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Mario Breuer

Mario Breuer: "Rec & Roll es el relato de una época"

Cronista: Augusto Fiamengo | Fotos: David Lescano

19 de Marzo, 2018

Mario Breuer: "Rec & Roll es el relato de una época"

El reconocido ingeniero de sonido y productor discográfico habla sobre el libro en el que recorre su vida grabando al rock nacional.

Hablar de Mario Breuer es referirse a uno de los protagonistas fundamentales de la música argentina desde comienzos de los años 80 hasta la actualidad. Como ingeniero y productor, es el hombre que talló el sonido del rock nacional a través de su trabajo con una infinidad de artistas y bandas, entre las que se encuentran nada menos que Sumo, Charly García, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Andrés Calamaro, Los Fabulosos Cadillacs, Los Ratones Paranoicos, Fito Páez, Soda Stereo y Los Abuelos de la Nada. Una trayectoria inmensa –e intensa-, que para su hija Mariel Breuer merecía ser contada. “Fue un poco idea de ella, que en algún momento dijo: ‘Va siendo hora de hacer tu libro’”, recuerda el protagonista en MCL Records, su hermoso estudio de grabación en el barrio porteño de Villa Ortúzar. “Ella encaró la gestión de este trabajo, y junto a unas periodistas cordobesas que hacía poco habían llegado a Buenos Aires, Cocó Muro y Estefanía Pozzo, nos pusimos a trabajar”.

El resultado fue Rec & Roll (publicado por Penguin Random House Grupo Editorial), un trabajo conjunto que comenzó a fines de 2012 y duró más de tres años. “Se hizo de una manera muy linda y natural. La pasábamos muy bien en nuestros encuentros. Pero al principio no sabíamos si iba a ser un libro, un blog o si iría a parar a una página web que ni siquiera tenía”, recuerda Breuer sobre la experiencia con las periodistas. Finalmente Rec & Roll vio la luz en 2017, y su protagonista está muy contento por la repercusión que tuvo. “El libro funcionó muy bien. No paro de recibir mensajes y mails de gente que lo leyó y le gustó”.

La obra resulta atractivo para distintos tipos de lectores. El propio Breuer afirma: “No quería sacar un libro para músicos, ni un libro para técnicos. Rec & Roll es el relato de una época. Las partes más intensas de ese relato son las décadas del 80 y del 90, porque después del 2000 cambian mucho las cosas, y la gente joven sabe qué ocurrió en los últimos diez o quince años, pero no muy bien qué sucedió antes. La idea era que el chabón que escuchaba los discos supiera cómo se hacían. Hay incluso explicaciones técnicas, y para aquél que no conoce de estos temas hay un pequeño diccionario al final del libro”. De acuerdo a el ingeniero, era fundamental dejar algunas cosas en claro. “A mí me importa que la gente sepa por dónde voy, cómo es mi forma de trabajar. Estoy más cerca de la música que de la técnica. Me importa la condición natural de la música, cómo debe sonar”.

-A lo largo de Rec & Roll es notorio que tu trabajo muchas veces trascendió la labor de ingeniero y te convertiste en una especie de “terapeuta” o mediador en la grabación de grupos de rock. ¿Considerás que fue así?

-No soy un terapeuta, sino que miro a la banda desde su dinámica. Me gusta estudiar el genoma del grupo humano. En la grabación se manejan muchas ansiedades, ganas y miedos, hay un montón de cosas que acompañan ese proceso, entonces se convierte en un trabajo que va más allá de lo técnico y de lo musical. Lo del manejo de los grupos tiene que ver con lo que aprendí de mi mamá, que era psicóloga y socióloga. En determinados momentos teníamos charlas sobre dinámica grupal, y aprendí mucho sobre los roles que surgen, las presiones internas y externas. Rápidamente me di cuenta que tenía que empezar a manejar estas cosas.

-En tu experiencia, ¿cómo se llevan las bandas de rock con la democracia a la hora de tomar decisiones?

-En los casos de un grupo formado como tal, lo de la democracia en un punto está bien, en tanto y en cuanto cada integrante maneje un “ministerio” o una “gerencia” y lo haga correctamente. Cuando se trata de artistas que tienen un grupo, como Charly García, Fito Páez o Andrés Calamaro, la democracia dice que “todos van a hacer lo que dice el jefe”. En las bandas más armadas, como Los Espíritus -por dar un ejemplo actual-, no hay un liderazgo por ningún lado, sino que cada uno se dedica a una función. Lo mismo ocurre en el caso de Les Luthiers.

-¿Cuál fue el artista en el que notaste una mayor evolución al pasar de un disco a otro?

-Sin lugar a dudas Los Redonditos de Ricota. Empecé a grabar con ellos La Mosca y la sopa (1991), un disco hecho de la forma en que venían trabajando con los anteriores. Para el siguiente hubieron cambios importantes: Lobo suelto/Cordero atado (1993) fue doble, hubo un trabajo “tecnológico” sobre el sonido de las baterías para que los temas fueran más firmes y tuvieran mejor tempo, y además fue el primero que mezclamos en el exterior. Tiene un sonido muy distinto de lo que ocurría antes. En el siguiente, Luzbelito (1996), la evolución pasa por otro lado, tiene que ver con la madurez de todo lo que fue la carrera discográfica de Los Redondos. Aparece como el mejor armado y producido. Y los dos finales, Último Bondi a Finisterre (1998) y Momo Sampler (2000), muestran aún más evolución en cuanto a los formatos.

-¿Hay músicos en los que no notaste ese crecimiento?

 -Hay artistas que se quedaron en lo que son sus estilos. Los Fabulosos Cadillacs, si bien creo que hicieron un último disco de la concha de la lora, no están haciendo un show totalmente distinto al que hacían hace cuatro, diez, 20 ó 25 años. Andrés Calamaro es un artista muy importante, emblemático, pero no mostró una evolución. No encuentro algo que me diga “mirá qué crecimiento”. Me hubiese encantado ver la evolución de algunos músicos que son muy buenos, pero se quedaron en su lugar. Abel Pintos, con quien no trabajé, es un tipo al que me encantaría que algún día lo agarre un productor de la concha de la lora y que haga un disco con él de la reputísima madre. Las bandas de rock “populares”, como La 25 o La Beriso, no evolucionaron, pero creo también que ese tipo de rock se encuentra estancado.

-¿Con qué artistas o bandas te quedaron ganas de trabajar?

-Mi sueño, si no morimos antes ni él ni yo, es poder grabar un disco con Carlos Santana. Eso me encantaría. En Argentina trabajé con muchísima gente, pero siempre aparecen artistas interesantes. El disco de Los Rusos Hijos de Puta me hubiera gustado grabarlo a mí, pero finalmente quedó en manos de Guillermo Beresñak, que hizo un trabajo impecable -NdlR: Hasta el momento, sólo se conoció un adelanto, "Cascada"-.

-¿Tuviste la experiencia de comenzar a trabajar en un proyecto que finalmente abandonaste?

-Recuerdo que el único disco que no pude seguir por una cuestión de no entender la onda fue con La Sobrecarga. Al tercer día de trabajo me senté con ellos y les dije: “Miren chicos, veo que realmente no estamos teniendo una buena comunicación. Creo que ustedes trabajarían mejor con Julio Presas”. Y lo entendieron. Pero nunca trabajé con gente con quien humanamente no me sintiera cómodo.

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-En un pasaje del libro afirmás que te hiciste un ingeniero famoso antes de ser un buen ingeniero. ¿Cuándo considerás que ocurrió esto último?

-Espero que dentro de tres o cuatro años (risas). Sigo pensando que tengo mucho por mejorar. Pero creo que en la década del 90 empecé a hacer discos consecutivos sobre los que decía: “Éste está bueno, éste está bueno”. En los 80, muchos trabajos me dejaban dudas. Hay un disco que hoy por hoy es emblemático, Patria o Muerte (1988), de Don Cornelio y la Zona, que en su momento no me gustó como quedó y me pareció casi como un fracaso, pero que hoy lo escucho y pienso que me salió bárbaro. Tiene que ver no sólo con mi trabajo, sino también con aprender en cómo se produce. Y lo hice cuando conocí bien las herramientas, pero también al manejar situaciones tales como los pasos a seguir para producir, qué es lo que debe y no debe ocurrir. Diría que fue hacia fines de los 80 cuando sentí que empezaron a salir discos importantes. Hay uno en particular, de El Terceto, Menos es más (1999), que  es como mi tesis profesional. Me sigue pareciendo de puta madre, con un sonido internacional.

-Con tantas ediciones y reediciones de discos en vinilo, ¿te sorprende este renovado interés por el formato? ¿A qué creés que se debe?

-Hay dos cosas. Por un lado, está la cuestión fetichista del vinilo. Pero además, hay mucha gente que después de algunos años empezó a cansarse de ese sonido “apretado” del CD, casi histérico. Hay discos que musicalmente son tremendos, pero los escucho y reconozco que se echó a perder el mastering -NdlR: definido por Breuer en su libro como “la última etapa del proceso de elaboración de un disco”-. Yo mismo los eché a perder porque el cliente me pedía más volumen, y tendría que haberle dicho: “No, yo me bajo acá”. Pero no lo hice. En algún momento, alguien puso el vinilo de un disco que se compró en CD y dijo: “Che, pero mirá cómo suena”. La gente piensa que lo que suena bien es el vinilo (el objeto), pero en realidad lo que suena bien es no hacer mierda el master cuando lo llevás a un CD.

-En Rec & Roll llamás a “defender a la música como un arte y no como un divertimento”. ¿Considerás que en los últimos tiempos hay más de lo segundo que de lo primero?

-Puede funcionar como divertimento, pero muchas veces la música está ausente. Pienso igual que Charly García, que hace un tiempo se refirió a la música actual y dijo que tiene ritmo, pero le falta armonía y melodía. Vos escuchás el reggaetón que pega, y es todo una cosa medio rapeada, con una base rítmica muy intensa, donde los instrumentos armónicos y las melodías están muy minimizadas. No digo que sea una porquería, pero la música de hoy tiene eso, le falta más armonía y melodía.   

-Como protagonista clave del rock argentino desde los 80, ¿cómo lo notás en la actualidad?

-Estamos en un muy buen momento, y creo que hay futuro. El otro día fui a ver a Los Espíritus y presencié un recital impresionante. Sonaron increíble, tocaron bien y se nota un crecimiento. Hay bandas que vienen del interior del país y son muy lindas, como Usted Señalemelo, o Perras On The Beach. Los Rusos Hijos de Puta, que acaban de terminar un disco increíble, evolucionaron mucho desde su trabajo anterior (La rabia que sentimos es el amor que nos quitan). También hay gente de La Plata laburando muy bien, como Crema del Cielo, a quienes les fui a tomar sonido para grabar. Los noté preparados, con muy lindos temas. Hay grupos que están apuntando a una buena producción, con grandes ingenieros tanto en Buenos Aires como en el interior. Vivimos un presente que es promisorio.


*PH: Gentileza prensa/David Lescano
*Mario Breuer presenta su libro el viernes 23 en la cúpula del CCK, Sarmiento 151. A las 20.   

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