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Lichi: "Tardo en escribir porque me importa que esté bueno"

Cronista: Lucas González | Fotos: Gentileza: Prensa

09 de Diciembre, 2020

Lichi: "Tardo en escribir porque me importa que esté bueno"

En medio de la pandemia, el músico, periodista y youtuber rosarino publicó un show conceptual y una canción experimental de trap boomer. Además, para 2021 planea editar tres discos cortos.

Lisandro Ruíz Díaz, a.k.a. Lichi, es un militante de la contracultura. Alguien que escribió sobre sí mismo hasta que pudo quererse solo. Un millennial de 28 años que, como tal, expone su fragilidad, razona con sensibilidad y vive con urgencia. “Me levanto temprano, con ganas de hacer, y me acuesto sin poder dormir, porque quiero seguir generando”, dice a Revista El Bondi desde Rosario, videollamada mediante.

Es media mañana de un jueves templado y Lisandro toma agua entre pregunta y pregunta. Viste remera celeste y su ya icónica gorra rosa. Gesticula poco y mira a cámara con serenidad. Está de humor. Atropella con alegría algunas palabras y gambetea (casi) todas las eses, aun así habla con brío y elocuencia producto de sus múltiples personalidades: además de periodista y activista inorgánico por los derechos de la comunidad LGTBQ+, también es músico independiente y youtuber disidente.

O “un manija” que bien solo se lame y al que le cuesta cosechar lo que siembra, porque “exhala contenido y piensa en lo que debería estar haciendo”. Para su sorpresa, la vida en cuarentena lo apaciguó. Lo dejó en casa. En pareja. Filmando videos. Escuchando y componiendo música. Siempre tranquila, de lo que sea, pero siempre tranquila: “Es la que me sirve, relaja y nace predeterminadamente. Hay veces que puedo poner AC/DC, pero son las menos”. Hoy en su playlist se entrelazan The Zombies y su gran amigo Gladyson Panther, sin embargo, al tope aparecen el disco nuevo de Bandalos Chinos y los temas de Clara Cava.

Son estilos asimétricos, yuxtapuestos, de los que aprende a diario. En especial de ella, que “tiene un lenguaje más ligado a lo digital y a las baterías electrónicas”. Una contradicción en la que habitan el Lichi del pop autorreferencial, preciso y preciosista y el Lisandro de Los Usuarios, aquel proyecto iniciático, efímero y de raíz folk que rindió pleitesía a Neil Young. “Uno es el tradicional, el acústico, el análogo, el polvoriento, un vaquero del oeste”, admite. “Y el otro es el que vive en esta época, que prueba con sonidos y entiende que los instrumentos se enchufan”.

Ambos se preguntan si hay alguna ansiedad que sea positiva o ninguna lo es y hasta qué punto es sano trabajar 24/7. “Llegó un momento en el que lo que iba hacer mañana, me rompía las bolas en el presente. No podía quedarme quieto, estar tranquilo. Lo mío no es súper mega ultrapeligroso, de medicarse. Es una cosa más de todos los días, del común de la gente. Algo que puede pasarle a todo el mundo. Lo estoy tratando en terapia”.

Para él, que en la era del constante movimiento y del aceleramiento practica el arte de la quietud, lo que está y no se usa nos fulminará. Por eso “trato de no ser un despelotado, de organizar el futuro lo más que pueda, de enfocarme en el presente”. Como en Music Killed The Video Star, el show conceptual que estrenó hace pocos días, donde resignificó el imaginario retro futurista de “Video Killed the Radio Star”, one hit wonder de The Buggles y primer video que MTV transmitió en 1981. “No es una afirmación ni una expresión de deseo. Nadie mató a nadie”, avisa. “Estuve al frente, con mi guitarra, como siempre, pero las bases fueron electrónicas y jugamos con los métodos de hacer música, mezclando lo analógico y lo digital”. Es decir: “Un video que giró en torno a la música, un recital que combinó mis dos formatos”.

-¿Te podrías quedar con uno?
-No funciona así. Son cosas distintas. YouTube es la forma más copada que encontré para comunicar, entretenerme y trabajar. Es una cosa más del contexto, no es que nací para eso. La música, en cambio, es algo intrínseco a mi vida. Por ahí YouTube no exista en el futuro o haya otras plataformas, pero sí sé que seguiré haciendo música. 

-¿Cuándo te cayó la ficha de eso?
-Hago música desde que tengo memoria. No es que hubo un momento. Siempre fue una obviedad. Ni me lo pregunté. Gracias a mi mamá, aprendí a leer y a tocar el piano al mismo tiempo. Compongo desde los 13 y a los 15 empecé a tocar en vivo. Sólo fueron cambiando los cómos: primero tuve un dúo y ahora estoy acompañado por una banda de amigos. Transformé a Lichi, la persona, en un concepto.

-A un año de haber editado tu disco debut, el homónimo Lichi, ¿qué aprendiste de vos mismo?
-Que cuando publicas canciones, esas cosas que son súper íntimas para uno, al toque se tornan universales. La gente se refleja, se encuentra. Me pasó con YouTube. No quería ser el típico youtuber que hablara de sí mismo. Pretendía dar un contenido interesante y útil, pero me di cuenta de que con mi historia podía visibilizar la de muchas otras personas. Así que le di bola a lo que me gustaba. Perdí el miedo a hablar en primera persona y de lo que tenía que ver conmigo (diversidad sexual, vínculos) y tras muchos años de inercia también entendí que todavía podía seguir explorando en lo musical. 

 -¿Por ejemplo?
-Para mí, hacer una canción era sentarse con la guitarra acústica, sacar unos acordes y de última pasarla con la banda. O solo. Todo muy tradicional. Durante mucho tiempo me negué a probar otra manera. Y aunque es mi sello, y lo seguirá siendo, este año, por lo que sucedió en el mundo, me obligó a experimentar.

El último tema que publicó, el trap boomer “Oro”, sintetiza esa cohesión sonora y el deseo irrefrenable de “querer ir hacia adelante constantemente”. Compuesta a la distancia, dado que no pudo reunirse con el rapero mendocino Padawvn ni con el productor Tuta Torres, se monta sobre un beat inspirado en el flow de Duki y Lucho SSJ para certificar que “lo único que sirve es cambiar” y que no “quiere ser el mismo que ayer”.

El rey Midas del indie rosarino anticipa que en diciembre lanzará “Sequía”, un autocover, “un folkazo de Los Usuarios”, y en enero “Hyper Hype”, un inédito que hasta el momento sólo tocó en vivo. El año que viene, además, planea materializar una tríada de EPs, “cada uno resuelto con tecnologías diferentes”. El primero, con Tuta Torres, será como “Oro”. Elementos vintage, rockeros, intercambio de mails, WhatsApp, para que “él arme la pista y yo después cante arriba”. Habrá uno acústico, con instrumentos analógicos, y un último más casero, trabajado en el bedroom studio del tecladista Lucio Sánchez.

“Prefiero hacer la música más que la letra”, cuenta, para sorpresa de muchxs y desacraliza su propio proceso de composición, el cual muchas veces parte de la felicidad: “Siempre me costó e inclusive terminé alguna letra en el bondi, poco antes de grabarla. Como ‘Mi Yo y mi Mini-Mí’. No soy de los que todos los meses tenga algo nuevo. Ni a palos. Es un poco paradójico, sí, porque se han tatuado frases de mis canciones, pero no me gusta sentarme a escribir. Me aburre, me da paja y lo pateo. Soy más de pensarlas, de grabar miles de ideas en el celular. Y cuando tengo una que me ceba, le doy vuelta meses y meses hasta que decido terminarla. Justamente, tardo porque me importa que esté bueno”.

 -¿Por qué?
-Si hago una canción instrumental, el oyente imagina, puede volar. Pero la letra le da estructura a la canción, le elige un solo camino de muchos posibles. Y eso es una responsabilidad y lo que me espanta al mismo tiempo, porque la baja a tierra, la limita. Es la cosa más terrenal, menos infinita. La letra es una, y si bien se puede interpretar de distintas maneras, es como traer al mundo real esos sonidos del más allá. Conecta con la persona que la escucha a un nivel más directo.

-¿Y a vos quién te interpeló de esa manera?
-Robert Plant, sobre todo como solista. Tiene 70 años y se niega a repetirse, sacando discos con un montón de elementos nuevos. Siempre trata de renovarse y nunca tomó la opción más cómoda o económicamente rentable, que sería hacer temas de Led Zeppelin con Jimmy Page. Eso me inspiró muchísimo y siempre lo tuve como una máxima.

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