Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Rowek

"Lo imperfecto es lo real"

Cronista: Lucas González | Fotos: Anabella Reggiani

21 de Febrero, 2017

"Lo imperfecto es lo real"

Fundador de dos bandas icónicas, símbolo de metal argentino y docente por vocación, Gustavo Rowek está más vigente que nunca y lo demuestra con Redes, un álbum conceptual que nació sin quererlo y al que considera el mejor de su extensa trayectoria.

Sobre Redes se puede decir mucho. Lo primero, que es el último disco de Rowek, sí, el proyecto del baterista Gustavo Rowek (obviamente), que comparte, entre otros, con su amigo y colega el guitarrista Sergio Berdichevsky. También se puede esbozar que es una aguda y muy bien argumentada crítica hacia la sociedad actual, y que va dirigida en forma de obra conceptual, comenzando por la tapa (una parodia 2.0 de Abbey Road) y continuando con las letras, que en su gran mayoría contienen una interesante dosis de ironía y sátira, muy propia del baterista, alguien que define su gusto musical como amplio. ¿Qué significa? “Que puedo escuchar desde Wawancó a Yes”, responde y cuenta que siempre fue así, toda su vida, y que se lo debe a su viejo, quien además de poseer una discoteca con más de mil vinilos, le inculcó el amor por la música. “En mi casa era algo sagrado”, confiesa.

-Además de Rowek, brindas clínicas, das clases y trabajas en tu estudio. ¿Siempre le imprimiste este ritmo a tu vida?

-Siempre. Inclusive cuando estaba en Rata Blanca (entró a la banda a principio de los 80). O sea, yo di clases estando ahí. La docencia es una vocación, que siempre me gustó transmitir, enseñar, y aprender, porque también aprendés continuamente. Es un ida y vuelta.

-¿Qué te gusta de dar clases?

-Primero, el contacto con la gente joven, con pibes que me cuentan lo que pasa, lo que sienten, lo que escuchan. De esa manera, se genera un contacto con el hoy, pero muy fuerte. Después, la interacción, el hecho de estar compartiendo, me sale esto de poder transmitir y la satisfacción que me da cuando veo que alguien mejora es muy grande.

-A parte de Sergio, te rodeaste de gente joven. Linkeado a lo que me decías, hay una apuesta por esa juventud, cuando son muchos los que menosprecian ese atributo, diciendo que el rock está acabado. ¿Cómo ves a las nuevas camadas?

-Primero y principal, tengo la mejor perspectiva. Soy un tipo que viaja mucho dando clínicas y todo el año pasado me copé mucho, además de hacer el disco, en interactuar con músicos, ir a tocar con gente del interior. Me encontré una camada de pibes que están estudiando, muy preparados. Después, hay una realidad: sí, el rock como lo aprendimos y vimos nosotros, se está muriendo. Por ejemplo, está el tipo que sigue haciendo tango, pero no está más Goyeneche. Toda una generación, tipos que eran el tango, que no están más. Ahora hay otra generación, una nueva, con otras visiones y vivencias. Y en el rock pasa lo mismo.

-¿Cómo era ese rock?

-Lo más. Pero eso tiene que ver con un costado nostálgico del ser humano, como que todo tiempo pasado fue mejor. Y en realidad, mañana es mejor, como dice el “Flaco” Spinetta. Ser joven es muy difícil, ayer, hoy y mañana. Actualmente un pibito tiene un montón de presiones, con toda la hiper-información que hay y la sociedad que sigue machacando, diciéndole que tenes que ser esto o lo otro. Y encima se tiene que plantar ante una familia y decirle que quiere ser músico, que quiere tocar, y es muy difícil. Por eso, nunca menos precio, para nada.

-Tanto en 2017 como cuando vos arrancaste, el inicio en la música es muy difícil. ¿Cómo recordás tu comienzo?

-A mi no me costó. Porque desde que me senté en una batería, hago lo que me gusta (cuenta la leyenda que comenzó a los 16; hoy tiene 53). Y de ahí en más, no me levante más de una batería. Entonces, hacer lo que amo, no me costó nada. De hecho, fue muy divertido. Quiero otra vuelta con sortija (risas).

-Fuiste miembro fundador de dos bandas icónicas, como Rata Blanca y V8, algo de lo que además no renegas, sino que todo lo contrario, llevas con orgullo. Pero pareciera que no tenes el reconocimiento que te merecerías luego de tantos años en la ruta.

-No sé qué decirte. Por un lado, te puedo decir que sí, Rowek tendría que estar llenando estadio. Pero por otro, creo que tengo otro tipo de reconocimiento, que es el de la gente. Sin embargo, la banda todavía no lo consiguió. Pero esto es como los goles, no se merecen, se hacen. Igualmente, me tiene sin cuidado, yo hago, y en algún momento será el clic. No te digo que no ocupa mi tiempo y mi mente, sí, pero no me preocupa, ni me vuelve loco, ni me obsesiona. Ni ahí. Porque nunca me bajé del escenario, siempre viví de mi batería, y de todo lo que genera. Nunca hice otra cosa en mi vida.

-Otra cosa que siempre hiciste fue iniciar proyectos. De hecho, este apenas cuenta con cuatro años.

-Siempre vi la vida así. La banda la veo fenomenal. Nos llevamos muy bien. Con Ezequiel (Palleiro) y Sergio venimos tocando hace diez años. A Nico (Vicente) primero lo produje, pero entre pito y flautas, terminamos tocando juntos. Y por ahí el que es un poco itinerante es el segundo violero, Juan Bautista Hoyo, que entra y sale. La química es bárbara, con una evolución natural. Para el primer disco, Grita (2012), las canciones las hicimos sólo entre Sergio y yo. En cambio, para Redes, Ezequiel trabajó con toda la música, mientras que Nico hizo cuatro de las nueves letras, algo que buscaba hace tiempo, un cantante letrista, que abra el juego.

-¿Se nota el aporte de ellos en el resultado final?

-Sí. Ezequiel fue importante en la música, trajo varios riffs que terminaron en canciones. Y Nico sumó su visión como pibe de 29 años. Escribió de amor, que mi no me sale escribir ni aunque me cagues a palazos (risa). Pero no porque no lo sienta, porque todo el mundo ama, pero me cuesta. Soy más pesimista, irónico, satírico, ácido para componer.

-Bueno, Redes tiene mucho de vos.

-Sí, indudablemente. De Sergio también. Trabajar con algunas personas hace que el engranaje funcione muy bien. Digo esto porque además la tapa la hizo Hernán, el hermano de Sergio, que es un diseñador muy conocido, que trabajó con Attaque, Pericos, y fue el autor del logo del Bicentenario. Él ya había colaborado en el primer disco de Nativo, Consumo (1999). Pero volviendo a Redes, le plantee la premisa: un mundo híper comunicado, en el que el hombre está cada vez más solo. Buscaba algo icónico, y qué hay más icónico que Abbey Road. Hay una alegoría en eso y, sin quererlo, se terminó gestando algo conceptual.

-¿Sin quererlo?

-Claro, no fue premeditado, fue más natural. De hecho, yo no sabía de qué iba a escribir en cada letra. Sí sabía que iba a hacerlo de lo que me sale a mí, que es ver la realidad que vivimos cada día y plasmarla en un papel.

-Hablando de la realidad, ¿cómo la ves desde el lado del artista?

-Está jodido, hacer una gira, sacar un disco. Y más si pretendes mantener ciertos estándares de calidad para dar un buen show. Pero bueno, ahí está el desafío, superarlo. Está difícil meter gente, porque este “cambio” también incluyó al público.

-Y ahí es cuando aparecen las redes como canal de difusión en todo su esplendor.

-Es muy difícil ir contra ellas. Por eso no creo que nadie se baje un disco de malo, lo hace porque no está en su cultura comprarlo, como sí estuvo en la nuestra.

-Pero, además de lo negativo, las redes te permiten llegar a muchos lugares.

-Por supuesto. El progreso destruye. ¿A qué me refiero? A lo mejor, para hacer una autopista, volteas un bosque. Esto también ocurre con la tecnología, porque te permite estar conectado en cualquier parte del mundo, como así también conseguir diez mil canciones en una semana, pero ¿cuántas podes escuchar? Porque tenes todo y no tenes nada, como dice la letra de “Redes”, un himno muy actual.

-Y como artistas, ¿en qué momento llegas a este disco?

-Realmente, creo que Redes es uno de los mejores trabajos de mi carrera, lo juro. Tiene un pico creativo muy alto. Considero que es una síntesis muy acaba de mis bandas anteriores. Posee la potencia de V8, la melodía de Rata y el modernismo de Nativo. Algo que sí pasó, y que es algo poco frecuente -generalmente más aplicable a un primer disco-, es que nos tomamos un año para hacerlo.

-¿Cómo lo trabajaste?

-Con Sergio tomamos la decisión de grabarlo en vivo, método que no usaba desde V8, ya que la banda estaba muy afilada. Sonaba compacto y nos gustaba cómo se escuchaban los arreglos desde la guitarra. Tanto que, cuando fuimos a El Pie, grabamos las bases en tan sólo en un día y medio, mientras que los overdbus de guitarras y solos los hicimos en Cerro Luna. Por último, hicimos las voces en mi estudio.

-¿Te imaginas repitiendo la fórmula en un próximo disco?

-Sí, sin dudas. No me gusta la perfección, la detesto. Es más, te diría que lo imperfecto es lo real.

-¿Te imaginas el proyecto Rowek por mucho tiempo más?

-Eso lo determinará la música. Estando en V8, sentí que quería hacer otra cosa, algo más emparentado al metal clásico, así que agarré mis bártulos y me fui. Luego conocí a Walter (Giardino), que le gustaba lo mismo que a mí, era un marciano. Al igual que en V8, en Rata viví años gloriosos, hasta que sentí que quería hacer algo más cercano al rock progresivo, más relacionado a Rush, a Dream Theater. De ahí sale Nativo. Cualquiera que lo escuche se da cuenta por qué me voy. La música fue la que me llevó.

-¿Por lo mismo disolviste Nativo?

-Algo así. Cuando encaramos el quinto disco, otra vez escuché dos guitarras en vez de una, y un registro agudo, en vez de uno grave. De eso salió el primer disco de Rowek. Y cuando escuche algo que no tenga que ver con la banda, voy a ser lo suficientemente honesto como para decir “hasta acá llegamos”. Puede ser en un año o toda una vida, no lo sé.

*Domingo 26 en el Cosquín Rock, escenario Metal “Carlos Tortola”. A las 16.

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