Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
Seguinos en
Banner

Panza

La conductora del viaje musical

Cronista: Redaccion El Bondi | Fotos: Gentileza: Prensa

27 de Marzo, 2015

La conductora del viaje musical

Mariana Bianchini, cantante de Panza, habló con El Bondi sobre cómo se desarrolló su último disco producido por Alejandro Vázquez, la bienvenida a las historias, la sectorialización de personalidades entre sus diferentes proyectos y cómo el amor vence todo tipo de miedos.

El corazón de esas tripas rockeras, llamadas Panza, tienen latido de mujer. El nombre es Mariana Bianchini, identidad femenina que voltea, voz en la que siempre puede despertar más sensibilidad.
Este viaje comenzó a fines de los 90’ mutando del punk más puro al rock progresivo, siempre rosa y furioso, de la mano de sus amigos de la adolescencia Sergio Álvarez (que terminó siendo su marido y el padre de sus hijos) en guitarra, Franco Fontanarrosa en bajo y Augusto Urbini en batería.

- Por lo general, los primeros discos de las bandas suelen llamarse como ellas, ¿por qué decidieron hacer eso recién para este disco, el séptimo?
-Nunca nos habíamos planteado que se llamase como la banda y durante todos los años que hemos hecho discos siempre eran más conceptuales desde lo musical y desde las letras, entonces el nombre le daba el sello final. En este caso, como es un disco que cuenta más historias, ya no es tan autoreferencial, entonces tiene otra mirada. Parecía que era un renacer, desde otro lugar. En un lugar fue el mismo tipo de composición pero desde un lugar distinto: ya no era nuestro capricho, había ganas de contar otras cosas, por ahí porque ya habíamos pasado por mucho -un disco triple, un DVD doble-. En algún lugar dijimos “¿qué hacemos, un disco cuádruple?”. Entonces no hicimos más que acercarnos a la gente desde otro lugar, no tanto desde yo y mi música, sino contando historias filtradas a través de nosotros pero abriéndonos.

-Hay mucha variación en el disco, quizás eso mismo también lleve a un concepto, ¿hubo algún cambio con respecto a la composición?
-Siempre componemos Sergio y yo, que estamos acá en casa. Mientras yo hago la comida, el chabón se sienta con la guitarra y empieza a hacer cosas, así fue siempre. Lo que no entraba en Panza iba para un proyecto solista mío o para su proyecto solista, la fábrica de canciones está. Lo que pasa es que a veces como la banda tiene un peso de tantos años y tanta identidad, había cosas que queríamos hacer pero pensábamos que no encajaban, y en este disco nos lo permitimos más. Quizás porque estaba la mirada de un productor, Ale Vázquez, que es un tipo que respetamos mucho porque produjo bandas que nos gustan como Massacre, Carajo. Le dábamos bola, no como otra veces que nos quedábamos sólo en nosotros queríamos. Apareció en el juego otro jugador, del otro lado, y lo aceptamos como un cambio positivo. Por eso también el nombre, no sé si llamarlo “una nueva etapa”, pero dejamos de estar guardados y querer presentarnos más, una mayor exposición.

-¿Cómo fue esa nueva experiencia con Ale Vázquez?
-El resultado fue buenísimo porque aprendimos a ceder, a dejarnos de tener una actitud un tanto inmadura en eso de empecinarnos con lo que queríamos y nos animamos a jugar con nuestras reglas, pero con cierta comprensión de que se trata de mantenerse en un contexto que participa de lo que vos haces, que la música no es sólo ir y tocar. No sé si influyó en la composición pero la idea era tener una mirada más desde afuera ahí.

-¿Por qué no habían tenido un productor que no sea parte de la banda para un disco?
-Es difícil trabajar con un productor. Vos escribís la canción que te sale de las tripas, que te sirve de catarsis, que te sirve para decir lo que no sabes que querés decir y, en este caso, si viene alguien y te saca ese único momento en el que vos podes ser libre y te dice: “che, podes ser libre pero hasta acá”, que alguien te permita jugar pero “guarda, no te hagas tanto la loca”, no tiene sentido. Nunca nos gustó eso que viniese alguien a decirte qué sí, qué no, que nos ponga las reglas de juego en algo que no es nuestro laburo, sino que es nuestra vocación. Los dos vivimos de la música pero no de los shows, damos clases, hacemos producción, tenemos talleres, cursos, pero no del show en sí, ese el lugar donde nos escapamos, ¿y justo en ese momento tenemos que seguir las reglas de otro? Que por lo menos sea por un castillo, por un yate, ¡qué me pague la educación de los pibes! Si no, no se justificaba (risas).

-¿De qué manera influyó en Panza tener otras bandas paralelamente?
-En un punto, siento que eso sectorizó las cosas. En un lugar era Mariana, la rockera, y en el otro me permití ser más mujer, más romántica y eso estuvo bueno para mí, pero después de un tiempo me parece que fui separando mucho y yo soy la misma en los dos aspectos. Pero si soy rockera, soy rockera y más que los chabones, como para que te respeten jaja. Ahora estoy trabajando en eso de ser la misma en todo lo que hago desde el aspecto musical. Obviamente, uno no es el mismo cuando está con su hijo, que cuando está haciendo una nota, o con su vieja, entonces trato de pensarlo desde ese lugar. Cuando estoy con Panza estoy con mis amigos de la infancia y puedo hacer cualquier cosas porque está todo bien y ese es el lugar donde uno vuelve a ser joven por una hora y media. Eso es impagable. 

-¿Y desde el plano solista?
-Como solista, ahora tengo ganas de hacer un disco nuevo, en un plan más bjorkeano, más sola con algunas máquinas, lo que implica una responsabilidad mucho más grande. No estoy con mis compañeros de la secundaria, estoy ahí luchando con las máquinas y está bueno porque también necesito tomar el control desde ese lugar de dirección de un proyecto, no sólo ir y cantar.

-¿Antes te sentías un poco estigmatizada al salir de una raíz mucho más punk?
-A mí me gusta cantar rock, por la energía positiva que genera en mi. Y sin embargo he recibido mil frases como “para escuchar a una mina que me grita tengo a mi señora”. Ahora ya no se escucha eso, pero hace 18 años era más común. Por ahí que me haya vuelto todavía más rockera tiene que ver con eso. Es como cuando te dicen “no vas a poder andar en bicicleta una hora”, “ah, ¿no voy a poder? Mirá, ando dos horas en bicicleta”, eso me pasaba con respecto a la performance. Y si escucho la batería me siento Freddy Mercury, me creo todo, escucho la guitarra y me vuelvo una niña. A veces lo veo a mi hijo y es igual a mí, él pone Iron Maiden, Metallica, se para y canta arriba de la silla, y le digo “¡Iván pará!”, pero después pienso y yo en el escenario soy igual.

-Por crecer en una familia donde corría mucho la música, tu hermano con Árbol, tu papá con Billy Bond, ¿nunca tuviste ese miedo a la fama o rechazo a todo eso, justamente, por todo lo que vivieron ellos?
-Miedo tenés siempre, es algo con lo que yo lucho: miedo a todo, a que te vaya bien o te vaya mal. Es una lucha constante y me parece que a veces eso te saca del lugar importante que es por qué lo haces. No lo haces para que te quieran ni para que no te quieran, lo haces porque no lo podes evitar, porque lo amás. El miedo está y lo más probable es que no te vaya bien. Es muy raro que te vaya bien, ¿cuántas bandas hay?, ¿por qué te tendría que ir bien? A nosotros nos va muy bien, pero me refiero a tener resto de guita para no hacer nada, estar tirados ahí viendo Pocoyó (juego del celu con el que estaba entretenida su hija mientras hablaba) y a la noche ir a tocar. El miedo es lo que te paraliza para hacer todo, si uno pudiese sacarse ese miedo al fracaso de encima no tendría sentido hacerlo. 

-¿Los miedos los transformaste en música?
-El problema era que en un momento uno salía con mucha adrenalina al escenario para vencer el miedo y traté de aprender que no era ese el lugar. De última, si quería tener catarsis iba a un gimnasio, o a saltar la soga. De a poco fui entendiendo que ese lugar tiene que ver con la comunicación, no hablar todo el tiempo ahí arriba.

-¿De esa manera disfrutás más los shows?
-Desde que soy mamá, entendí que esto no es salir a las piñas. No hay que seducir a todo el mundo, uno tiene que disfrutar. El tiempo cada vez era menos, estaba muy cansada y cuando pasa eso filtrás: hay cosas que no le prestás atención, ya no discutís por boludeces. Estás cansado. No dormís, estás en un estado en el que todo flota y si te concentrás en algo tiene que ser sumamente importante. Entonces me obligué a disfrutar.

-Si bien Panza está liderada por una mujer y capta tu costado más rockero, todos los demás integrantes son hombres y eso parece no haber sido un impedimento para expresar los sentimientos más femeninos y cargarse al hombro frases como “estoy hinchada no me viene”, ¿nunca hubo alguna restricción con esas cosas?
-No, nunca hubo un “eso no lo pienso decir”. Es rosa, todo viene del universo de lo femenino, por eso vienen muchas chicas y vienen muchos hombres a ver el virtuosismo guitarrístico de Sergio. Esta agrupación, en la que está Augusto en la batería, es la primera que se interesa por las letras, en otras no se metía en eso. Acá no sólo les interesaba sino que les gustaba. En mi caso ponía cualquier cosa y estaba bien. A veces la gente no quiere ponerse en ridículo y a mí me divierte eso. No me preocupa si estoy hinchada, gorda, al contrario, me divierte ese rol. No me interesa ser linda en ese momento, para qué, ¿para caretearla? Esa fue una de las cosas que no me benefició (risas).

-De esas historias que fueron recopilando en el disco, ¿cuáles fueron las que más te gustaron?
-Me gusta Partículas elementales porque en una parte dice “llevo una bomba ACME para ponérmela en el pecho, para que no te acerques”, porque tiene un poco de lo que yo veía cuando era chica que era el correcaminos y siempre me gustó esa trampa que tenían esa marca. También El ataque de la mujer de 50 pies, que habla de un momento en mi vida que me sentía muy chiquita y con la canción sola empecé a salir para afuera. La herida que es un tema que nació de un cuento de Neil Gaiman (Corazón de Arlequín), que me pasó un alumno. Es sobre un arlequín que se saca el corazón y lo clava en la puerta de la casa de la chica que le gusta, la empieza perseguir y termina de una forma media oscura. Es un cuento que tenía que ver con que nosotros estamos mostrando un costado más romántico y la canción te dice: déjatela que está todo bien, no hace falta que disimules, podes ser romántico y tenes que ser rockero, bienvenido. También una referencia a mi miedo de mostrar mi romanticismo. Si estás enamorado mostralo, no pasa nada, pero bueno cuesta un montón.

- ¿Cómo nació el amor entre Sergio y vos?
-Primero tocábamos juntos, él estaba casado, con un hijo, y después que pasa un año de banda, él se separó, se fue a vivir a un departamento solo y ahí empezamos a conocernos de otra manera, empezamos a compartir más allá de la música, charlas, él es un hombre sumamente inteligente, fuera de serie. Yo no quería enamorarme de una persona y menos de alguien de la banda. Empezamos con miedo de contaminar lo que teníamos y con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que lo más importante era lo nuestro y que la banda iba a estar, o no, y todo iba a estar bien, pero me llevó un tiempo. Por momentos había conflictos en el grupo y se complicaba. A veces teníamos un ratito para charlar y era para discutir por cosas de música, producción, etc. Y muchos años, en vez de irnos de vacaciones, con esa plata pagamos discos, financiamos la banda. Por suerte nosotros tenemos la pasión conjunta, pero cada tanto nos planteamos tocar más por separado por los gastos del colegio, niñera y demás.

-¿Qué querés que la gente sienta cuando los escucha?
-A mí me hace volar, yo quiero ser la conductora sin nada. Y a veces pasa, yo puedo entrar en el clima del viaje de la canción y si puedo llevar un par, me encanta. Que sea un viaje hacia el país de las maravillas. Sin drogas, porque con drogas es fácil (risas).

papaz buyusu aşk buyusu bağlama buyusu 2 player games
TODAS LAS FOTOS