Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Javier Calamaro

Javier Calamaro: "Me hice odiar por la industria"

Cronista: Manuel De Simone | Fotos: Gentileza prensa

10 de Enero, 2018

Javier Calamaro: "Me hice odiar por la industria"

Después de 20 años, Los Guarros vuelven a la ruta.

El bar vende café de todos los tipos y colores, pero el músico elije un simple pocillo cortado con crema. La vendedora lo mira raro, no entiende. Él la mira de igual manera. El silencio toma lugar y se hace cargo de la escena por unos segundos. Es que el pedido de algo sencillo también puede parecer complejo y en eso se encuentra Javier, en el camino de la simplificación. “¿Yo no hacía esto porque me gustaba el rock? ¿Y qué es el rock si no una guitarra distorsionada?”, se pregunta Calamaro, dejando bien en claro por dónde viene el nuevo sonido de Los Guarros, la banda que se reunió luego de 20 años.

-¿Cómo se preparan para su próximo show, en Lucille?

-Nosotros presentamos el disco cuando salió en las plataformas (digitales), a principios de noviembre (fue en el Teatro Gran Rivadavia), así que en realidad ya ensayamos mucho. Mucho significa dos veces. Para hacer mis shows no ensayo, no me gusta. Prefiero ir al escenario y fluir, inventar cosas. Me gusta el vértigo. Hay vértigo en no ensayar porque así uno es más propenso a los accidentes.

-¿El vértigo forma parte de la música?

-Sí, el riesgo, la improvisación. El vértigo me obliga a improvisar de alguna manera. Aquella vez tuvimos dos ensayos de seis horas, que es un montón para tipos como Dani Castro (bajo), Marcelo Mira (batería), el “Gitano” (Daniel Herrera, guitarra), o como yo. Nos rinde; tocamos el tema una vez y ya está. Tené en cuenta que el Gitano vive en Estados Unidos y no ensayamos cada vez que viene, por ahí nos metemos en el estudio a grabar. En esta oportunidad, va a llegar el día anterior y lo estaremos esperamos en el estudio. Por eso, vamos a hacer la misma lista que la última vez, pero para este show el Gitano está invitando gente. Ya le dijo a Michel Peyronel, pero como yo no lo conozco, le avisé: “No sé, arreglate vos”.

-¿Y el músico invitado también se suma a ese vértigo?

-Es que no tengo ni la menor idea porque de eso se encarga el Gitano. En el show del teatro Gran Rivadavia tuvimos segunda guitarra y teclados, pero esta vez nos va a ser así. Entonces, para tener vértigo, vamos a tocar en un lugar más chico, sin los músicos extra y sin visuales. Tenemos ganas de tocar.

-Eso es seguro, en cada nota que dieron se los notó muy entusiasmados.

-Mira si estaremos con ganas que a Pelo Aprile lo volvimos loco. Le llevamos el disco apenas lo tuvimos (7, editado en 2017 por Pelo Music y distribuido por Sony Music). El Gitano y yo lo avasallamos, en parte porque al otro día el Gitano se tomaba un avión y no sabía cuándo volvería. Al tiempo, Pelo me llamó y me dijo: “Javier, la verdad, quería sacar el disco en marzo”. Lo que pasa es que para mí cada vez que viene el Gitano es una fiesta, entonces hacemos todo lo que podamos en ese momento.

-Fue la premisa que se impusieron cuando volvieron, “pasarla bien”.

-Y sigue siéndolo. Imaginate, durante estos 20 años el Gitano venía casi todos los meses y yo estuve sin saber nada de él. Alguna vez fui a Makena, para zapar o tomar algo, y él se había ido cinco minutos antes.



-Sin embargo, le mandaste un mensaje de texto que derivó en la reunión de Los Guarros. ¿Por qué no se lo enviaste antes?

-Porque no tenía su teléfono. Hace tres años estaba tocando con el “Zurdo Alaguibe y entre el público apareció Chizzo, de La Renga. Un personaje total, yo no lo conocía. Me metí entre la gente y le pregunté qué tema mío conocía. No sabía ninguno, solo “Vamos a la ruta”, de Los Guarros. Y tocamos esa canción para que suba al escenario. Volviendo de esa gira y en relación al tema que habíamos tocado, el Zurdo me pregunta: “¿Hace cuánto no sabés nada del Gitano? Tomá, acá está el teléfono”. Esa misma noche le escribí un mensaje. Ese número era de un teléfono viejo, que ya no usaba. De pedo, esa noche el Gitano estaba pasando música desde ese teléfono, en un bar que tenía en Miami. Después me confesó que lloró de alegría.

-¿El destino?

-No sé, pero me suelen ocurrir cosas muy raras. Como cuando me ofrecieron hacer un show en un barco, lo que derivó en el concierto para las ballenas que hice metido en una cápsula subacuática. Me pasan esas cosas porque estoy con las antenas paradas, enfocando bien alto, pero no a la Rock & Pop o a Sony Music o al Gran Rex. Tenerlas enfocadas a esos lugares me agotó. En una época hacía eso porque fue lo que aprendí de mi hermano. Que esto es un negocio, que ahora tenés que conseguir un abogado… Probé un tiempo, pero me aburrió. Para hacer eso me ponía a componer música publicitaria, donde no estuvieran mezclados mi arte, mis expectativas, mis sueños, mi locura.

-Debe ser difícil poder mantenerse en éste ámbito sin contaminar todo lo que mencionás.

-¿En cuál de los dos? Es difícil en los dos lados. ¿Viste que dicen que lo difícil no es llegar sino mantenerse? Bueno, lo que hace mi hermano… Para mí, es un marciano. De la época de él, ¿cuántos se mantienen vigentes, enteros, sanos, con éxito, felices? Mi hermano es un monstruo. Lo que pasa es que probé esa vida y no es lo mío. Somos cuatro hermanos y muy opuestos uno del otro. Por ahí nos dedicamos a lo mismo, porque mi hermana Hebe también fue música, pero ella era montonera. Se tuvo que exiliar del país, le mataron a todos los amigos, cosas espantosas. Con Andrés fue distinto: creció en un ámbito donde del rock argentino florecía, le tocó su turno después de la guerra (de Malvinas). Pero somos todos músicos, de chiquitos, estábamos preparados para algo.

-¿Y qué viste en esa carrera de Andrés?

-Que le iba de puta madre y que encaraba una carrera y yo pensaba: “Uh, ¿será así esto? Voy a hacer lo mismo”. Y después me di cuenta que no.

-¿Qué fue lo que no?

-No podía soportar que alguien me dijera qué era lo que tenía que hacer. No podía soportar que cada vez que escribía algo me tenía que preguntar a mí mismo si eso le iba a gustar o no a la gente. Lo hice, la banda se llamaba Frappé, junto a Hernán Reyna. Duré un disco (homónimo, de 1985), pero lo hice. Después mandamos todo a cagar. Nos encerramos en un cuarto y empezamos a tomar todos los psicotrópicos, todos los estimulantes, todo lo que conseguíamos y salimos un año después (ya como El Corte) con un disco maravilloso y absolutamente conceptual (El Corte, 1986). Ahí me dije: “Esto me hace feliz, esto me llena”.




-¿Fue difícil el camino para reconocer cómo querías llevar tu carrera adelante?

-Todos los caminos son duros. Mantenerse es duro, a mi hermano le vi cosas terribles, con altibajos. Y a mi hermana, ni te cuento. No me quiero ni imaginar, pobrecita. Todos nos planteamos “¿qué hice de mi vida?”. Pensás en dar un paso al costado, en hacer algo más normal, no vivir entre tanta vorágine. Desde un punto opuesto, a mi hermano le pasa algo parecido. Y en varios puntos nos encontramos: ¡cuando Andrés tenía grabada la mitad de su disco de tango (Tinta roja, 2006) yo tenía la mitad de mi disco de tango (Villavicio)! Pero ninguno sabía nada respecto del otro.

-Es necesario poder variar para descomprimir.

-Cuando pasas de un lado al otro es un poco como tomar aire. Le sucede a alguien cuando dice “no aguanto más, me voy de vacaciones”. Por ahí, para uno las vacaciones es parar y escribir un libro. Tanto Andrés como yo escribimos uno (Andrés sacó Paracaídas y vueltas: Diarios intimos y Javier Mi amigo Jack). Capaz cuando el tipo se quiere tomar un respiro de tanta gira, de tanto compromiso… Porque no es lo mismo que yo salga de gira por teatros, donde hago lo que quiero, que Andrés, que tiene una gira de estadios vendida. Entonces, me planteo: “Bueno, basta de delirios, canté con las ballenas y todo eso, pero la AFIP me está embargando. Ok, pongámonos serios. Saco un disco ‘normal’”. Se necesitan vacaciones de uno mismo. Del rock paso al tango, después le canto a las ballenas y de golpe un día aparece el Gitano y vuelven Los Guarros. Las cosas me pasan.

-Después de empezar tu carrera solista dijiste que tanto la música como tu alma te pedían una banda. ¿Te pedían una banda o te pedían a Los Guarros?

-Me pedían una banda, una contención. Como solista te faltan amigos. Cada vez que saco un disco tengo que hacer 130 entrevistas. La primera vez que me pasó había firmado un contrato muy intenso y me arrepentí. ¿Por qué lo tengo que hacer solo? Cuando lo hacía con el Gitano era como tener un compañero al lado todo el tiempo. Alguien me ve y puede pensar que tengo una carrera incoherente, que cambio de proyectos todo el tiempo. Pero al no estar con Los Guarros pude hacer algo que no sea puramente rockero, componer una milonga y una cumbia. Ser solista me permitió libertad, pero la libertad es medio libertinaje también. En un punto atento contra mí mismo, quiero todo de golpe. Llegué a hacerme odiar por la industria, pero me divertí como un hijo de puta.

-¿En qué se diferencian Los Guarros de antes con los de ahora?

-Éramos más pendejos y más histéricos. Queríamos hacer nuestro estadio Obras y no paramos hasta conseguirlo. Ahora hay muchas diferencias: Con Los Guarros habremos hecho 50 canciones y hoy de esas sólo me gustan diez. Estamos más relajados y me parece que aprendí a escribir después (de Los Guarros). Con el Gitano teníamos la necesidad de mostrar. Él era un violero muy virtuoso y se tocaba todo, y a mí me encantaba. Pero a eso yo le quería meter una percusión, más una cosa, más lo otra. Y se formaba una relación entre compañerismo y competencia, que hacía que nos superáramos el uno al otro. Hoy en día no lo haría, porque me parece información recargada. Antes producía porque quería experimentar, pero ahora me gusta producir porque sé lo que es bueno. No quiero meter muchas capas musicales en la producción. Entonces, a los temas viejos (NdlR: 7 incluye siete temas nuevos y siete versiones de sus clásicos) les hice lo mismo: les saqué la percusión, los teclados, los canté mejor.

-Incluso, les cambiaste los títulos y algunas frases.

-Es que no considero que “El diablo está caliente” siga siendo igual, por eso le saqué la estrofa que no me gustaba y le agregué otra parte. Ahora se llama “Il Diapolo”, porque para mí no es el mismo tema, aunque haya salido del mismo lugar. Algo que hice sin el permiso del Gitano fue rastrear en las plataformas digitales dónde estaban los discos de Los Guarros y sacarlos. Quiero que quien descubra a la banda conozca a estos Guarros, porque estos me gustan. Los viejos no me gustan.

 

*Jueves 18 en Lucille, Gorriti 5520. A las 21.

 

 

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