Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Melanie Williams

Melanie Williams, la piba que nació para tocar la batería

Cronista: Lucas González | Fotos: Laura Torres

18 de Junio, 2019

Melanie Williams, la piba que nació para tocar la batería

Tiene 25 años y se desempeña como sesionista en tres proyectos diferentes. Acaba de publicar su primer disco y ya piensa en el siguiente, que saldrá por Goza Records. "Tengo una relación libre y creativa con la música", sostiene.

Melanie Williams sostiene que si entendés el lenguaje de la música podés agarrar cualquier instrumento y hacerlo sonar. Lo dice ella, que a los ocho empezó con la guitarra, a los diez con el piano y a los doce con la batería. En los tres fluye de manera natural, pero reconoce que nació para tocar esta última. “Es el lugar en el que más cómoda me siento”, señala la multinstrumentista que lleva cinco años como sesionista profesional y que acaba de lanzar el disco Comprensión1 (2019), el segundo junto a su banda El Cabloide.

Melanie vive hace un cuarto de siglo en su Bernal natal. “Es incómodo por la distancia, pero supongo que con un auto se resuelve. Además, no renuncio al confort de mi día a día. Igualmente, vengo todo el tiempo para Capital”, plantea. Tiene tres hermanos varones y un apellido que parece puesto adrede, pero que en realidad es galés y viene por el lado paterno (“sólo sé que cargo con un apellido flashero”).  

Su primer recuerdo vinculado a la música se remite a los cuatro años. Por aquel entonces, le regalaron un pianito que usaba las 24 horas (“le componía temas mis juguetes”). Nadie en su familia se conectaba seriamente con el arte, pero a los siete se empecinó con que quería una guitarra (“me puse muy gede”), así que al año siguiente le regalaron una criolla que aún conserva. Desde aquel momento, “no hay un día en el que no toque”.

Probó suerte con profesorxs y no le copó. Aprendió por las suyas y con los videos que transmitía MTV durante el fin de semana. Hoy día, asume que, cuando no sabe qué decir, agarra la viola, cierra los ojos y expresa sus sentimientos. A los diez, y con el piano en su poder, sacó “Para Elisa”, la famosa pieza de Beethoven. Al respecto, confirma: “Fue mi primer acercamiento a la teoría, pero no me convenció. Mi relación con la música es más libre, creativa, de oído

Y si bien en su casa nunca la condicionaron, al inicio no siempre la tomaron muy en serio. “Mi viejos pensaron que era un juego y finalmente se dieron cuenta que no era una joda”, asegura. Como suele ocurrir, tenían miedo por la estabilidad económica de su primogénita. Inclusive, la madre la incitó a que buscara un “laburo normal”, idea que naufragó. “Alguna vez pensé en trabajar en un vivero. Me gustan las plantas y prefiero estar ahí, vendiéndole a las señoras, que ir a una oficina, donde jamás me tomarían”.

Su enlace con la batería fue excepcional. Desde el vamos, se instruyó sola e incluso antes de tener una: se golpeaba las piernas o practicaba percusión en los bancos del colegio. Admite que no tuvo ni tiene referentes en la materia, aunque la “flasheó un montón” la técnica de Travis Barker, de Blink 182, ya que doblaba los arreglos de guitarra.

Durante el secundario expandió sus preferencias: pasó de escuchar Gorillaz y Red Hot Chilli Peppers a incursionar en la psicodelia, con Led Zeppelin y Jimi Hendrix a la cabeza. Integró bandas como Desvío Punk, donde fue guitarrista, y hasta una de metalcore de la cual no recuerda el nombre, pero sí que estuvo detrás de los parches y que no llegó a debutar en vivo.

Concluida su educación inicial, se anotó en la Escuela de Música de Buenos Aires (EMBA), aunque no duró demasiado: “Necesitaba que alguien me mostrara cómo seguir”. Ese alguien terminaría siendo Sebastián Roger Cardero. De Los Piojos algo sabía, por sus padres, pero desconocía quién había sido el último baterista del grupo que comandó Andrés Ciro Martínez (“no sé el nombre de nadie, escucho música porque la disfruto, no me pongo a idolatrar a las personas”).

Durante tres años (fue de los 19 a los 22), Cardero no sólo le mostró la manera correcta para agarrar los palillos, sino que también le enseñó lo que era el groove. El encuentro entre ambos resultaría clave. “Teníamos charlas re existenciales. Me voló la cabeza y me hizo entender que podía estudiar re piola sin tener que ir a una institución”, comenta ella, que a los 20 arrancó a trabajar como sesionista para la cantante Lula Miranda: “Cuando me llaman, esperan una forma de tocar, que la batería sea más experimental. Que el ritmo acompañe a la armonía y a la melodía, que esté más involucrado con la canción”.

En 2017 dio el primer paso de su propia carrera y publicó el EP Jeleh. Guíada por Cardero (“hicimos un mes y medio o dos de preproducción”), lo vivió como una superación absoluta, dado que “fue la primera vez en la que concreté todo lo que sonaba en mi cabeza”.

El material tuvo como disparador unas maquetas que arrastraba desde 2015 y salió como Melanie Williams & el Cabloide, un conjunto con un concepto original (“la música está por encima nuestro, es un ente, que pasa a través nuestro, como si fuéramos un cable”) y una dinámica que arriba del escenario rompe con lo tradicional (“tocamos en ronda, formando una ‘u’. Siempre nos miramos, porque es fundamental el contacto visual”).

Al año de su estreno discográfico, comenzó a gestar su primer larga duración. “Fue en marzo o abril de 2018, cuando entre a Guli (NdlR: además de integrar el proyecto de Agustín Bucich y el de Lula Miranda, también está en Ruiseñora)”. Ella pretendía grabar unos temas sueltos, aunque Bucich le dijo que no, que debía apuntar al álbum, para satisfacer la necesidad de un eventual escucha.

Guli le ofreció su homestudio (La alfombra mágica) y todo el tiempo que hiciera falta: durante un año, concurrió todos los lunes a la casa del productor y trabajaron metódica y espaciadamente, a contracorriente de la vorágine actual. El resultado: Comprensión1, una obra donde cada instrumento tiene su lugar y los tracks un audio y una estética muy particular (“como si estuviesen hermanados”).

El álbum se masterizó en Átomo y salió por Goza Records, pero fue un hecho fortuito en realidad. “Vi una página de Instagram y mandé un mensaje. No sabía si era un sello o un estudio”, indica. Le respondió Barbi Recanati, a la que apenas conocía, y la puso al tanto sobre lo movida que encabeza: “Es enteramente por el amor y la banca a las pibas. Hacía falta que apareciera alguien así”, considera.

Quedaron en colaborar en un futuro EP, para el cual Williams ya tiene cinco canciones finiquitadas. Serán bien guitarreras y con un audio más vintage, promete. “Siempre estoy evolucionando”, explica y revela que, después de mucho intentarlo, alguien hace poco le sacó la ficha: “Me dijeron que hago algo medio retrofuturista y me gustó la definición, porque describe re clavado lo que estoy haciendo, que es música bastante atemporal”.


*Sábado 22 en el CC Matienzo, en el marco del festival Eso que suena. Y domingo 23 en el JJ Circuito Cultural, en una nueva edición de Miernes. 

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