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Sergio Marchi

"Mientras más se propague la obra de Spinetta, mejor será el planeta"

Cronista: Augusto Fiamengo | Fotos: Gentileza: Prensa

01 de Junio, 2020

"Mientras más se propague la obra de Spinetta, mejor será el planeta"

El periodista y escritor conversó con Revista El Bondi acerca de Ruido de magia, la biografía oficial de Luis Alberto Spinetta publicada a fines de 2019. “Fue como recibir la 10 de Maradona”, aseguró Marchi en referencia al desafío de escribir sobre el legendario músico fallecido en 2012.

Lo que son las cosas… Le hice una nota a Spinetta de una hora y media que casi no se usó para televisión, donde Luis repasó su obra con mucha gracia. Esa nota me la guardé”. Sergio Marchi no imaginaba en ese momento que la charla con el músico se convertiría años más tarde en la columna vertebral de Ruido de magia, la biografía oficial de uno de los artistas más trascendentales de nuestro país, publicada en noviembre de 2019 por Grupo Planeta.

La primera edición del libro se agotó, pero el éxito de ventas no sorprendió al periodista y escritor. “Lo esperaba y lo deseaba. Sé que Planeta hizo una tirada muy grande, pero sí me sorprendió que se agotara tan rápido. Entiendo también que había mucha avidez por una biografía oficial de Luis que abarcara toda su vida”. Marchi reconoce la importancia de algunas trabajos previos relacionados con el músico como “Spinetta: Crónica e iluminaciones”, de Eduardo Berti (en coautoría con Luis) y “Martropía: conversaciones con Spinetta” de Juan Carlos Diez. “Yo me apoyé mucho en esos dos libros”, señala el periodista.

A lo largo de más de tres años y con decenas de entrevistados, Marchi construyó un trabajo minucioso sobre el músico al que vio por primera vez en el programa televisivo “Rock en Teleonce” a comienzos de los años ’70, y por el que desfilaron entre otras bandas Pescado Rabioso e Invisible. Uno de los compilados de música beat que consumía por aquel tiempo lo puso en contacto a temprana edad con “Muchacha (ojos de papel)”, “un tema omnipresente en 1970”, y su bautismo de fuego en vivo llegaría con los míticos conciertos que ofreció Almendra en el Estadio Obras en diciembre de 1979.  

Pero el trabajo de Marchi no se agotó con la publicación del libro. Recientemente creó en su perfil de Spotify un playlist con las canciones citadas en Ruido de magia, capítulo por capítulo,  “para tener la referencia musical a un click de distancia”.        

-¿De qué manera surgió la posibilidad de escribir una biografía sobre Spinetta?

-El libro surge en parte porque Dhani Ferrón (músico y amigo de Spinetta) me llamó en 2010 o 2011 para contarme que Luis llevaba el libro de Pappo que yo le regalé (Pappo. El Hombre Suburbano. Planeta, 2011) y se cagaban de risa con algunas anécdotas que aparecen allí. Entonces pensé: “Bueno, si a Luis le gustó, en una de ésas, quién te dice…”. La primera vez que lo entrevisté fue en 1983, cuando estaba promocionando el disco Mondo di Cromo, y siempre tuve muy buena relación con el Flaco. Pero proponerle hacer un libro sobre él era como pedirle la mano (risas). Poco tiempo después me enteré por distintas vías lo que estaba pasando con su salud, y la noticia de su muerte me agarró completamente desprevenido, fue devastadora. Se trató de un golpe muy duro tanto para mí como para todos los que estamos en esto. El proyecto del libro durmió una larga siesta, hasta que un día me despertó y dije: “Tendría que hacer algo, tendría que hacer algo…”. A través de un amigo me contacté con su hija, Catarina Spinetta, nos juntamos y charlamos sobre la propuesta. Ella lo conversó con sus hermanos y con su mamá, Patricia Salazar, y me comunicó: “Ya es hora de que papá tenga una biografía oficial”.

-¿Cómo fue la elección del título del libro?

-Yo tomé tres decisiones. La primera fue hacer el libro. En segundo lugar, tenía que contar con la participación de la familia, porque de otro modo el espíritu de Spinetta no iba a estar presente en este trabajo. La tercera fue el título, Ruido de magia (N.de la R.: Nombre de la canción incluida en El Jardín De Los Presentes, 1976, el tercer disco de Invisible). Fue el primero que se me ocurrió, pero decidí no quedarme con la primera idea ya que Luis tiene miles y miles de títulos. El libro se iba a llamar de otra manera, pero al final, cuando fuimos a la casa de Luis en la calle Iberá a ver el tema de las fotos con Cata y Patricia, Cata me dijo: “Sergio, no me gusta el título, es muy largo”. Entonces le mandé una lista donde estaba Ruido de Magia en primer lugar, y le gustó.

-Contar con la autorización y la colaboración de la familia del protagonista del libro, ¿condiciona en algún punto?

-La verdad es que laburé muy bien con la familia de Luis. No existieron condicionamientos, pero ciertas cosas teníamos que conversarlas. Por ejemplo, la lista de invitados para participar del libro. Al comienzo teníamos una lista inmensa y Cata me dijo: “Sergio, no vas a poder. Son muchos”. Consulté varias cosas con ella en el medio, porque tiene una mirada muy piola y directa, un poco como la que tenía Luis pero sin tanta poesía. Cata, Patricia y Ana (hermana mayor de Spinetta) fueron los puntales. Las charlas con Ana y Gustavo -hermano menor de Luis- fueron de un nivel de emoción tremendo. Pero nadie me pidió “no digas esto, o no digas lo otro”, porque la verdad es que no hay mucho que ocultar en Luis Alberto, es bastante transparente. Por supuesto que existieron decisiones que tomé solo y después le consulté a la familia, porque siempre es bueno conversar con Cata o Patri.

-¿Cuáles fueron las principales sensaciones que te acompañaron a lo largo del trabajo?

-El laburo fue enorme y difícil, hubo gente que no quiso hablar o quienes al comienzo fueron remisos a hacerlo. Tuve que hacer mucha investigación periodística porque ciertas cosas no estaban documentadas. Determinados momentos fueron epifánicos y en otros pensé que no iba a poder completar todo el plan de entrevistas. Cuando hacés una obra de estas características, el laburo es titánico y llega un momento en donde experimentás una fatiga. Con el libro de Pappo me pasó algo parecido, en un momento determinado dejé el trabajo porque me pareció que era demasiado. Otro momento difícil llegó en el último tramo del libro. Vos sabés el final, Luis se muere y lo que menos querés es que se muera de vuelta cuando estás escribiendo. Pero finalmente todo fluyó, salió bien y se lo atribuyo a Luis. Él me dio una mano sin que yo lo supiera. Estoy orgulloso y contentísimo del libro.

-Investigaste y escribiste sobre las vidas de Charly García, Pappo y Spinetta. Son artistas con fuertes personalidades, que se cruzaron en diferentes momentos de sus vidas.

-Ellos se encuentran todo el tiempo, en distintas situaciones y con distintas modalidades. Luis y Pappo eran amigotes a finales de los ‘60 y comienzos de los ‘70. Al ver tocar a Pappo, Spinetta se animó a hacer solos de guitarra y hay muchos yeites de Luis que tienen la influencia del Carpo, pero que el Flaco hace a su manera, como siempre hizo todo. Después se distancian un poco, pero siempre hubo una onda entre ellos. Luis y Charly ya fueron otra cosa, porque en un momento determinado eran como Boca y River, y finalmente se juntaron para demostrar que el rock no tiene nada que ver con el espíritu del fútbol, que no hay rivalidades de ese tipo. Intentaron hacer un disco juntos, pero en ese momento no se podía por cómo estaba Charly. Y entre Charly y Pappo siempre hubo como una especie de distancia, pero hacia el final de la vida del Carpo se encontraron y cuando le regalé el libro que escribí sobre García (No digas nada: Una vida de Charly García, 1997), me dijo: “Con Charly está todo bien”. En algún punto el rock es como una hermandad.

-A lo largo del libro queda de manifiesto la obsesión de Spinetta por no repetirse y lograr que cada disco se desmarcara de los anteriores.

-Todo artista tiene la tozudez de querer ir hacia adelante. En Luis, ese rasgo era casi patológico, lo llevó al extremo: “Hice un disco ‘así’, y ahora el otro tiene que ser totalmente distinto”. Te diría que la banda más armónica de todas, la que tuvo una curva más elegante de evolución, fue Invisible. Porque en Almendra, Pescado Rabioso, Spinetta Jade e incluso en Los Socios del Desierto está más presente ese estilo rupturista. Luis sentía algo de culpa, al estilo “No le puedo dar a la gente un disco que sea igual al anterior, porque me estoy repitiendo”. Tenía una integridad como artista…

-¿Qué comentarios recogiste de aquellas personas que leyeron Ruido de magia?

-Leo los comentarios de todos los lectores y noto en ellos mucha emoción, agradecimiento y cariño hacia Luis. Leo todo y cada cosa te pega de una manera distinta. Vi también cierta mala leche de algún lado. Pero en definitiva estoy muy contento con este libro, las devoluciones son muy lindas. Me alegran dos cosas: por un lado, haber acompañado a mucha gente durante la cuarentena y hacerle un poco más llevadera esta etapa tan difícil, y por otro lado, haber acercado a muchas personas a Spinetta. Es gente que por ahí se compró el libro porque nunca lo entendió y quiso entenderlo, o tuvo ganas de acercarse a su mundo. Mientras más se propague la obra de Spinetta, mejor va a ser el planeta. Ruido de magia es mi granito de arena.

-A través de tus redes sociales, unos días después de la salida del libro hiciste una mención especial a León Gieco. ¿Qué importancia tuvo durante el trabajo con Ruido de magia?

-En su momento, cuando me cansé del libro de Pappo, Spinetta me hizo recuperar el entusiasmo con una entrevista que hicimos. Lo mismo sucedió con León en este caso. Yo sabía que él iba a hablar, pero además tuvo un hermoso gesto conmigo. Me dijo: “Te paso a buscar, vamos a comer y charlamos”. Me llevó al lugar donde arrojaron las cenizas de Luis, al lado del Parque de la Memoria. Después fuimos a comer y conversamos sobre el Flaco, Charly y su propia vida. Estuvimos juntos como cuatro o cinco horas y finalmente me trajo de vuelta a casa. ¡Y es León Gieco, el tipo que yo escuchaba cuando era un pibe! Me cargó de entusiasmo para acometer la segunda mitad de las entrevistas, que fue lo más difícil del libro. En ese momento me cambió el tanque de oxígeno. Después vino a la presentación y estuvo muy amable con todos. Para mí es un lujo tener cerca a León.

-En los ‘90 hubo una renovación en la escena del rock argentino. Por ejemplo, la aparición de lo que los medios bautizaron como “rock barrial”. ¿Cómo se llevaba el Flaco con las novedades de aquella época? ¿Les prestaba atención?

-Me parece que Spinetta estaba al tanto, pero no se identificaba mucho. Uno vez Ciro Martínez me dijo que se encontró con él y Luis le tiró muy buena onda. Después, sin querer, le hice de puente con La Renga. Spinetta habla sobre La Renga en mi libro El Rock Perdido (El Rock Perdido, De los Hippies a la Cultura Chabona, 2005), donde rescata a la banda y creo que también menciona a Los Piojos. Un tiempo más tarde me llegó un mensaje del grupo en el que estaban muy contentos de que Luis los hubiera mencionado y se ilusionaban con la posibilidad de juntarse a zapar con él. Es una pena que eso no haya sucedido. Pero el Flaco veía cosas que se deberían haber detenido mucho tiempo antes, relacionadas con el bardo que hacía la gente en aquél momento: la violencia en los shows, el reviente, el mamarse e ir con el espíritu de un barrabrava a ver un recital de rock.

-¿Quiénes notás que en la actualidad, de una manera u otra, empuñan la antorcha de Spinetta?

-Veo a muchos que tienen cositas de Spinetta. Pero por momentos no sabés si son de él, o son de Cerati, y me parece que eso es lo bueno. Para mí la mejor manera de empuñar la antorcha de Spinetta es llevar la de uno mismo, tener la propia. Creo que el tipo que continúa un poco el legado de los grandes es Lisando Aristimuño.

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