Hugo Lobo
Hugo Lobo: "Es muy incierto el futuro de los músicos"
19 de Mayo, 2020
El prolífico trompetista nos adentra en sus múltiples actividades: música, deporte, solidaridad y conciencia social. Más allá de la incertidumbre del rubro aclara: "hay cosas más graves con gente que no tiene para comer".
Una cuarentena bien activa para Hugo Lobo lo encuentra ahora lanzando nuevo simple solista, producto de su último viaje a Reino Unido. “Don’t say away”, clásico de Phyllis Dillon, es el tema elegido en esta ocasión, junto a la voz de Carroll Thompson, quien ya había colaborado con el trompetista en aquel maratónico y brillante Non Stop (2011) de su Dancing Mood.
“Vengo haciendo esta práctica desde 2009, grabando para Dancing y aprovechando mis viajes a tocar de forma solista. Es una manera de grabar con gente que voy conociendo y con otros con los que ya tengo gran relación, de la vieja y la nueva escuela. Con Carroll tomamos la decisión de hacer un pequeño tributo a Phyllis Dillon, esta es la primera canción que sale”.
-Desde hace muchos años ya que también conocemos tus propias composiciones, ¿cómo conviven con los clásicos de la música que seguís grabando?
-Desde el principio de mi carrera recreo canciones olvidadas más algunos clásicos. Con el tiempo se fue equiparando la cuestión con los temas propios, fue natural. Desde que empecé a componer nunca paré, estamos empezando a grabar a la distancia el disco de Dancing Mood con temas propios, que por cierto no es algo extraño para mi grabar así ya que lo hice siempre, no es algo nuevo para mí esta metodología obligada de estos tiempos.
-¿Todos temas propios escucharemos en lo nuevo de la banda?
-Sí, todos propios e instrumentales. Tal vez pueda surgir alguno cantado pero por el momento no.
-¿Cuáles son los ejes que diferencian al proyecto solista de lo que siempre hiciste liderando Dancing Mood?
-Uno es más orquestal y el otro más rústico. La elección de un cover es diferente y la composición también. A Dancing Mood lo veo como una orquesta, como una mini big band, y lo otro es más tradicional. La forma de tocar también cambia, Dancing además se lo puede coquetear con el soul, con el jazz.
-Esta esa cuestión de cantidad de músicos.
El formato y la cantidad nacieron por el trasfondo que tiene el proyecto en sí, que es viajar por todo el país con músicos de cada lugar. Siempre fue menos caótico tener un combo chico, respecto al armado, a ensayar, es más seguro todo. Tiene más que ver con eso, y no con las ganas de estar con menos gente. De no ser por eso Dancing hubiese viajado por todo el mundo, al menos por Latinoamérica mucho más de lo que lo hizo. Es uno de los grandes impedimentos, son muchos los costos.
-¿Ese fue el gran freno de la banda en su momento de mayor exposición?
-Eso y la independencia. Para que alguien apueste e invierta esa cantidad de billetes tiene que tener la certeza de que es un producto que va a explotar. Al ser independiente, no tener discos editados en el exterior, ni rotación o convenios con multinacionales, para quien tiene que poner guita no es seguro.
-Siempre remarcaste esa elección por convicción de la independencia. ¿Has llegado a planteártelo cuando veías esas trabas que tal vez podían cortar el crecimiento de la banda?
-No, no me lo plantee. Hubo un montón de ofertas hasta que desistieron ante la negativa de siempre, o hasta que yo empecé a tener la oportunidad de decirlo en algunas notas que era por decisión propia. Creo que a la larga para mí fue una gran elección: la banda nunca bajó la cantidad de gente que va a los shows. Conozco un montón de bandas que han viajado, sonado en la tele, llenado lugares grandes y hoy están en la casa hace cinco años mirando la tele, sin actividad, o conoces dos canciones que tuvieron rotación y chau, ya nadie les da más bola. Dancing creó como un mito, y como te decía antes yo tuve la suerte de viajar por todos lados y es como algo que se espera un montón. Crea como eso casi imposible y esa expectativa que sin querer genera mucha más expectativas. Y repito, es una banda que hace más de quince años que toca todos los fines de semana y lleva mucha gente todos los fines de semana, no conozco una banda de una multinacional que pueda lograr eso.
-Y tal vez ese sea en su caso el secreto para perdurar.
-Totalmente. No es una estrategia pero evidentemente no es una mala decisión.
Siempre con la música como principal estandarte, Lobo fundó en Atlanta, el club sus amores, la Orquesta Vamos Los Pibes, que desde hace muchos años les brinda un lugar de contención a niños de familias de escasos recursos, y la posibilidad de empezar a jugar con instrumentos musicales dentro de un marco donde lo social es el objetivo mayor. “Es algo que nutre mucho, una de las cosas que más me llena, poder compartir eso, ver el cambio y la evolución de los chicos en cuanto a la música”, se sincera de emoción el músico. “Tener la satisfacción de ver a pibes y pibas que terminan su ciclo en la orquesta por la edad y muchos van eligiendo el camino de la música, entrando a un conservatorio o estudiando su instrumento en profundidad, es hermoso. En Vamos los pibes todo es más didáctico, lúdico, un recreo, un lugar de esparcimiento, que merienden juntos”.
-Resalta más que nada la cuestión social.
-Es lo que es, sin dudas, es más social que musical, pero luego muchos terminan eligiendo ese camino y es genial. Ahora estamos en una situación muy difícil, no pudimos arrancar las clases y hay muchos chicos y familias que están hasta las bolas. Gracias al club Atlanta, a mucha gente de la comisión que se copó, estamos llevándole viandas semanalmente a cada una de las familias de los chicos. Por eso entonces la música queda ya en otro plano.
-¿Cómo nació tu gran amor por Atlanta?
-Del lado de la familia de mi vieja. Mi abuelo y toda su familia, todos hinchas de Atlanta. Mi viejo perdió la chance de que me haga de Boca por ser músico y salir de gira cuando yo era chiquito, pero al menos son los mismos colores. Mi abuelo me llevaba a la cancha cuando tenía cuatro meses, era un bebé en un cochecito durmiendo y la gente le decía “¿Que hace acá? ¡Es una locura!” (risas).
Además de su amor por esos colores, Hugo Lobo tiene una rica historia practicando deportes. Mucho básquet de niño y adolescente (hasta que una agresión a un juez terminó abruptamente su carrera con una suspensión), y el boxeo que ya lo lleva consigo hace doce años. “Antes de que empiece esto venia entrenando mucho. Entre los 19 y 27 tuve un parate que me hice mierda, cuando dejé de jugar el básquet. Después agarre el boxeo y hoy en día entreno todos los días, incluso ahora en cuarentena. Cada vez cuesta más arrancar pero una vez que estoy en el baile es algo que me gusta mucho, trato de tomarlo como una rutina, y me hace sentir bien. El básquet por su parte es una deuda pendiente que ya no tengo con quien jugar”.
-¿Sigue la suspensión?
-No sé, tendría que probar, al menos que me dejen jugar en la Liga de vetaranos (risas).
-Jugaste en muchos clubes.
-Jugué mucho, en Pueyrredón, Deportivo San Andrés, Vecinal de Villa Adelina, 17 de Agosto y terminé mi carrera catastróficamente en Círculo Urquiza.
-Buenos equipos aquellos, eh.
-En San Andrés era todo muy top, mi entrenador era Gonzalo García (reconocido entrenador de Liga Nacional y ayudante muchos años de la Selección Argentina), y el de la primera era León Najnudel (una eminencia, fundador de la Liga Nacional de Básquet). Cuando jugaba en Pueyrredón el clásico era 17 de Agosto y eran batallas campales cada partido, de hecho yo termino mi carrera pegándole a un juez porque para mí era algo normal pegarnos en masa todos los partidos: yo antes iba a un club y terminaba saliendo corriendo mientras te rompían los vidrios del bondi. Mis viejos no iban a verme, les tenía prohibido porque eran batallas campales, una locura. Después cuando pasé a clubes mejores como San Andrés y Urquiza eso ya no pasaba, pero ya venía de la otra escuela y entonces lamentablemente quedaba en evidencia.
-¿Cómo te encuentra a vos esta cotidianeidad de la cuarentena?
-No me agarra de sorpresa por lo que decía antes respecto a la forma de grabar. Sí es extraño no tocar en vivo para mí que estoy acostumbrado a tocar tres veces por semana desde que tengo 15 años. Tengo muchísimas cosas que hacer en lo artístico y lo sigo haciendo, estoy ocupado, una vez por mes sacando un tema nuevo, más el disco de Dancing que se está gestando. Cambió mucho todo y está muy incierto el futuro de los músicos, es una situación extraña. La entrada económica que llega desde tocar en vivo desapareció, y para los músicos que solo nos dedicamos a la música la cosa se complica.
-Esto desnuda muchas cuestiones que suceden en la música desde el plano laboral.
-Sí, y también desnuda mucha hipocresía y mucho oportunismo. Hay músicos que solamente viven de tocar en vivo cuando los contratan, y si eso no pasa no cobran un sorete de SADAIC ni nada, no tiene ningún otro tipo de entrada el músico de profesión. Uno capaz cuando piensa en músicos piensa en Abel Pintos, Diego Torres, gente que tiene un pasar económico muchísimo más duradero y sustentable en este parate, podrían estar varios años así. Hay gente que no tiene casa propia y ahora no tiene para pagar el alquiler, somos un montón de músicos a los que nos pasa eso. Pero por otro lado no estamos en la misma situación que las familias de Vamos los Pibes, gente que no tiene donde vivir, no tiene para comer y tiene que hacer una fila de 200 personas para un plato de sopa. Entonces, viéndolo de esa manera, no hay ninguna desesperación por salir a tocar, al menos de mi parte. Hay cosas mucho más graves, y más allá de que sea nuestra profesión, uno tiene un techo y plato de comida todos los días.