Es costumbre para Dante Spinetta cerrar el año con un agasajo en vivo para sus oyentes y seguidores. Una vez más, como hizo hace casi un año en el icónico Teatro Gran Rex, el festejo fue un espectáculo nutrido de un repaso por hitos de su carrera y, principalmente, por el saboreo de su momento actual. Se cerró la etapa de Mesa Dulce (2022), el último disco de este ya histórico artista argentino, y se cerró con entrada, plato y postre.
Sabino, artista mexicano, dio paso a la apertura de la noche cautivando una atención que el público mantuvo durante toda la velada, y que les permitió pisar todos los adoquines de la antología de Dante como fueron planeados.
El arrollador funk del último proyecto del músico, cantante y rapero inundó todos los cuerpos presentes, especialmente a partir de algunos de los eslabones más fuertes entre los 10 tracks que componen a Mesa Dulce, como “El lado oscuro del corazón” y el imbatible “Rebelión”. Dante se lució, como nos tiene acostumbrados, como performer y frontman, pero también como músico, como persona que sabe perfectamente qué es lo que quiere generar en su audiencia y cómo hacerlo.
Las emociones recorridas tanto sobre el escenario como debajo de él recorrieron un camino dinámico y bien conectado, a partir de curvas emotivas más que interesantes. La presencia de su hija Vida Spinetta, cantante también, y su versión conjunta de “Olvídalo” fue un momento de ojos llorosos en parte del público presente y de un disfrute mágico generalizado.
Por otra parte, el momento de clímax arribó en el repaso de Dante por la colección de himnos de Illya Kuryaki and the Valderramas, aquel icónico y visionario dúo del que formó parte junto a Emmanuel Horvilleur. Más allá del disfrute y el coreo de cada sílaba de sus canciones, también se vivió eso que se vive cuando cada uno de estos dos artistas repasa en solitario ese repertorio: hay una explosión en aquel aire de festejo y celebración, que a su vez se revuelve entre volutas de nostalgia. Ambos poseen esa capacidad, esa deliciosa capacidad, de avanzar con sus recorridos de forma independiente y moldeando sus propios nuevos estilos hace ya mucho tiempo. Sin embargo, cuando deciden, uno u otro, pisar el territorio Kuryaki – algo que suelen hacer en sus shows habitualmente – lo hacen como si el tiempo no hubiese pasado, demostrando no solo la vigencia de sus talentos y su música sino también que esa música podría, tranquilamente, salir hoy. Abrieron una puerta que anteriormente solo había estado entornada, y que hoy es imposible de cerrar. La puerta del funk-hop, la puerta del rap argentino que no mira por encima del hombro al pop sin, por eso, desvincularse del polvo de las veredas argentinas.
Algo también habitual, y algo sin lo que sus fanáticos no iban a abandonar el porteño Teatro Vorterix bajo ningún punto de vista, fue el cierre con hits como “Mostro” y “Funk Warrior”. Temas ya parte de la identidad musical de un Dante Spinetta que sabe como avanzar en todo terreno que le interese. Ya sea batiendo un soul, picando un buen rap o gratinando un funk potente, arrollador y característico que dejó a todos con el apetito satisfecho y preparados para la siguiente era de su música.