Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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federico gil sola

No fue magia

Cronista: Lucas González | Fotos: Jose Fuño

20 de Octubre, 2016

No fue magia

Luego de diez años, el baterista vuelve al ruedo con Operación Retorno.

Aunque repasada en más de una ocasión, la historia del baterista Federico Gil Solá (a.k.a. FGS) no deja de resultar fascinante para lo que es la escena local. Vivió 17 años en Estados Unidos (partió en el 73), donde formó Young Adults y Wire Train. En 1990, cuando volvió, se incorporó a Divididos, banda con la que grabó Acariciando lo Áspero y La era de la boludez. Concluido el vínculo, inició su carrera solista. Primero con Leaving Las Vergas (2001) y luego con La Suerte y La Palabra (2005). Sin embargo, en la recta final del año pasado la lista se engrosó, ya que el músico publicó su más reciente e interesante opus: Operación Retorno.

-¿El disco salió ahora, no?

-Oficialmente, salió en enero. Físicamente, lo tuve el 10 de diciembre. Es una producción casera. Decidí hacerlo así, porque ir por el lado de una compañía significaba no saber cuándo saldría y que me lo quieran vender, la nueva tendencia.

-¿Llegaste a considerarlo como una opción?

-Sí, porque tiene un lado positivo. Lo distribuyen en todo el país, por ejemplo. Lo que pasa es que, todo es teórico. En la práctica, me ha pasado de ir a Rosario, Córdoba, Mendoza y que el trabajo anterior no esté ahí. O sea, es todo relativo. Los de PopArt me habían anticipado que no le iban mayor atención: “Nosotros lo editamos, después ocupate vos”. ¡El que avisa no traiciona! (Risas).

-¿Cómo te cayó en ese momento?

-La mayoría de los sellos se manejan así, lo editan y no le ponen ni una ficha. Y si después pasa algo, ¡bienvenido sea! Inclusive, cuando con Divididos sacamos Acariciando lo áspero, sucedió algo similar: la compañía no hizo nada. Se empezó a vender por el boca a boca, que nos llevó a llenar Cemento, Obras. Por otro lado, le ponen un precio tan alto que resulta prohibitivo, del cual no veo ni un peso. Termina no siendo un negocio ni para ni para mi público.

-El disco está colgado en Spotify, un reflejo de este tiempo al que te tuviste que adecuar, siendo una persona que viene de otra época, con el vinilo, el disco.

-¡Y el cassette! Ahora que volvió, no hay que olvidarse que fue la primera posibilidad que tuvimos de grabar los discos sin la necesidad de comprarlo.

-Volviendo a la pregunta original, ¿cómo te cae que la música se distribuya de manera digital?

-Tuve un proceso de aceptación. Durante muchos años, mantuve una postura: si vos le regalabas todo a la gente, no lo apreciaban. Y lo digo por experiencia. Está bien, muchos pueden decir que es promoción, pero no lo escuchan de la misma manera. Es complicado, aunque finalmente me terminé rindiendo ante la evidencia.

-Sin embargo, seguís publicando el trabajo en formato físico.

-Es que no me metí en la música para ganar plata, nunca fue mi intención. Soy músico profesional desde los 20, primero en Estados Unidos y luego acá. Y como todo, tiene momentos buenos y malos. Volviendo a las plataformas digitales, Spotify te permite llegar a la gente, que escuche lo que haces, sin embargo, necesito tener el disco físico, como carta de presentación. Además, es la culminación del laburo, de un proceso que lleva años, por lo menos en mi caso, que no sé hace hacer un disco por temporada.

-¿Pero es una cuestión de capacidad?

-Es que no compongo tan rápido,  y algo similar puede suceder con el proceso en el que termino una canción, se la presento a la banda y termina de obtener una forma. En el caso de Operación Retorno, fue un año y medio. Empezamos siendo un trío, pero luego me di cuenta que no tenía ganas de cantar todos los temas. Fue ahí que sumamos un cantante. A partir de eso, hubo que rearmar las cosas.

-¿Encontraste grandes diferencias a la hora de interpretar?

-Sí, sobre todo en vivo. Pensas la canción desde otro lugar, te concentrás más en lo que estás tocando. Pero también por la voz, yo no estaba bien en esa cuestión y los temas se merecían ser bien cantando. Porque las letras son la mitad de la historia. Quería que se entiendan, que estén bien presentes.

-En ese plano, ¿con qué canción te quedas?

-Podría ser “Opo Gigio”, “Popestar (Tobogán al fracaso)”. También me gusta “La Necedad (Y el Paracaídas)”. De hecho, este último lo hice cuando estaba en Divididos, en el 94, pero ahora tiene una letra totalmente distinta, más personal, desnuda, sin filtro.

-En "De Cal y Arena", que co escribiste con Mariano Medina, también hay mucho de intimidad.

-Sí, fue algo que armamos en conjunto, él tiró algo, yo otra cosa. Aprendí a trabajar así en Divididos: los temas salían de zapadas poéticas que hacíamos los tres.

-Comentaste que, una vez concluida tu etapa con Divididos, tuviste que arrancar de nuevo para tu primer disco. ¿Cómo la recordas?

-Estuvo bueno. Me salieron un montón de canciones, una detrás de la otra. La suerte del principiante. Las hice sin pensar mucho, me salía letra y música al toque. Pensaba: “Ah, esto es facilísimo”. Eso me pasó ahí y nunca más (risas). Algunos los laburé con Pablo Guerra, de Caballeros de la Quema. Un par con Celeste Carballo, con Palo Pandolfo. Todos amigos que andaban dando vuelta por acá, en mi estudio. Fue buenísimo, liberador, porque podía hacerlo solo. Pero fue fácil al principio, después se me agotó.

-Tu primer disco ya cumplió 15 años, ¿cómo crees que envejeció?

-Bastante bien, me encanta. Tiene una cosa impetuosa muy interesante. O sea, ese disco lo hice solo, o con amigos eventuales, jugando en el estudio, en un espíritu de libertad absoluta, porque no tenía intención de editarlo.

-Hace un par de años, mencionaste que todo es política, al igual que todo es música. Y el disco que estás presentando, desde el título y la foto (simil al retrato de Perón en Ezeiza, cuando retorna al país) tiene una bajada.

-No sé si es una bajada, no le estoy diciendo a nadie qué pensar ni cómo es la cosa. Es simplemente lo que me parece, mi opinión. Los títulos de mis últimos cuatro discos son referencia políticas: La Era de la boludez, tenía que ver con lo que estaba pasando en el país; en el caso de Leaving Las Vergas también, fue un “me voy a la mierda”; en la suerte La Suerte sucede lo mismo. En 2003, cuando asumió Néstor Kirchner sentí que la política y la palabra habían vuelto. Hasta entonces, no se entendía cuando hablaban los políticos, parecían extraterrestres. Decían generalidades o usaban términos muy técnicos. Es como decía Arturo Jauretche: “Si a usted le explican sobre economía y no entiende, y se lo repiten y sigue sin entender, lo están cagando”. (Risas). Nos guste o no, la política es una herramienta que tenemos como pueblo, una de las pocas con la que contamos para defendernos el uno por ciento que controla todo.

-Entonces, se podría conjeturar que Operación Retorno viene a vaticinar un desenlace.

-Lo gracioso es que ya tenía el titulo, mucho antes del resultado de la elección. Lamentablemente, ahora ha cobrado más significado. En realidad, el juego con el disco era más bien algo personal. Todo es personal primero y después tiene una interpretación más general, ese es el juego. Por eso digo que nunca hago una bajada de línea. En síntesis, Operación trata sobre la vuelta del grupo, luego de diez años. Apenas apareció el título, pensé en la foto de Perón con Rucci, Abal Medina y Campora, porque la tengo totalmente incorporada. La quise poner, pero terminamos usando un esténcil de dos imágenes que terminamos haciendo en una.

-Fueron varias las veces que hablaste de Divididos. De hecho, has declarado que estuvo bueno, mientras duró. A 20 años de tu salida, ¿te molesta que sea mención obligada?

-No, ya que no me pasa sólo a mí. Tengo la suerte de haber participado de algo que la gente recuerda. Todo depende de cómo lo mires. Hace poco, vino desde Rosario un pibe a tomar clases. Cuando le pregunté por qué hacer semejante viaje, me dijo que La era de la boludez lo había marcado a fuego. ¡Y era un chico de 20 años! ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Ah, sí, que ahora escuchen Operación Retorno (risas).

*Jueves 20 en el Teatro del Viejo Mercado, Lavalle 3177. A las 21.

 

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