Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Embajada Boliviana

"Nuestro segundo regreso fue más difícil que el primero"

Cronista: Ariel Andreoli | Fotos: Gentileza prensa

23 de Junio, 2017

"Nuestro segundo regreso fue más difícil que el primero"

La banda platense de punk rock, que está cumpliendo sus bodas de plata, sigue más vigente que nunca.

A principios del 2000, cuando pararon de tocar, las anécdotas de sus recitales, el fervor de su pequeño pero seguidor público y las decenas de canciones que dejaron, hicieron crecer la leyenda de Embajada Boliviana. Allá por 2010, la banda punk platense de pura estirpe ramonera hizo su tan ansiado regreso y, a la vez, sufrió uno de sus golpes más duros. A pesar de las adversidades, su cantante, Julián Ibarrolaza,  cuenta como la pasión, el amor y la amistad pueden contra todo. 

-¿Cómo vive Embajada Boliviana sus 25 años de vida?

-¡Muy bien! Felices por estar, seguir y sobrevivir en el ambiente, aportando nuevas ideas y generando canciones para nuestros fanáticos. Además, continuamos haciendo algunos recitales al año, con dos formatos distintos dentro del show y músicos invitados.

-¿Qué sintieron la primera vez volvieron, en 2010? ¿Cómo vivieron ese mito que se había construido alrededor de la banda?

-La gira “Sensaciones Encontradas”, que realizamos aquel año, nos tomó por sorpresa, porque casi no nos dimos cuenta de lo que pasó. Salvo en los momentos de los shows, nunca nos percatamos de lo que había ocurrido con nosotros, y de lo que se había generado. Fue una experiencia en la cual nos divertimos y nos emocionamos mucho a la vez.

-También en ese año, te declararon un grave problema auditivo. ¿Cómo fue seguir? ¿Pensaron en disolver el proyecto?

-Fue una idea que pensamos. De hecho, lo hicimos durante cuatro años, hasta que volvimos en el 2014. Nunca imaginamos nuestro segundo regreso porque era más difícil y menos probable que el primero. Lo que estaba en juego eran cambios mucho más importantes, desde lo artístico y lo humano, hasta los costos económicos de una nueva etapa. Fueron muchas cuestiones que nos planteamos antes de seguir.

-¿Cómo nació la idea de hacer un formato acústico y otro eléctrico en un mismo show?

-Esta posibilidad se empezó a barajar dado que era la única manera en la que yo podía tocar. Los chicos de la banda no quisieron seguir haciendo música con Embajada solos, por lo cual, estaré siempre agradecido y emocionado.

-¿Cómo fue la grabación de Las Mejores Canciones del Mundo (2016), el último disco de la banda?

-¡Es el mejor disco que hice e hicimos hasta ahora! En ese álbum, todos estamos bien: nadie sufre tanto, nadie muere en sus canciones, o más bien, todos lo hacemos. Es un trabajo en grupo que costó muchísimo llevar a cabo. Hay algunas cosas que no se pueden explicar, pero es un disco agradable, que suena excelente, que está muy bien cantado y tocado. No tiene interferencias ni ruidos, es bien prolijo y ¡encima es doble! Incluye las mejores poesías de la banda, su mejor momento, su reencuentro y su vuelta a la vida. Es luz e iluminación para todos nosotros.  

-¿Qué crees que le aporta Juan, hermano de Cabeza (bajista), en la voz cuando le toca participar de la parte eléctrica?

-Él es un vocalista especial, que canta cuando no está. Igual que yo, pero al revés. Es muy valiente, sensible y apasionado, y es fan de Embajada. Lo quiero y lo admiro mucho. 

-Hoy en día, ¿cómo vivís los shows?

-Se me complica cantar en vivo, mucho más que en el estudio. Por eso, cuando voy a tocar, generalmente llego sobre la hora, o estoy esperando escondido, ya sea un auto, un estacionamiento, un baño, o en una habitación de hotel, en el mejor de los casos, tratando de no ser alcanzado por los volúmenes fuertes.

-¿Tienen pensado publicar algo por su primer cuarto de siglo?

-Si bien reeditamos nuestro disco Soñando Locuras (2000) en formato vinilo, no somos muy organizados para producir cosas esperables. Por esa razón, cumplimos 25 años y no hay DVD o algo parecido. Cálculo que, para celebrar, haremos un asado y tomaremos un poco de vino.

-Cambiando de tema, tu discografía personal está bien nutrida.

-Tengo grabados cuatro álbumes, El juego de las Lágrimas (2003), Volar no es lo que soñaste (2007), El Fin del Amor (2012) y Algunos días sin música (2013). Además, hay uno nuevo que está por salir en estas semanas, Los Muertos en el Placard. Si bien todos me gustan, este último representa mi presente como ningún otro. Por otro lado, estoy grabando dos discos más, que todavía no tienen nombre, pero uno es en formato eléctrico y otro acústico. También habrá uno nuevo de Embajada, que será producido por mi hermano "Toto" (Lisandro Ibarrolaza), y terminaremos de grabar el año que viene.

-¿Sos muy meticuloso a la hora de componer?

-Hacer canciones es un hábito, una necesidad y una manera de distraerme de la muerte. Además, es una práctica necesaria e ineludible, aunque todavía no sé por qué. También es un uso del tiempo filosófico: crear un tema es parte de vivir por eso. No me entretienen demasiado los pasatiempos contemporáneos, como Internet o los videojuegos. No usé un celular y espero nunca tener que necesitarlo. No me gustan los teléfonos que no están anclados en las casas donde uno vive. Por esa razón, me fascinan los de línea, y no los móviles. No me agrada estar ubicable todo el tiempo y en cada momento. Los que me conocen saben dónde voy a estar. No me gusta perder mi libertad, ni tampoco la dependencia. Si bien no estoy en contra del progreso, me gusta ir en contra de lo que se usa.

*Viernes 23 en Groove, Santa Fe 4389. Junto a Shaila y Bulldog. A partir de las 23.

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