Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Eduardo de la Puente

Eduardo de la Puente, el sobreviviente

Cronista: Fernando Villarroel | Fotos: Candela Glikin

01 de Junio, 2018

Eduardo de la Puente, el sobreviviente

El histórico conductor de la Rock & Pop vuelve con Monsters of Rock, en el que intenta mantener vivo, desde su trinchera, el espíritu clásico de la emisora. Entretenimiento, música y su relación con la crítica.

Eduardo de la Puente ya no es el que era. No es aquel joven periodista que supo hacer sus primeras armas en gráfica, ni el que conoció las luces y las mieles de la fama por integrar dos éxitos como Caiga Quien Caiga y Cuál es? El de la Puente que hoy peina canas sabe que es el último bastión de la Rock & Pop y entiende que forma parte de un negocio, disfruta de hacer música sin perseguir el éxito comercial y pareciera comprender a la perfección lo verdaderamente importante en la vida. Posiblemente, de la Puente ya no quiere ser el que era, porque entiende que ésta es una versión más completa del hombre que supo ser.      

-¿Qué se siente volver al vivo de la Rock & Pop?

-Está bueno. De hecho, lo venía experimentando un poco con Clásico de Clásicos (sábados, de 16 a 20), que inicialmente era grabado. Luego alternamos entre vivo y grabado. La interacción con la gente está buena, lo espontáneo y repentino también es agradable.

-¿Y cómo sentiste la reacción de la audiencia?

-Lo que pasó con Clásico es que, durante todo el verano, hubo una suerte de ansiedad en la audiencia, porque no se sabía qué iba a hacer en la radio (algo de lo que no me había percatado). Pero que, de una semana a la otra, y luego de anunciar que lo iba a conducir, hubo una respuesta muy positiva. (Sin embargo) Cuando se supo que iba a estar al frente de Monsters of Rock (martes, de 22 a 00), la repercusión se multiplicó por mil, debido al estilo de música.

-Algo así como una revancha para la vieja guardia de oyentes…

-Claro, hubo un rebote increíble entre esos que no habían dejado de escuchar la Rock & Pop, pero que extrañaban ese quilombo; porque la verdad es esa: Monsters es rock pulenta, fuertecito (risas).

-Hablando de vieja guardia, ¿te das cuenta de que sos uno de los últimos bastiones de la Rock & Pop histórica?

-Me lo recuerdan todo el tiempo. En realidad, soy uno de los miembros de eso que llamo “pueblos originarios” dentro la radio, de los que estamos desde la 106.3. Quedamos tres –Jorge Acosta, editor de video, y Marcelo Martínez, musicalizador-, pero soy el único que está al aire. Y sí, soy lo que quedó…

-Siguiendo con el tema, ¿cómo vivís la situación de ser “el último sobreviviente”? En una entrevista a La Nación reconociste que no eras nostálgico.

-Es que no lo soy. Me gusta la música que pasamos, tengo discos de las bandas que ponemos al aire. Pero no es que extrañaba este tipo de programas en la emisora y añoraba que en la Rock & Pop sonara esto. Ya está, las cosas cambiaron y es un “adaptáte o andáte a la mierda”. Lo que sí, notaba en cierta parte de la audiencia una necesidad de revivir ese espíritu en esa frecuencia y en la radio, en general.

-La radio, hoy, ¿está demasiado homogeneizada? ¿Sentís que se le puede dar una vuelta de tuerca más?

-Sí, siempre. Quiero mucho a la Rock & Pop, pero ya no me embandero como en otras épocas, ya no la voy a defender a muerte. Repito, la quiero mucho, la “amo” y seguramente la siga defendiendo, pero en otro momento hubiera dado la vida y hoy ya no. Me parece buenísimo que esté Beto Casella, a la radio le está yendo mejor al aire, entra más guita, con lo cual, se pueden comprar cosas y mantener los sueldos -más o menos- al día. Y eso está buenísimo, pero no voy a defender a Casella dentro de la Rock & Pop.

-Dijiste “mataba por la Rock & Pop”. ¿Te costó entender que esto es un negocio?

-No, igualmente, lo aprendí tarde, en los últimos cinco años. Hace poco se me fue la parte idílica por la radio, después de ver cómo fue vejada, vaciada y destruida. Entendí que es una radio, nada más, y no una persona.

-Aunque la compongan personas…

-Sí. Es que la Rock & Pop es, bah, era su gente a la hora de hablar de aquel espíritu de la emisora. Esto es un laburo y un negocio. Ya está, es así; puedo tener un equipo hermoso, pero si alguien compra el medio y lo quiere poner primero, seguramente, empiece a rajar gente y a contratar a otros. Por suerte, hasta ahora no me tocó transar, los tipos dejan que sea yo y, posiblemente, el negocio sea ese.

-Haces hincapié en los últimos años, pero tenés una carrera bastante extensa. ¿Fueron más los momentos de goce que los de amargura?

-Sí, absolutamente. En líneas generales, la pasé muy bien y me divertí mucho, algo que es esencial para el laburo; obviamente, sabía desde antes que era un negocio, pero cuando me refiero a los últimos tiempos que me tocó atravesar, hablo de lo despiadado que puede llegar a ser todo esto, como rajar 80 a personas de un día para el otro.

-En tu biografía de Twitter ponés en primer lugar tu rol de presentador de Clásico, después guitarrista y por último escritor. Luego de casi toda una vida guionando, ¿te sentís mejor presentador y músico que escritor?

-Ese es un orden caprichoso de cosas. De hecho, me inicié escribiendo y los libros que publiqué –especialmente, los de cuentos y la novela- son como los discos de mi banda, los amo profundamente, los valoro y sé que no cualquiera puede hacerlo con la satisfacción que lo hice.

-Otra de las particularidades de esa biografía es lo que afirmás: “Nada realmente útil para la humanidad”. ¿En qué momento sentiste que trabajar la modestia te salvó de enceguecerte por la fama?

-Nunca tuve que laburar la humildad, porque tengo la autoestima bastante baja. Creo que está bueno lo que hice, pero tampoco le salvé la vida a nadie (risas). Empecemos por lo artístico: escribir, tocar, conducir, producir. Está bueno, pero es entretenimiento y si la humanidad tuviera que achicar costos, justamente, esto sería lo primero que sacaría. Prefiero menos entretenedores y más médicos y maestros. Si tengo que hablar de gente útil para la humanidad, no empezaría por mí.

-Sin embargo, en un momento, supiste estar en las primeras planas de los medios. ¿Alguna vez te mareaste con eso?

-Antes que nada, nunca confundí trabajar en televisión con ser parte de ella; a la gente que me dice “vos sos el de la tele”, le respondo “no, yo trabajo ahí”. Será más maquillado, o no sé qué, pero es un laburo. La gente de la tele, por lo general, camina 30 centímetros por arriba de la realidad, y es problema de ellos. Yo no soy así.

-No te creíste nada…

-Nunca desperté fanatismos, porque nunca me subí a eso. Siempre se me dio una cuestión de identificación con la gente. Eso de decir “somos iguales”; realmente lo creo. No es que la voy de humilde para que no me jodan. Siempre fui menos que mi reputación (risas).

-En todo esto, ¿qué lugar ocupa tu rol como músico?

-Hace 17 años que estoy con Tristemente Célebres. Todo comenzó como un hobbie, como una zapada, en realidad. Nos juntamos, empezaron a salir unos temas, después la idea de sumar un guitarrista en serio, un cantante y así. Todo fue como una gran bola de nieve que nos fue llevando. De hecho, ahora estamos como “recuperando el tiempo”, porque estuvimos un año parados -debido a problemas de salud de uno de los integrantes-. La idea es darle muy duro y labur fuerte, sin perseguir la fama ni nada de eso.

-Estás en una etapa plena de disfrute.

-Hacemos música y nos comprometemos porque nos gusta. Ninguno vive de esto. Para mí, hacer música es necesario, mi vida sería muy triste si no lo hiciera, esto es felicidad.

-Hoy sos músico, pero supiste ser un crítico y estar del otro lado del mostrador. ¿Qué te pasó cuando leíste las primeras opiniones sobre de TC?

-Todo fue bueno y no lo podía creer. Primero, hace tiempo me bajé de la crítica, porque me parece que ese laburo está mal encarado. Nadie tiene con qué ser crítico de arte, por más que seas un erudito en la materia, todo se filtra a través del gusto personal. Entonces, hablaría más del término “orientadores”. Pero el crítico, en general, tiende a querer saber más que el propio músico o a querer analizar el sentimiento del público frente a una obra.

-¿Ese fue el motivo por el que te bajaste?

-Tengo excelente relación con bandas que no me gustan, y ellos lo saben, pero el secreto está en que no hago valoraciones artísticas sobre su trabajo. O sea, les digo: “Cacho, mirá, lo que haces no me gusta, pero quizás está buenísimo para mucha otra gente”. Con la Bersuit tengo una relación buenísima, en la que nos cagamos de risa, pero ellos no me gustan para nada. Hay respeto de ambas partes.

-Relacionando esto con TC, ¿sentís que te ganaste el respeto de otros músicos?

-Recién ahora me estoy considerando músico, era un título que sentía me quedaba grande. Podré ser un músico de mierda o uno buenísimo, pero lo soy.

-¿Hubo alguna crítica de la que te arrepintieras por cómo trataste a alguien?

-No, en realidad, todo fue más bien una epifanía (risas). Pasa en todas las áreas, porque está buenísimo saber la teoría, pero no creas que te las sabés todas, un poco de respeto. Además, hay una ley universal que dice que es más fácil decir que hacer. Por eso, de movida, el crítico tiene que saber que está en la fácil.

-Nunca hiciste valoraciones sobre lo artístico, pero sí hablaste sobre lo que te parecían las presentaciones de Los Redondos…

-A ver, eso fue una combinación entre valoración personal y análisis objetivo. Para mí, un concierto es un concierto y una misa es una misa. Un concierto no se puede ver a 300 metros del escenario, ni se pueden tener condiciones miserables para ir a escuchar a una banda, por más buena que sea. Todo eso me parece una falta de respeto hacia tu público, que es el que te da de morfar. Ahora bien, nunca dije que la banda fuera una mierda, porque -de hecho- me gusta la música del Indio. Sí cuestioné que al tipo se le rindiera pleitesía, cuando medio que se cagaba en otros.

-¿Cómo ves la escena local?

-Veo a los músicos preocupados, porque no venden discos, como pasa en todo el mundo, porque tienen que replantearse la forma de laburar, porque ya no es como antes. Hoy, a menos que seas Calamaro, olvidate que una discográfica te edite. A su vez, Internet modificó la vara artística. Cualquiera puede ser escuchado, eso está buenísimo, pero no cualquiera va a poder vivir de la música.

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