonoridad del sur de España. Narran esa cultura de Madrid, la noche madrileña, los locales donde nos arremolinamos los artistas, pero está escrita desde otro lugar. Ocho años después, ni la ciudad es la misma ni yo soy el mismo. Se cierran locales, espacios culturales, la ciudad se renueva constantemente. Viví muchos años fuera de Madrid y al volver, no es tanto que la ciudad no sea la misma, sino que soy yo el que no es el mismo, y la ciudad de alguna manera me lo espeja”.

―¿Y esos cambios cómo resultan?

―En gran parte las cosas están peor, una problemática que están teniendo muchas ciudades, como también Barcelona, y es como un modelo turístico concreto ha ido expropiando bares populares, culturales, bohemios. Los ha ido transformado en decorado para el turista. Cualquiera que haya visto la evolución de Madrid lo puede contemplar, y es algo que se está generalizando en muchas ciudades del mundo. Donde antes estaba el bar de Manolo, ahora hay un Starbacks, y la idea es llamar la atención acerca de este problema. Este modelo además genera una homogeneidad cada vez mayor, que dé igual tomarte una caña en Madrid o en Oslo. Cuando eso suceda, cuando hayan desaparecido todos los rasgos identitarios, culturales, se consolidará un globalismo mal entendido, en vez de mezclar y enriquecer vamos homogeneizando.

―¿Cómo lo ves a todo esto en las letras que hoy se escuchan en el mainstream?

―Hasta los años ‘90 en la música de radio había de todo, pero había cosas buenas, la buena música, al menos para mi criterio, convivía con lo efímero. Ahora todo es efímero, lo rápido, lo banal, lo superficial. Yo creo que también tiene que ver que a la industria le interesa artistas predecibles, manejables, que les generan una carrera, los encumbran y explotan hasta donde pueden, y luego vendrá otro. El fastfood llevado a la industria de la música. No extrañaría que todo esto tenga también la complicidad de otros poderes, fásticos, mediáticos. En estos últimos tiempos hay una voluntad de que la sociedad esté más estupidizada.

―¿Qué te dio Madrid cuando llegaste en tus comienzas que antes no tenías?

―La posibilidad de vivir en un entorno multicultural creo que fue lo más definitivo. Mi música se nutre de los diferentes folklores, y vivir en un lugar como Lavapies, que era un barrio lleno de culturas diferentes, sabores, personas y por lo tanto de música, el hecho que fuera ahí desde donde Muerdo se haya proyectado al mundo creo que es bastante reseñable.

―Qué lindo nombre Lavapies.

―Un barrio muy bohemio de agitación cultural donde nacieron proyectos musicales increíbles en los años 2000 y lamentablemente hoy en día forma parte de lo que es el centro turístico de Madrid. Cada vez nos vamos aplazando más a los márgenes.

Muerdo siempre estuvo ligado a lo social, un artista activo también desde ese lugar, cantando y marchando, luchando por un mundo mejor en aquellos comienzos en los que lo sociales se mezclaba como nunca con lo musical. “Fue una retroalimentación, una sinergia entre dos mundos que siempre deberían coexistir”, sentencia al recordar esos tiempos. “La parte social yo siempre la tuve incluso antes de lo político, porque yo soy técnico educativo, trabajaba con discapacitados y lo social siempre me interesó. En ese momento ebulliciente me comprometí con una ola de gente que queríamos cambiar las cosas, es cierto que estoy bastante decepcionado con la forma que ha ido tomando todo eso o con lo poco que hemos podido hacer. Pero claro, uno siente que tiene que estar siempre en la trinchera, pero no se puede estar todo el tiempo en la primera línea”.

―Se lucha a veces por cosas, se apoya a gobiernos y muchas veces no todo cambia como se quiere.

―Siempre con las transformaciones sociales nos quedamos un poco a medio gas, lo hemos visto en chile con Boric, también juegan muchos activos en contra de un gobierno transformador, o con el caso de Petro en Colombia. Es muy complejo y al final digamos que, en esa primera línea, dando todo el rato la batalla cultural, se está un tiempo, mientras a uno le da la energía. Eso no quiere decir que uno no se produce o no trate de que su música sirva para algo. Pero este disco es más intimista, habla más de mí como persona, de una manera más introspectiva.

―A Joan Manuel Serrat, siempre que venía a Latinoamérica, se le pedía su opinión acerca de la situación social y política del continente, ¿sentís que a vos te está pasando lo mismo?

―Totalmente, y me parece bonito, siempre que el objetivo sea escuchar. Me parece hermoso que le pongan valor a tu palabra, y de eso siempre estaré agradecido.

―Hoy acá en Argentina, muchos manejan una bajada de línea de “no hables de política”, muchas veces incluso hacia artistas que siempre se comprometieron.

―Me parece terrible. Es una deriva mundial un poco autoritaria la que está tomando el mundo, pero además esa tiranía pensamos que lo ejercen políticos, pero lo ejercen grandes compañías y grandes fortunas. Es una especie de teatro, de juego de roles en el que hay que saber leer entre líneas y saber quien está detrás de las cosas.

―Eso es muy cierto, los grandes empresarios no son los primeros apuntados.

―Sobre todo las transnacionales, su poder es incalculable, ellos tienen el poder de cambiar gobiernos, son una especie también de golpes de estado encubiertos, en el que utilizan todos sus mecanismos mediáticos para inducir a la gente a que vote y piense de una manera, como por ejemplo con las fake news, es muy difícil controlar la información que le llega al usuario. También es un signo de los tiempos tan revolucionarios y convulsos en lo tecnológico.

―Que apocalíptico suena todo.

―Sí, la verdad que sí. pero confío en que sepamos también preservar conocimiento, sabiduría, música, cultura, que nos dejen hacer un bastión, volver al campo, a lo mínimo, de manera literal y figurada. Lo que nos hace humanos, porque estamos viviendo un proceso deshumanizador.

El nuevo álbum de Muerdo es ecléctico y también introspectivo. Nos hace viajar por muchos lugares y momentos. “Aborda muchos géneros, con un sonido común que es muy acústico, muy real, hay pocos elementos electrónicos. Es un disco honesto en lo musical y textual, donde todo lo trato de abordar desde la reflexión”. En la escucha siempre está presente la influencia latinoamericana, y más allá de los viajes enriquecedores, Muerdo recuerda la música que escuchaba de niño, desde el bolero a la trova. “Quedó un remanente cuando decidí agarrar la guitarra y hacer música”, reconoce. “Luego ya los viajes y las amistades acaban de tejer el vinculo y por supuesto el público, gente que vibra contigo cuando se produce esa comunión de la música en directo. Es imposible no volver, el público latinoamericano en general y el argentino en particular es un público delicioso, entregado, apasionado. Un concierto de Buenos Aires siempre es una auténtica fiesta”.

―¿Recordás tu primera vez acá?

―En 2014, en el ND Ateneo abriendo show de Perotá Chingó. Al año siguiente ya me fui con la guitarrita haciendo shows pequeños.

―El paso a paso haciendo el under porteño.

―Ir a Argentina las primeras veces además era dejar de tener trabajo en España, pero decidimos apostar por hacer un trabajo artesanal, desde cero en otros países, y creo que ha sido el gran acierto de mi carrera. Es muy bonito como hemos ido creciendo en varios países, y si bien me gustaría estar más, las semanas que estoy allí la paso muy bonito. Además, estuve viviendo un tiempo en Argentina, también tuve una pareja allí, su familia ha sido mi familia, pasé la pandemia, asi que hay un vínculo muy especial.

―¿Cuantos años tenías cuando agarraste una guitarra?

―Había tomado clases de piano entre los 7 y 13 años, me aburrí totalmente porque era metodología y música de conservatorio que no cuadraban nada con mi forma de ser. Dos años después agarré la guitarra de mi abuelo que tocaba y empecé a tocar yo, pasando horas con la guitarra, en ese momento tan crítico de la adolescencia, a los 15, 16. Ahí escuchaba cantautores, era como un viejo joven escuchando a Ismael Serrano con 15 años en mi habitación (risas). Luego llegó el rock cuando uno salía más, me tomaba mi cervecita, me fumaba mi porrito, el rock mezclado con músicas del mundo que me voló la cabeza, Fabulosos Cadillacs, Manu Chao, Pericos, Amparanoia, Bersuit, y luego investigue más en el folklore.

―¿Y hoy cuesta más explorar música nueva?

―La verdad es que de las cosas nuevas no hay nada que me llame mucho la atención, pero ya no se si es una manera distinta de consumir conforme va pasando la edad, me cuesta más enamorarme de artistas nuevos ahora. Estoy escuchando cosas más antiguas, específicas, estoy buceando mucho en el bolero, salsa, música latina.

―Es la duda esa de si es por la edad o la música, que uno ya no se enamora de ella.

―Hay varios factores, uno de ellos es el hecho de que tengamos toda la música del mundo disponible a cualquier hora en todo momento. Antes tenias que comprar un CD y te lo devorabas, te lo ponías una y otra vez. Ahora escuchamos las cosas solo para emitir un juicio y chau, a otra.

―Antes había que trabajar para llegar a esa música.

―Eso sigue sucediendo a un montón de gente que amamos la música, pero reconozcamos que somos la música. Aunque a veces caemos, a veces me pasa que escucho 40 segundos un artista, no me gusta y no lo escucho más. Y eso es malo para todos, no nos damos la oportunidad muchas veces, porque hay un trabajo muy grande detrás de las canciones y este mundo de lo rápido no nos beneficia, no pone en valor lo que nosotros hacemos.

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