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Tangócratas

Pablo Marchetti: "El tango ocupa un lugar de trinchera"

Cronista: Lucas González | Fotos: Candela Glikin

04 de Mayo, 2018

Pablo Marchetti: "El tango ocupa un lugar de trinchera"

El escritor, periodista y músico presenta Tangócratas, su nuevo proyecto.

Las manos de Pablo Marchetti se mueven. Gesticulan. Disipan el aire. Empujan una pinta de cerveza negra hacía su boca. Construyen figuras amorfas, que nacen y mueren en cuestión de segundos. Van de un lado para otro. No descansan. Como él, que sentando a una mesa del bar El Hipopótamo, una tardenoche de abril, habla sobre Tangocrátas, el dueto que formó con el guitarrista Rafael Varela y que presenta su disco debut y homónimo este sábado, en Palermo. Un proyecto más, que se suma a los dos programas de radio que conduce (Hoy lloré canción, por La Once Diez, y Jóvenes de ayer, por AM 750), a su participación en Crónica TV (Posverdad), a la columna en el Diario Perfil y al reciente Conjunto Falopa’s Electro Fogón Experiencie (escisión de Conjunto Falopa), que comparte con Juan Krymkiewicz y Gonzalo Duro.



-¿Quién es Pablo Marchetti?

-Soy un tipo que hace lo quiere, básicamente. Lo que le gusta, que tiene que ver con la escritura, con epicentro en la poesía. De ahí se disparan una multiplicidad de cuestiones, donde convive una permanente tensión entre arte y comunicación. Odio laburar. Y me di cuenta que para vivir sin trabajar hay que dedicarse muchísimo a cada una de las cosas que uno hace.

-Como al periodismo, oficio que te llevó a integrar la redacción de La Maga.

-Sí, y con gente de mi edad, que a los 23 años tomaban decisiones muy fuertes sobre la edición. Fue una coyuntura favorable, ya que la revista tenía una gran repercusión, con lectores fieles, que me permitió entrevistar a Charly García, Soda Stereo, Leonardo Favio y Osvaldo Soriano. Esa fue mi verdadera formación periodística -NdlR: la revista cerró en 1998, tras 350 números-.

-Donde tenías de editor tenías a Carlos Ares.

-Sí, además fue el fundador. Después me lleva a Radio Ciudad, donde estoy ahora. Carlos es un tipo al que admiro mucho, porque es muy bueno escribiendo. Disfruto mucho leyéndolo. De él aprendí a delegar, a no estar encima de todo. Supo armar un grupo increíble. Aprendí mucho, como a confiar en la otra persona y a no entrar en juegos de egos.

-¿Eso lo aplicas en la música, por ejemplo?

-Lo aplico absolutamente a todo. Es una enseñanza que te ayuda a saber manejarte, a elegir el momento en el que ponerte en el centro del escenario o cuando tenés que hacerte a un costado.

-Retomando el inicio de la entrevista, ¿hoy está equilibrada la balanza entre arte y comunicación?

-Sí. Hoy tengo, respecto al año pasado, mucha más exposición. Pero estoy demasiado seguro de todo lo demás. Y delego un montón de cosas, sabiendo cuál es mi momento para cantar o cuándo participar en ideas y conceptos. Trabajo con músicos excepcionales, y buena parte de lo que hacemos pasa por ellos.



-En relación al tango, afirmaste que fue una de las pocas cosas que mamaste de tus padres y que no desechaste en la adolescencia. ¿Por qué?

-Tiene una poética urbana que me alucina. En su momento no lo veía tan claramente, no podía conceptualizarlo. Pero siempre tuve en claro que que se trataba de poetas. Que Homero Manzi estaba a la altura de Juan Gelman. Homero Espósito también. No había diferencia entre un letrista de tango y un poeta.

-Pero a esa conclusión llegás con el tiempo, ¿no?

-Claro, por eso el tango no cayó en el parricidio adolescente: iba a ver a (Horacio) Salgán al hall del Teatro San Martín y después a Cemento. Había un universo poético, no sólo literario. Tenía una coherencia.

-Entonces, el rock y el tango no te eran mundos ajenos.

-Para nada, convivian. Igual, si hoy es una trinchera, el tango en los ‘90 era un páramo. Escucharlo tenía algo de heroico, de contracultura, de resistencia. No había tantos cruces, como hoy, que es más normal. Era otra cosa, una muy freak.

-¿Qué lugar ocupa actualmente?

-El mismo que antes, de trinchera, pero un poco más amplia que aquel entonces. Está atravesando un momento bastante parecido al que vivió el rock en los 60, cuando el lugar emblemático era La Cueva, lo que hablaba mucho de la escena. Hoy el tango está en una cueva.

-¿Es bueno o malo?

-No lo sé. Es lo bueno y malo que tiene un lugar donde no aparece el mercado. El tango hoy es un espacio sin mercado. En realidad, sí lo hay, pero es muy chico y tiene que ver con una búsqueda de determinados clichés, y está todo bien. Hay público para todo. Como ocurre con el pop, existe un tango prefabricado, que sólo puede tocar tangos escritos hace 60 años. No puede puede salir de ahí ni innovar nada. La falta de mercado te saca de la fórmula. Porque no existe. Si está, la seguís, es algo de lo que te aferrás. En cambio, en la trinchera no está esa seguridad, entonces hay una libertad enorme. Por eso, si total te va a ir mal, hacé lo que se te cante.

*Sábado 5 de mayo en Borges 1975, Jorge Luis Borges 1975. A las 19.

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