Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Gonzalo Bergara

Gypsy Man

Cronista: Fernando Villarroel | Fotos: Gentileza: Prensa

02 de Agosto, 2016

Gypsy Man

El músico argentino, luego de viajar por Europa y Estados Unidos, vuelve al país a presentar Zalo‘s Blues, su último disco.

Se fue en el 99 a Estados Unidos. Mientras, en Argentina, acontecía el final del gobierno de Carlos Saul y los primeros días de gestión de La Alianza. Ante del caos, todavía la gente se mostraba esperanzada. Él era un pibe, se rajó con 19 años y ganas de aprender a tocar como Muddy Waters. Un optimista, un soñador. Llegó a Miami y se puso a tocar, le iba a bien pero sabía que no había viajado tantos kilómetros para sonar en el lugar en donde la rumba, el merengue y la salsa le ponen ritmo a la escena. No. Por eso se fue primero a Texas y después a Los Ángeles. Ya estaba más cerca de ser un bluesman pero un día le apareció la posibilidad del Gypsy Jazz, viajar a Francia, romperla toda y convertirse en “la mejor aparición que dio el género en los últimos 20 años”. Hoy, volvió a casa para presentar su noveno disco y, aunque no espera transformarse en el artista favorito de las radios de moda, tiene en la mirada ese halo de esperanza de seguir creciendo. Gonzalo Bergara está cada día más cerca de convertirse en eso que fue a buscar, sin dejar de ser ése que quiere ser el mejor.  

-¿De qué la va Zalo’s Blues?

-¿Te acordás de los discos de Pappo? Bueno, este no es un homenaje pero en cierta forma tiene que ver con todo aquello. Crecí y aprendí escuchando esos solos, como tantos otros, y fue como una forma de cerrar un círculo: empezar de aquella manera y terminarlo de esta. Repito, no es que tenga que ver con un disco en donde van a aparecer aquellos sonidos, pero sí es mi forma de rendirle mi respeto y homenaje a Pappo.

-¿Lo pudiste conocer a Norberto?

-Sí. Una vez, yo estaba en la Rock & Pop, sentado en el piso afuera del estudio, por entrar a tocar, él sale y me ve con la guitarra, que era vieja. Cuando me la pidió, la miró y dijo “esto es una mierda”. Me la devolvió y se fue; no me dijo ni ‘hola’, ni ‘chau’, dijo sólo eso. Aquel fue mi único encuentro con Pappo (risas).

-Tenés más discos que años de carrera solista, ¿cómo explicas eso artísticamente?

-Sí, tengo más discos que Charly García (risas). Me reconozco como un tipo muy laburador, que constantemente está componiendo música. Siento que siempre que uno tiene mucho material lo tiene que volcar sobre algo; en cierta forma, de eso se tratan mis discos. Son las culminaciones de un momento y me permiten avanzar en una dirección que no me permite pensar más en ellas.  

-¿Cuál fue la búsqueda y el contenido deseado con este álbum?

-Esta es la primera vez que estamos en una versión tan eléctrica. También es la primera vez que siento que necesito estallar arriba del escenario y sacarme esta energía que no había experimentado antes. Justamente, fue por esto que busqué la electricidad en todos los instrumentos.

-De hecho, grabaste el disco con instrumentos de los años 50 y 60.

-La verdad es que siempre fui un obsesivo del sonido y, a veces, me preguntaba: ¿por qué los ya consagrados usan instrumentos viejos?, ¿por qué los discos que me gustan están grabados con equipos y amplificadores antiguos? En Argentina, es muy difícil acceder a esos instrumentos, no sólo por su valor sino porque no existen directamente. Y bueno, estando allá, junto con los chicos, decidimos aprovechar la oportunidad de acceder a eso y grabamos un material que suena distinto a todo lo que se escucha acá, en el país. No decimos que es mejor o peor, pero tiene un sonido muy americano y creemos que es distinto a todo lo que puede haber por estos lares.

-Hablando de lo americano, partiste a Estados Unidos a los 19 años. Hoy, llevas viviendo allá 17, casi lo mismo que viviste acá. ¿Qué motivó tu partida?

-Me fui porque quería acercarme a las fuentes, sin siquiera saber cómo sería mi futuro laboral o profesional. Siempre uno de chico tenía la fantasía de tirarse al Mississippi, nadar cien metros y salir hecho un bluesman. Básicamente, fui a prepararme. Es muy lindo saber que uno se va a cultivar, musicalmente hablando, para hacer algo de buena forma. Partí a un país que me brindó la posibilidad de tocar todas las noches, cuatro horas, y el entrenamiento que te da el escenario no te lo brindan las salas de ensayo, ni las aulas del conservatorio ni las paredes de tu cuarto.

-¿Cómo fueron esos primeros años fuera de casa?

-En uno de los primeros shows me pagaron cinco dólares, imagináte. En los primeros años, me metí en el circuito de las bandas de blues de Miami y me fue bien, me integré a dos de las más fuertes de la zona y podía vivir pero sabía que si de verdad quería conocer a los músicos que admiraba tenía que salir e irme a California, Texas. Recuerdo que cuando iba a emprender ese viaje, de día trabajaba en una empresa y de noche tocaba. Todo para poder juntar guita e irme. Estaba ilegal, imaginá que si eso salía mal me volvía deportado. Mi primera parada fue en Austin, en la que me quedé dos meses, comía fideos con ketchup, todo por perseguir mi sueño. Desde ahí, salí y fui para Los Ángeles. El inicio fueron un poco bravo pero después me empezó a ir mucho mejor. Ese fue el momento en el que incursioné fuerte en el mundo del Gypsy Jazz y, en cierta forma, me despedí del blues porque en el otro género me estaba yendo muy bien.  

-Hablando de Gypsy Jazz, hace poco, en Francia, el festival más importante de la categoría te definió como “La aparición más importante de los últimos 20 años”…

-¿Viste? Sí, yo quiero que eso esté en mi tumba (risas). La verdad es que fue muy lindo; creo que lo que vieron en nosotros fue lo fresco de la música. Siempre me dediqué mucho a la composición de la música y, bueno, haber logrado un reconocimiento tan importante nos permitió no sólo vender muchos discos sino también la posibilidad de conocer diferentes países, algo increíble.

-Cuándo lograste ese reconocimiento, ¿sentiste un poco de nostalgia por eso de “no ser profeta en tu tierra” o ni hubo tiempo para lamentos?

-Esta es la primera vez que vengo acá en plan de tocar. Antes, venía y descansaba. La música que tocamos es muy under, un blues diferente al que se escucha acá y no creo que aquí tengamos el espacio como para poder desarrollarnos. Allá, en Estados Unidos, sin ser los Stones, Beatles o Madonna podes vivir de la música y vender tus discos y ganar algo de plata, es algo buenísimo. Acá no es tan fácil.

-Hace poco, Nico Smoljan –armonicista argentino de blues- dijo que en Argentina es difícil la carrera del músico, porque el Estado no asume un rol más protagónico en las áreas culturales. Y que si a eso le sumamos el hecho de que hay que pagar por tocar y otras cosas más, las posibilidades serán cada vez más duras. ¿Coincidís con esa visión?

-Mirá, creo que es algo muy interesante en eso de “pagar por tocar”. En Los Ángeles, se paga por tocar. De hecho, los Stones, cuando vienen a River, alquilan el estadio y pagan por tocar. En Argentina hay muchas bandas y no tantos lugares, entonces no veo mal que alguien te cobre por tocar, siendo que lo podés horrible, o no llevar a nadie. Lo que siento es que acá todo está centrado en Buenos Aires y el circuito es chico. Al país le falta desarrollo urbano, le falta poblarse, esa sería la solución para que haya espacio para todos.

 

*Miércoles 3 de agosto en Boris Club, Gorriti 5568. A las 21.30 horas

 

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