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El Mató a un Policía Motorizado

Gustavo Monsalvo no quiere ser el héroe de nadie

Cronista: Lucas González | Fotos: Laura Torres

13 de Diciembre, 2019

Gustavo Monsalvo no quiere ser el héroe de nadie

Es el guitarrista de El Mató y un referente para una generación, aunque le esquive al rótulo: "Sería muy arrogante pensarme de esa manera", admite el Niño Elefante.

Pese a ser el guitarrista de El Mató a un policía motorizado, Gustavo Monsalvo ostenta más prestigio que fama. Dice que rara vez se pone el foco en su figura. Lo sabe y agradece la poca notoriedad que genera y que todo se centralice en su compañero Santiago Motorizado. “No doy una nota hace mucho”, confirma con alegría el Niño Elefante, como lo conocen propios y extraños. “Si no estás dentro del ambiente, hablando con productores y periodistas, se te ladea un poco. Y en mi caso es bienvenido”, aclara el músico menos conocido de una de la banda más conocidas de la actualidad.

Teniendo en cuenta la reserva y el hermetismo que maneja, ¿por qué accedió a la entrevista con Revista El Bondi? Parafraseando al Indio Solari, uno sólo cacarea cuando pone huevos. Y en este caso, el grupo platense está en vísperas de su primer estadio Malvinas Argentinas (14/12), donde presentará de manera oficial La otra dimensión, trabajo que expande el universo de La Síntesis O‘konor (2017) con inéditos y reversiones. “Yo dudaba”, recuerda Monsalvo al pasar y repite: “Cuando hicimos el primer disco (el homónimo, de 2004), yo dudaba de que funcionara. Pero Santi estaba seguro de que esto era una genialidad”.

El tiempo le dio la razón al bajista, cantante y principal compositor del conjunto, pero en aquel entonces, con una escena que sufría las consecuencias de Cromañón, sobraban motivos para dudar. Además, amplía el Niño, no había en quién referenciarse, ningún artista o par que a nivel local manejara las líneas estéticas que ellos pretendían desarrollar y que hubiera podido solventar una carrera. No existía la versión criolla de Pavement o Galaxy 500. Pero Santi les decía que hasta Europa no iban a parar. “Todavía conserva eso de ir para adelante. Sabe que lo vamos a acompañar en cualquier aventura que se embarque. A esta altura, hay una fe ciega”.

Superada la cuestión coyuntural, la conversación deriva invariablemente en asuntos poco explorados del fuero íntimo del guitarrista que marcó a toda una generación. Por ejemplo, si bien no tiene conflictos con la popularidad, en 2018 comenzó terapia, “como para descomprimir un poco la mínima presión que existe. Me sirvió y me flasheó bocha”.

En contraposición a este presente, en el que su vida vira en torno a componer, girar y grabar, rememora que creció en un hogar clasemedia de laburantes y peronistas, donde la música no era una inquietud y mucho menos una prioridad. Contra todos los pronósticos, indica que empezó a tocar gracias a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. “A los 10, estaba todo el tiempo con el casete de Lobo suelto, Cordero atado. Ahí me obsesioné con querer aprender guitarra”.

Reconoce que “casi” no escucha El Mató, aunque la banda sea su prioridad. También admite que no es obsesivo en el estudio. Al contrario, prefiere la inmediatez y meter pocas tomas a tener que pasar largas horas puliendo o buscando un determinado sonido. “No hay crítica mientras pasa el proceso creativo”. Ahora bien, “si se edita y luego lo escucho, por ahí me digo: ‘qué boludo, podría haberlo hecho mejor”.

Concede, además, que le cuesta establecer una rutina por fuera del grupo en el que toca hace 15 años y sin embargo cocina a fuego lento su siguiente álbum como Gustavo Monsalvo: “Durante el verano agarré un montón de maquetas y las grabé más rigurosamente. Quedaron seis o siete canciones estancadas, pero están”.

De concretarse, sería el cuarto registro de una carrera solista que no se decide a explotar del todo. Las razones: “Siempre que trato de priorizar algo mío, surge una propuesta superadora. Procastino. Tengo una haraganería general”, asegura y señala que este año tocó bastante con su compañero de armas, Manuel Sánchez Viamonte aka Pantrö Puto, que “sí armó su disco: fue a un estudio y está a punto de salir. Eso me dispersó un poco”.

En paralelo, se sumó de manera oficial a Suárez (“estamos maquetando canciones nuevas”), segundo proyecto que comparte con la cantante Rosario Bléfari. “Lo de Sué Mon Mont se dispersó un poco. Estamos todos muy ocupados y cuesta armar una agenda. Lo bueno es que cada vez que coincidimos hay ganas”, sostiene sobre el combinado que completan el bajista Tifa Rex (Los Reyes del falsete) y el bajista Marcos Díaz (Bosques).

-¿Está el deseo de proyectar tu carrera solista?

-No lo descarto. Supongo que para tomarselo en serio o darle una dirección más contundente necesitás de ciertas cualidades: seguridad, confianza. También tiene que ver con el ego. Uno no nace así, se va armando. Se adquiere esa seguridad de la que hablo. Si bien me gustaría ponerme al frente a un proyecto, no lo tomo como una prioridad y ahora me siento más cómodo acompañando a otros.

-Aunque trates de eludirlo, colaborando con otrxs o postergando la salida de tus canciones, para muchxs sos el guitar hero de una generación.

-No puedo hacerme cargo de un lugar que nunca busqué ocupar. Tampoco creo que lo tenga. Y lo digo sin falsa modestia. Sería muy arrogante pensar que soy un referente. Lo mío es más de rebote: apenas soy el guitarrista de las canciones de Santi.

*Sábado 14 de diciembre en el Estadio Malvinas Argentinas, Gutenberg 350. A las 20. 

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