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Marty Friedman

Marty Friedman: "En mi último disco le robé cosas a Piazzolla"

Cronista: Fernando Canales | Fotos: Gentileza prensa

21 de Febrero, 2018

Marty Friedman: "En mi último disco le robé cosas a Piazzolla"

Tirando paredes (de sonido) con Astor.

Marty Friedman es conocido -más allá de sus rulos-, por ser un perfeccionista del sonido, un purista de la afinación y del tono de su guitarra. También por ser una persona insaciable en busca de nuevos desafíos, a quien le encanta estirar los límites, al igual que a las cuerdas de su instrumento. Compone un nuevo disco, da un paso, y su horizonte musical se aleja dos casilleros.

Desde sus inicios, su carrera fue así: primero junto a Jason Becker, en Cacophony, en plan neo clásico; después yéndose de Megadeth -la gallina de los huevos de oro-, donde dejó una marca imborrable, porque se cansó de hacer heavy metal. Ya sea tocando J Pop o interpretando música de Bach, Piazzolla o Rachmaninoff, Friedman hace lo quiere, porque puede y no le importa el qué dirán. Al mutar tantas veces, no tiene por qué rendir cuentas con su pasado, es por eso que en esta entrevista, a pedido de él, no hay preguntas sobre Megadeth.

Hace más de una década que Friedman vive en Japón, casado con la chelista Hiyori Okuda y hablando nipón perfectamente. Viene de sacar un disco, Wall of Sound (2017), igual de aclamado que su antecesor, Inferno (2014). Kissero de alma, fanático de los Ramones y Elvis, hace un tiempo se animó a lanzar unos dardos contra Jimi Hendrix (”prefiero masticar vidrio antes que escucharlo”) y Bob Dylan (soy un enfermo de la afinación y probablemente por eso no me gusta Bob Dylan, porque cuando las cosas se desafinan, eso me mata”). Filoso como katana, y picante como el sake, esto le trajo algunas reacciones negativas.

El ex- Megadeth retorna a la Argentina excitado y renovado: “Estoy muy emocionado de poder realizar un show entero, porque cada vez que fui tuve buenas experiencias, como la de Piazzolla o la de las clínicas, pero nunca pude hacer un concierto propio". Su última presentación, junto al Escalandrum de “PipiPiazzolla, no sólo lo influenció, sino que dejó una huella profunda en su currículum y en su música. Con ustedes Marty Friedman, un virtuoso sin pelos en la lengua.



-La última vez que estuviste en Buenos Aires, en 2015, tocaste música de Astor Piazzolla con Escalandrum, ¿cómo fue esa experiencia?

-Fue una de las cosas más satisfactorias y felices de mi carrera, porque no es algo que pase todos los días: tocar música legendaria con músicos legendarios. Me honró ser invitado y poder hacerlo en el país de Piazzola. Fue un momento mágico que me influenció mi último disco, ya que tiene muchas vibras latinas. Es como que le robé cosas a Piazzolla (risas). Estoy muy orgulloso de haber hecho ese show.

-En Inferno había un saxo, ahora en Wall of Sound compusiste el tema “Sorrow and Madness”, donde hay un violín. De alguna forma seguiste en ese camino de experimentación, ¿cómo definirías este nuevo trabajo?

-Tenés razón, hay mucha experimentación: violines, chelos, saxofón. Pero ahora es más pasional, más oscuro. Hay mucho para digerir, es complicado escucharlo de corrido. Al componerlo, sentí mucho las experiencia adquiridas alrededor del mundo, pero especialmente lo de Piazzolla, ¿cómo no voy a estar influenciado? Es como Inferno pero con esteroides (risas). Estaba muy contento con el disco anterior, por eso me preocupaba no poder hacer nuevamente un álbum tan emocionante. Me tomó un año y medio para llegar al punto de estar satisfecho.

-Una de las nuevas canciones se llama “Pussy Ghost”, ¿por qué el nombre?

-(Risas) Estaba buscando un título para lograr que la gente diga: “Wow ¿cómo sonará esta canción?. Es un tema instrumental, no tiene letra, no tiene más armas que el título para atrapar a la gente. Cuando armé el tema, había cosas que sonaban como un gato que te asustaba, la guitarra sonaba como un gato demente,  como un fantasma y el título describe bien la canción.

-Son muchos los que se pregunta por qué no estás en G3 Tour. ¿Hay alguna razón particular?

-Me encantaría hacerlo. Toqué un solo show como invitado en Japón -NdlR: en 2005 junto a Joe Satriani, Steve Vai y John Petrucci-. Y eso es todo. Me gustaría (participar) y sería un gran tour. No pasó, pero no hay una razón específica para que no haya ocurrido.

-OK, llamemos a Satriani y a Vai entonces…

-Yo me anoto (risas).

-Hablando de guitarristas, vos sos muy cercano a Paul Gilbert, y los dos hablan japonés. ¿Alguna vez pensaron en hacer un proyecto, un disco juntos?

-Hemos hecho algunas cosas , en Japón y en Estados Unidos, como programas de televisión. Pero un disco no algo que haya pensado. Nuestra música es muy diferente. Amo a Paul, y a su estilo, pero no es algo que haya planeado.

-Hiciste televisión y también te presentaste con la Tokyo Philharmonic, ¿cuán intenso es tocar con todos esos músicos detrás tuyo?

-Es lo mejor, y me encanta cuando es una buena pieza musical. Lo hice varias veces, primero con una obra de Bach, después con Rachmaninoff  y por último con mi propia música. Pero depende cuánto ames lo que estés tocando. Yo no soy un fan de Bach, y fue difícil de aprender, por eso traté de que salga bien. Cuando toqué Rachmaninoff, me llegó y lo disfruté mucho más. Hacer mis composiciones resultó totalmente diferente, porque no estaba acostumbrado al ritmo que tiene la orquesta (tocan muy suave, como que se perdía), sino más a una banda sólida y poderosa.

-La última vez que hablamos, en 2015, me dijiste que extrañabas los días de Cacophony, pero no la parte de ser un homeless y de comer una hamburguesa cada dos días. Si pudieras cambiar algo de esa época, ¿qué sería?

-En lo personal, no me arrepiento de nada. Claro que si hay algo que pudiese cambiar, sería la enfermedad de Jason -NdlR: a los 20 años, fue diagnosticado con Esclerosis Lateral Amiotrófica. Hoy, en silla de ruedas, sigue componiendo por computadora-. Daba lo mejor y lo sigue haciendo, inspirando a gente. Jason iba derecho a convertirse en la más grande estrella dentro del mundo de la guitarra, y se lo quitaron. Es algo que me gustaría que fuera diferente, pero no se puede pensar en el pasado así, hay que estar orgulloso de las cosas que hizo.

-Siguiendo con Jason, fuiste invitado a tocar en su próximo disco, ¿qué nos podés adelantar?

-Toqué una hermosa pieza musical, todavía no escuché la versión final, pero hice muchos y largos solos de guitarra (risas). Creo que va a haber otros guitarristas en el tema, y que mi parte va a ser editada. Lo disfruté y espero que no recorten mucho, porque estoy muy feliz con lo que hice. No puedo esperar para escucharlo.

-Fuiste muy frontal al decir que no te gustaban Jimi Hendrix ni Bod Dylan, ¿tuviste alguna reacción negativa por los fans?

-Sí, las tuve. Y todo lo que quiero decir es que sólo porque a mí no me guste algo, no significa que eso no sea fantástico. Ellos son dos de los más influyentes músicos de todos los tiempos, así que son geniales. Pero a mí me gusta la Pepsi, a vos la Coca Cola, y eso no quiere decir que no entienda que son grandiosos. Cada uno tiene distintos gustos. Uno no quiere saber demasiado de sus músicos favoritos, porque vas a enterarte que no le gustan las mismas cosas que a vos. Recuerdo hablar con Gene Simmons -bajista de Kiss-, que, cuando me dijo que no le gustaban los Ramones, mi corazón se partió. Decir que no me gusta Jimi Hendrix les puede doler a mis fans, y lo entiendo, pero no debería afectar en nada, está perfecto estar en desacuerdo. Jason Becker ama a Dylan, yo no lo soporto y teníamos peleas divertidas. Mucha gente viene y me dice: "¡¿Porque no te gusta Jimi Hendrix?!" Debería mantener mi boca cerrada (risas).

-Además de Kiss y Ramones, sos fanático de Elvis, de quien coleccionás muchas cosas. ¿Cuántos objetos tenés del Rey del rock and roll? ¿Cuándo comenzó la locura por él?

-Todo arrancó a los nueve años, cuando vivía en Alemania. Fue la primera música que me gustó y ahí empecé a coleccionar. Una de las cosas mas copadas de ir a Sudamérica son los discos de Elvis, que tienen un arte de tapa genial, con los títulos en castellano y en portugués. Como fan, eso es una locura. Cada vez que voy, trato de buscarlos. Es el único hobby que tengo. Hay gente que lee cómics o compra videos games. Yo hago esto (risas).

-En una nota elegiste el disco debut de Garbage, el homónimo de 1995, como uno de los que te cambió la vida, ¿por qué lo elegiste?

-Cuando salió era un tiempo raro en la música. Yo estaba tocando heavy metal cada noche, y tenía muchos fanáticos a los que le gustaba mi forma de tocar. Pero sabía que dentro mío había otra cosa para hacer con la guitarra, aunque no estaba en la posición de poder cambiar mi estilo, porque nos estaba yendo bien. Después escuché Garbage y pensé: “Estos tipos están haciendo cosas muy buenas con las guitarras”. Y ahí dejé de escuchar rock y metal, casi totalmente, porque todos sonaban igual y trataban de “demostrar su técnica”; y está buenísimo, pero me aburría. Garbage era  pop, pero con violas muy copadas, y pensé más en mi forma de tocar. En los 90, cuando se volvieron más populares, traté de hacer cosas nuevas. No era que quería copiarlos, pero fui muy influenciado por ellos.

-¿Qué esperás del show en Argentina?

-Lo más importante es que ya conozco a los fans argentinos, pero mi banda japonesa no tiene idea, sólo saben lo que les conté. Estoy muy orgulloso de mostrarle cómo va a ser, porque nunca tocaron acá. ¡Va a ser genial verles las caras cuando eso pase!

*Sábado 31 en el Teatro Caras y Caretas, Sarmiento 2037. A las 17. 

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