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La memoria cultural colectiva en la identidad Hip Hop

Tanto la voluntad de no olvidar lo recorrido como la unión entre diferentes actores de la cultura son valores primordiales de la cultura hip hop desde sus inicios. Hoy, quizás más que nunca, es una tarea más que relevante recordar de qué hablamos cuando hablamos de hermandad y conciencia en este ambiente.

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Si existe un género musical que explícitamente busca la revalorización y resignificación, a la par que evoluciona y crece, es el hip hop. Su actitud irreverente ante los límites del marketing y de la historia convirtieron a su identidad, desde sus inicios, en algo fuertemente atado a las nociones de lo comunitario, lo autónomo, lo colectivo, así como a su resistencia a olvidar. Su antología es, probablemente, una de las más cargadas de un texto social dinámico, de significaciones políticas fuertes, y representativo de su propia práctica cultural cotidiana. Su crecimiento y expansión territorial, llegando prácticamente a todas partes del planeta y consolidándose hoy como uno de los ritmos más escuchados, intenta desde su núcleo no dejar detrás a los valores principales que le dieron vida en sus comienzos.

Es ya conocida la historia del nacimiento del género, a partir de pioneros que apostaron a lo híbrido, tomando cortes de canciones y fragmentos instrumentales varios para generar algo más en la audiencia. El arte del sampleo, hijo de esta lógica y con su enorme mundo detrás, guarda consigo algunas claves de lo que conforma la memoria cultural que reina en el hip hop.

A pesar de que muchos referentes de otros géneros musicales incursionaron y se abrieron paso a partir de esta puerta creativa en sus proyectos (Gustavo Cerati es sin dudas un excelente ejemplo, ya que es un artista del rock argentino que tomó la posta e incluyó en su arte samples de canciones de diversas décadas y estilos), lo cierto es que el sampleo tiene un papel fundamental en el hip hop en particular. Su función, más allá de lo sonoramente placentero y disfrutable, es generar ecos y sombras de artistas pasados y presentes, es practicar activamente la memoria cultural en la música, con todo lo que eso supone.

En el repertorio de innumerables artistas puede sentirse el ejercicio del sampleo con objetivos diferentes. A veces, es parte de cierto tipo de homenaje más bien vocal, como podemos escuchar en “Rebelión”, de Faqqkundo, donde la voz del prócer del folklore argentino Atahualpa Yupanqui (“Coplas de un payador perseguido”) suena marcando un eje muy claro para todo el álbum; a veces, marca la huella de la influencia, como notamos al escuchar un pequeño trozo de “Total Interferencia”, de Charly García, en “Tundra”, de Motín.82. Otras veces, continuando con la cosecha de ejemplos del campo del rap de Argentina, la sutileza es mayor, incorporando fragmentos que sí trazan el eje pero que lo hacen de forma instrumental: las delicadas cuerdas de Luis Alberto Spinetta en “Plegaria para un niño dormido”, de Almendra, que suenan en “Personal”, de Fianru; o el comienzo de “Penas”, de Sandro, que suena en “La Asíntota”, de Sexto Zen, superpuesto a la voz de Charly García emitiendo una punzante opinión sobre la música en una conferencia de prensa del 2002, una referencia que funciona también en el nivel argumental.

Más allá de los recientes ejemplos nacionales, todos pertenecientes a este siglo, este tipo de reutilización y resignificación de fragmentos musicales es lo que dio origen al hip hop y lo que comenzó por darle su carácter mestizo y experimental en sus primeros días y hasta hoy. Y estas significaciones y resignificaciones pueden darse desde lo más superficial hasta lo más hondo y profundo de lo que se está queriendo expresar.

En la década del setenta, Stevie Wonder, que para ese entonces estaba comenzando a involucrarse más de lleno en las luchas sociales estadounidenses y con el empoderamiento de las personas afrodescendientes, comenzó a introducir elementos en su lírica muy representativos de esas luchas y de la vida cotidiana en ese sistema opresivo.

Una de las primeras canciones que reflejó esta nueva dirección en su enfoque artístico fue “I Wish” (Songs In The Key Of Life, 1976), cuya letra hace referencia, desde un enfoque político a partir de una narrativa personal, a la vida en un sistema con tantos marginados como aquel, con una potente nostalgia por su carente infancia.

La canción fue sampleada múltiples veces por diversos artistas que mucho tienen que ver con esa narrativa compartida, entre ellos algunas figuras importantes del hip hop underground de las décadas que le siguieron, como los Rhyme Poets, en “Get On Up”, y Digital Underground, en “No Nose Job”. Otro ejemplo, uno fundamental, es Sound of da Police”, de KRS-One, uno de los referentes más importantes de la conciencia hip hop a nivel mundial.

Casi un himno anti policial a estas alturas, fue tomado por muchísimos artistas de una enorme cantidad de naciones: no solamente representa una faceta nuclear de la identidad del hip hop, la lucha en contra del brazo opresor de los Estados alrededor del mundo, sino que además traza una línea de coherencia filosófica directa a través de muchos años de creación artística. Entre los artistas que samplearon este tema se encuentran, para darnos una idea, Jay-Z, Public Enemy, Mos Def, J Dilla, Madlib, Talib Kweli, Kanye West, pero también los españoles Nach, SFDK Ayax, o el venezolano Lil Supa, entre muchos otros.

Este tipo de fenómenos pueblan masivamente al género. El arte del sampleo está fuertemente arraigado a la revalorización de la historia cultural y musical que nos envuelve, la que hace al hip hop mirar hacia adelante pero nunca olvidar el camino que se ha recorrido a través de las más de sus casi cinco décadas de existencia.

Esta memoria, inevitablemente, va de la mano de una conciencia por sobre lo colectivo que nunca fue abandonada por la cultura hip hop. Es un ambiente donde la creación, en su mayor parte, corre por cuenta de colectivos más que de individuos particulares. La identidad comunitaria y solidaria en el género puede notarse claramente a simple vista: las colaboraciones, las discográficas independientes, las crews (unidad fundamental en el hip hop en múltiples sentidos).

Incluso en el costado competitivo del hip hop, ya sea en batallas de rap, que requieren de una pluralidad, de un colectivo, así como en lo que refiere a rivalidades clásicas entre referentes del género, cuestiones más escasamente vistas en otros ámbitos. Sin ir más lejos, han sido colectivos (no bandas, sino crews) algunos de los que han revolucionado distintos aspectos de la cultura hip hop en diferentes momentos.

Desde la explosiva influencia de La Conección Real o La Mundialista, que marcaron un antes y un después en el rap argentino, hasta Griselda, el colectivo estadounidense que reseteó una cantidad de cuestiones estéticas y sonoras en los últimos años, pasando por The Fabulous Five, referentes del graffiti neoyorquino. Especialmente, además, considerando la importancia histórica de colectivos como Zulu Nation en los inicios de todo esto que hoy tan livianamente llamamos hip hop.

Por ser valores identitarios, son valores inherentes, casi reflejos involuntarios, de esta cultura. Esto no quiere decir que no requiera trabajo sostenerlos: sabemos que en la actualidad, especialmente, en un momento en el cual la industria musical internacional no le ha tomado la mano sino el brazo entero al mundo del cual hablamos, quizás más que nunca se vuelve trascendental no olvidar que lo importante es qué es el hip hop, tomando distancia de una tendencia a pensar el “para qué sirve” y ser utilizado a modo de base para llegar a objetivos que lejos se encuentran de la identidad rapper. En todos los puntos del mundo donde hay hip hop, hay memoria, hay comunidad, y hay valores. Es solo una cuestión de no perderlos de vista.

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