Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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De La Gran Piñata

"Si a vos no te gusta lo que hacés, a nadie le gustará"

Cronista: Lucas González | Fotos: Gentileza: Prensa

11 de Mayo, 2015

"Si a vos no te gusta lo que hacés, a nadie le gustará"

Antes de presentar El Equilibrio Entre Los Opuestos, Darío “Panter” Giuliano y Lucas Martínez, de De La Gran Piñata, le comentaron a El Bondi cómo fue el proceso de grabación de este tercer disco y cómo los encuentra la previa del recital que darán este sábado 16 de mayo en Teatro Flores.

Vuelan. No paran de subir. Y es que De La Gran Piñata no parece tener techo alguno. El hecho que lo ratifica es El Equilibrio Entre Los Opuestos (2015), su tercer disco de estudio. “La devolución del público nos dejó con la boca abierta”, afirma el guitarrista Lucas Martínez. A su lado, el cantante y también guitarrista, Darío “Panter” Giuliano agrega: “Incluso nos sorprendió el recibimiento de gente que admiramos, y eso nos pone muy orgullosos”. Ambos, al igual que el baterista Alejandro Zenobi y el bajista Nicolás Persig, que se encontraban a escasos metros, recibieron a la prensa en un día soleado, con una temperatura que osciló entre fresca y templada.

Además del álbum en cuestión, el otro hecho que ocupa la cabeza del grupo es el recital que darán este sábado en el Teatro de Flores como presentación del mismo. Ahí, justamente, llegaron hace un año acompañados por los uruguayos de Once Tiros. “Es intimidante, fue nuestra primera vez. Hemos ido a ver bandas, y cuando estás del otro lado y los ves vacío antes de empezar, decís: ‘La puta madre, ¡es grande!’”, admite Panter. Sobre los nervios y la impaciencia que genera tamaña convocatoria, Lucas confiesa que “por suerte, tenemos la posibilidad de juntarnos los cuatro, comer algo y contagiarnos la ansiedad el uno al otro. Si bien es fuerte, no deja de ser lindo y es algo que luego recordaremos como un momento grato”.

-Hablando de El Equilibrio Entre Los Opuestos, ¿cuándo lo comienzan a gestar?
Darío Giuliano: -A mitad del año pasado, ahí empezamos con la idea de grabar. Ya teníamos algunas canciones dando vueltas. Para la época en la que tocamos con los Tiros ya hacíamos un tema nuevo, “Blanco fácil”. La idea era sacarlo a final del año pasado, y cuando vimos en lo que nos estábamos metiendo y lo lindo que iba a ser, decidimos darnos un tiempo prudencial para disfrutarlo y que cada proceso tenga el tiempo que ameritaba. De ahí surge la idea del  publicar el EP (Canciones para los impaciente). Fue algo para nosotros y para la gente.

-En referencia al tiempo de trabajo, ¿es el que menos tiempo les llevó?
Lucas Martínez: -No, ya que desde tener las primeras canciones a concretar el disco fue un proceso largo. Y como dijo Panter, nos dimos el tiempo necesario para quedar conformes, tanto en el sonido como en el arte. Sin dudas, valió la pena.

-En otra entrevista, mencionaron que, luego del primer disco, el tiempo para cerrar una canción pasó a tener cierta importancia. Para este trabajo, ¿cómo llegaron a decidir si estaba o no lista una composición?
DG: -¡Cuando quedaron grabadas! Porque, hasta el mismo día en el estudio, le seguíamos metiendo o sacando cosas. Este disco lo grabó Ariel Lavigna, un animal, y fue él quien nos propuso, entre otras ideas, la de grabar en vivo, algo que nunca habíamos hecho. Además de ser un adelanto, el EP fue una prueba para ver cómo reaccionábamos ante este método. El hecho de trabajar de esa manera, de interactuar con la energía del otro, dio por resultado que al momento de registrar los temas algunos se modifiquen.
LM: -Hay una linda anécdota sobre la cuestión. Y es que una de las formas de comprobar si una nota quedaba o no, era cuando a Ariel le generaba piel de gallina.
DG: - Si pasaba eso quedaba. Entonces, ahí nos prohibíamos hacer una segunda o tercer toma.

-El disco lo grabaron en el estudio Romaphonic. ¿Cuándo entraron a trabajarlo?
DG: -Entramos el 31 de enero. No me lo olvido más (risas).
LM: -¡Yo tampoco! (Risas)
DG: -Teníamos mucha ansiedad y nervios. Lo grabamos en cuatro sesiones. Laburar ahí es una experiencia sarpada.

-Deduzco, por lo que me decís, que venían muy afilados con los temas.
DG: -Estábamos muy cómodos con lo que veníamos haciendo, pero, como te decía antes, había muchas cosas que no estaban definidas o estaban por definirse, que al escucharlas ahí suenan de otra menara.
LM: -Las estructuras de las canciones en sí estaban terminadas. Quizás, lo que restaban eran detalles o arreglos, algo con lo que jugamos. Hasta zapamos un poco, y vimos qué surgía entre los cuatro. En lo que respecta a nuestros instrumentos, nos metimos a probar con guitarras.
DG: -Hubo mucho lugar para la improvisación. El tester fue la cara del otro: cara de culo o piel de gallina. No había tiempo para masticar y digerir el arreglo, gustaba o no.

-A priori, para alguien ajeno al laburo del músico, pensaría que es poco tiempo el que se tomaron para grabar, o que por lo menos el margen de error es ínfimo. ¿Cómo vivieron con esa presión?
LM: -Lo que hicimos fue meternos al estudio sin mucha idea de cuánto nos podía llevar cada canción. Creo que, por suerte, se dieron en dos, o tal vez, tres tomas. Se fue dando rápido, gracias al conocimiento que teníamos de ellas. Lo que faltaba era la primera toma para calentar.
DG: -El primer día fue apuntar los equipos, los micrófonos y buscar el sonido que queríamos. En realidad, tocar en simultáneo te ahorra un montón de tiempo. También se cuidó mucho el tema de las voces, parábamos, comíamos, tomábamos unos mates o algún whiskylin (risas). Además, todo el staff que nos acompaña hizo que sea una experiencia entrañable. ¡Ya quiero volver a grabar otro disco!

-¿Llegaron al estudio con las canciones que iban a quedar en el disco, o fueron descartando?
LM: -No somos tan promiscuos (risas).
DG: -Sí, esa palabra nos define bastante bien (risas). Llegamos al estudio con trece canciones, puede que antes haya quedado alguna en el camino, en un cuaderno que tenemos con un par de ideas. Aunque, desde un principio sabíamos el número con el que íbamos a cerrar.

-Ese número parece una constante en su carrera, ya que también se repite en Viaje al centro de uno mismo (2012), y en Miércoles (2010) hay doce. ¿Es es una decisión de ustedes, algo premeditado, o salió de manera casual?
LM: -Es casual. De hecho, no lo había notado. No fue pensado. Como dice él, fueron trece canciones que nos convencieron.

-La elección de las canciones, ¿fue algo consensuado con Ariel o ustedes le llevaron las que querían laburar?
DG: -Ariel primero vino como técnico, no como productor. Pero, con su experiencia, obviamente le preguntábamos su opinión. Por suerte, está tan loco como nosotros y coincidíamos en la mayoría de las cosas, y hasta en algunas las llevaba más lejos.
LM: -Algunas locuras que nosotros pensábamos, él ya las habías desarrollado (risas).
DG: -Una noche llegó y nos dijo que no había podido dormir porque se quedó pensando en tal cosa (risas). Tener un tipo con esa experiencia jugando en tu equipo, evita que las cosas puedan salir mal. Además, a la hora de buscar una persona para la producción, que sea ajena a la banda –los anteriores disco estuvieron a cargo del Nicolás Persig-,  él fue la primera opción.

-Hace un par de años, mencionaron que a la hora de componer aportan los cuatro, ya sea la letra o una melodía. Para este trabajo, ¿el método fue el mismo?
DG: -Sí. Una de las diferencias que tenemos en este disco, además de tener nuestra sala, es que nos armamos una terracita en donde nos damos el lugar para charlar. Solemos juntarnos mucho, y cada conversación nuestra son opiniones que vamos guardando, y en algún momento, a partir de un arreglo o solo de viola, se recurre a eso, a lo hablado.

-El disco decidieron masterizarlo en Estados Unidos, por Joe Laporta en Sterling Studios. ¿De dónde surge esa necesidad?
DG: -Fue idea de Ariel. Nos comentó la posibilidad, ya que él se iba de viaje y nos propone estar y presenciar el proceso. Las máquinas que usan allá tienen una técnica a la que acá no tenemos acceso, por la cantidad de guita que sale y por el tiempo que la carrera lleva como tal.

-¿Y en qué texturas, para ustedes que son músicos, se puede notar el cambio?
DG: -Si hubieses escuchado el disco antes de masterizarlo, lo hubieses notado. Estamos hablando del último proceso del audio, antes de que se convierta en un disco físico. Se resaltan cosas y se esconden ciertas frecuencias que pueden resultar molestas. Por ejemplo, en mi casa, que es un cubo, hay ciertas frecuencias graves que hacen que tiemblen los vasos de la cocina. Después de masterizado, es una cuestión más armónica.
LM: -Cuando el disco volvió de allá dijimos: “¿¡Qué pasó!?”. La diferencia es abismal.

-¿Lo escuchan bastante seguido?
LM: -Sí, yo por lo menos. Si a vos no te gusta lo que haces, a nadie le gustará.

-El disco posee un título bastante amplio, y llamativo. ¿Nace de algo en particular?
DG: -Sí. Cuando lo hicimos teníamos las canciones en la mesa, y vimos que de esta mezcla de influencias que tenemos nosotros existía un equilibrio. Y ahí es donde podemos posar el estilo de la banda. Si bien nosotros tocamos rock, hacemos algo propio, muy nuestro. Es un equilibrio entre los opuestos, algo que cada uno tiene dentro suyo.

-Lucas, el año pasado me dijiste, en una entrevista que les hice, que estaban más ricos en perplejidades que en seguridades.
LM: -Sí, pero en realidad es una frase de Borges que dice, más o menos, así: “Prefiero ser rico en perplejidades que en conocimientos”. Y realmente, lo que más valoraba de lo que nos estaba pasando, era contar lo que estábamos viviendo en perplejidades: salir a lugares y quedarnos así –pone cara de asombro-, de imágenes que se te quedan en la cabeza y no se te borran por mucho tiempo. Es lo más lindo que nos pasa.
DG: -Cuando subimos el disco a Youtube también nos sorprendió la repercusión. La gente no lo tiene, porque salió hoy –viernes 8 de mayo- y ya hay un pibe que tiene tatuada la tapa en la espalda. Es una locura, si ese tipo de cosas no te dejan perplejos no tenés corazón. 

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