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Dani buira

"Mi disco es una mezcla de música inglesa por arriba y africana por abajo"

Cronista: Augusto Fiamengo | Fotos: Gentileza prensa

07 de Marzo, 2017

"Mi disco es una mezcla de música inglesa por arriba y africana por abajo"

Baterista, percusionista, fundador de Los Piojos y de la escuela La Chilinga, el músico conversó con este medio sobre su primer álbum solista, Quilombo. Además, dejó sus impresiones sobre el pasado y el futuro piojoso.

A pocas cuadras de la estación de El Palomar, en una de las sedes de la escuela popular de percusión La Chilinga, la actualidad musical de su fundador y director Daniel Buira -o simplemente “Dani”- se encuentra en plena ebullición. ¿El motivo? La reciente publicación de su primer disco solista, Quilombo. Una producción que, en palabras del propio músico, sintetiza la experiencia acumulada durante casi treinta años de actividad ininterrumpida, que incluyen su trabajo como baterista y percusionista de Los Piojos, Vicentico, la mencionada Chilinga y decenas de artistas nacionales e internacionales. Con una agenda de shows previstos para los próximos meses, y antes de ensayar con la Agrupación Wenicke Bombay, el combo de músicos que lo acompañan en esta nueva aventura, Dani conversó con Revista El Bondi, con su estilo habitual: verborrágico, frontal, reflexivo al mirar hacia atrás y entusiasta sobre el presente y el futuro. 

-¿Cómo fue el proceso de gestación de Quilombo?

-Mientras trabajaba en el disco, me di cuenta que nunca había grabado un proyecto mío, en solitario, de tambores. Grabé 77, 78 trabajos como músico invitado, y siempre había una limitación clara y bienvenida del artista que decía: “Bueno, hasta acá hacés esto, y hasta acá lo otro”. Cuando empecé a grabar noté que no tenía limitación, estaba metiendo lo mismo que hacía con cada uno de los músicos que me invitaban, con mi estilo, pero esta vez en grande, con un principio y un final marcado desde lo que yo quería. Eso fue asombroso, y me dio mucho entusiasmo. Fue una sorpresa para mí, no esperaba que se convirtiera en mi primer trabajo solista. De hecho fue tan grande el impacto que no invité a nadie. Quise grabar solo, no por una cuestión de ego, sino porque quería hacer lo que tenía ganas, nada más.

-¿Desde el comienzo tuviste claro que iba a ser un disco como solista, o pensaste que podía convertirse en lo nuevo de La Chilinga?

-Originalmente, iba a ser un disco donde pensaba invitar bastante gente, quizás a artistas que me habían invitado a mí. Pensaba convocar a Vicentico, a Ciro, a la gente de Calle 13, con el fin de divertirnos y que fuera un disco de gente querida. Pero al empezar a grabar, al segundo día me di cuenta que estaba haciendo lo que yo quería, y ahí fue donde comencé a pensar: “Si invito gente, no voy a poder llegar hasta donde yo quiero”. Y al final me encontré grabando solo. Mi hijo Caetano grabó una guitarra, porque me lo pidió, y nada más. El técnico (Amadeo Álvarez) metió en su momento algunas cositas para acomodarlas.

-¿Cuánto hubo de preparación antes de entrar a grabar y cuánto de improvisación en el estudio?

-Hubo mucho de improvisación dentro del estudio. Nunca había grabado una guitarra, entonces a la noche, cuando estaba solo, jugaba con los sonidos. Hay un par de bases de guitarra que salieron así, y las grabé con el sonido que iba encontrando. Amadeo, que en parte me ayudó a producir el disco, fue mi cable a tierra y mi límite. Yo lo traje a propósito porque trabajó mucho en el pop, y necesitaba tener un límite, porque si traía a alguien del rock, todavía estamos grabando (risas). Él me ayudó a armonizar, a ver qué tenía que cantar. Con respecto a la percusión, hubo cierta vagancia de mi parte, porque grababa con lo que tenía cerca (risas).

-¿Por qué elegiste Quilombo como título?

-La palabra venía sonando mucho en el disco, en relación a que era un quilombo de tambores (risas), y hay una canción que se llama “Cabildos”, un viejo tema mío, en donde menciono a los quilombos (el término alude, entre otros significados, a concentraciones de negros en condición de esclavitud). Yo le quería poner al disco algo que tuviera un poco de peso argentino, o que invocara a los negros argentinos. Juego mucho con la palabra “negro”, y utilizo la bronca para reivindicarlos. También hablo en otro tema del ritmo blanco, y de esa pelea que tuve toda la vida: “¿El ritmo es negro o blanco?”. El ritmo es blanco. Está bien, hay una raíz negra, pero yo no sé tocar como los negros y esa pelea la tuve toda la vida. Me decían: “Vos no podés tocar tambores porque no sos negro.

-En Quilombo asumís por primera vez en tu carrera el rol de cantante principal. ¿Cómo llegaste a esa situación?

-Me parece que el pie fue que mis amigos me dijeron que estaba buenísimo. Creo que eso fue fundamental, de otra manera no sé si hubiera metido la voz. Todos me decían: “Está bueno, interpretalo de esta manera que está buenísimo, ganate ese personaje que estás haciendo, buscale la vuelta”. A mí me gusta, porque me atrae esa cosa de escuchar artistas que se expresan por lo que sienten directamente, como Lou Reed o Joe Strummer, de The Clash, que no son grandes cantantes pero que la rompen con la llegada a la gente. La mayoría de los temas los compuse cantando melodías mientras tocaba los tambores, como hacía en Los Piojos. Imagino mi disco como una mezcla de música inglesa por arriba y africana por abajo. Todo lo que mamé de chico, ahora de grande quise ponerlo en el disco.

-¿Por qué elegiste la sede de La Chilinga en Capital Federal para presentar el disco?

-Por miedo a dejar la música en un lugar en el que se evapora y no queda nada más. En ese barrio le di comienzo a una sede, hice un montón de cosas que nacieron o fueron bautizadas ahí, y me parecía que era un buen lugar para presentar el disco. Como siempre, a un precio recontra popular, y para los alumnos. Yo me muero de ganas que vengan los alumnos, no por vender una entrada, sino para que vean la raíz de la escuela. Además, los chicos no me han visto tocar mucho, estuvo por ejemplo dos años actuando con Vicentico, de gira, y recién ahora estoy tocando seguido en la escuela.

- En los últimos años, muchas bandas de rock en Argentina incorporaron la percusión como parte estable de sus formaciones y en sus shows en vivo. ¿Reconocés tu influencia en ese proceso?

-Me reconozco en las batucadas y en la percusión callejera, noto que ahí siempre hay algo de La Chilinga dando vueltas. Pero en las bandas no me reconozco, porque en general no me gusta lo que hacen, me parece pobre. Lo que pasa es que la percusión nace desde la batería, y si el baterista no se desvía un poco de un ritmo definido, la percusión no tiene lugar. Cuando tocaba en Los Piojos, la batería era parte de la percusión. Todo eso nace originalmente en el disco de Santana, Abraxas (1970), que es el manual de cómo meter percusión en el rock, incluyendo también a las líneas de bajo. Es la base a través de la cual me guié para decir “esto queda bien, y esto no”.                

-¿Sentís que este es el puntapié inicial para un próximo disco en plan solista?

-Sí, totalmente. Y estoy pensando en mostrar otras cosas. Por ejemplo, tengo grabada una canción con cincuenta tambores tocando un tango, y quedó afuera. Eso no puede quedar afuera de un disco, hay cosas así que tengo que mostrar, no me las puedo guardar. Hay mucha información sobre la percusión que no está tan presente en este disco, es más “cancionero” en un punto, con más melodías, y ahora me gustaría apuntar directamente a mostrar ritmos nuestros.

-Cambiando de tema, ¿estás al tanto de los proyectos que llevan adelante tus compañeros de Los Piojos?

-No estoy al tanto en lo musical, pero en lo personal estamos mucho más juntos que antes, y es muy fuerte. Juntarnos veinte minutos representa una energía y una cosa que da vuelta, que te destroza, no podemos pasar más de media hora juntos. Yo soy muy emotivo con eso. Por ejemplo, cuando lo voy a ver a Micky (Rodríguez, bajista y uno de los fundadores de Piojos, actualmente en La Que Faltaba) y me invita a tocar, no es un show más ni a palos, me dan ganas de abrazarlo todo el tiempo.

-Semanas atrás, el propio Micky subió una foto con Pity (Fernández, guitarrista y otro miembro fundador, actualmente en La Franela) en San Marcos Sierra y la gente explotó en las redes sociales, pidiéndoles una reunión de la banda. ¿Creés que existe la posibilidad?

-Mientras a los chicos les vaya bien con sus propios proyectos, todo va a seguir así. Si bajan un poco la guardia, van a querer volver, pero creo que también hay una cosa legal de por medio, y ahí está medio jodido el asunto. Pero yo creo en la revancha.

-¿Te imaginás ocupando la batería en esa hipotética reunión?

-Sí, es que creo que no queda otra. El otro baterista (Sebastián “Roger” Cardero, que reemplazó a Buira en 2000) les hizo juicio, una locura. Eso no se hace. Además, vos entrás a mi casa y te vas a dar cuenta que nunca dejé de ser piojo. Si bien en un tiempo tuve que separarlo de mi vida, nunca dejé de serlo. Cuando comenzaron los quilombos, yo tuve el mío (un conflicto con el fallecido guitarrista Gustavo “Tavo” Kupinski) y me fui. Pero ya en esa época la guita y los escalones empezaban a verse como un quilombo. Creo que hasta Ritual (primer disco en vivo, publicado en 1999) fue una hermosura, al igual que hacer los primeros estadios, Atlanta y All Boys. En Verde paisaje del infierno (2000) intervengo en composiciones, nada más, pero no grabé. Pero esos primeros cuatro discos de estudio (Chac Tu Chac, de 1993, Ay Ay Ay, de 1994, Tercer Arco, de 1996, y Azul, de 1998) y Ritual fueron hermosos. Creo que viví la mejor época de Los Piojos.

 

 

 

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