Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Diego Mancusi

"El público de rock se volvió conservador"

Cronista: Lucas González | Fotos: Gentileza: Prensa

12 de Agosto, 2015

"El público de rock se volvió conservador"

El periodista Diego Mancusi conversó con El Bondi por la salida de su primer libro, RockStar. Además, el autor realizó un breve pero conciso análisis sobre la escena actual.

“RockStars nace a partir del segundo blog que tuve –con el mismo nombre y que terminó en 2012-  en la web de la  Rolling Stone”, admite Diego Mancusi, el padre de la bestia. Sobre los disparadores para hacerlo, el periodista reconoce que fueron dos: “El primero fue porque estaba pasando por un momento en el que no tenía un mango y tenía que pensar algo (prestar atención  la anécdota que abre el libro sobre el supermercado chino y las sardinas)". Y el otro, “es que cuando estás más grande, o fuiste a muchos recitales, empezas a creerte menos la pose, y darte cuenta que en realidad estás viendo a un cincuentón retorciéndose arriba del escenario, gritando y siendo re contra funcional a todos”. La premisa, entonces, fue, desde la ironía, develar los hilos de la marioneta.

El texto que escribió Mancusi, algo así como 50 escalones para llegar al éxito –que incluye un ‘elije tu propia aventura’ y el Generador Automático de Rock Chabón, o G.A.R.Ch), es de un estilo grotesco –al igual que la tapa dibujada por el genial Gustavo Sala- y de una prosa elegantemente sencilla –como las palabras de Andrés Calamaro en la contratapa-. El autor reconoce, de manera incisiva, que “las bandas que me molestan son las que están robando, las que hacen lo que la gente quiere escuchar”, y señala como ejemplo a La 25 y al estribillo su tema “Solo voy” (N. de la R.: se refiere a “Más pasa el tiempo/ Más 25 soy”). Asimismo, también admite que hay rockstarismo en el periodismo: “Ahí es por asociación y tienen que ver con aquellos que tienen amigos músicos, o los que chapean con haber entrevistado a tal o cual. El estrellato va por ese lado, y es algo que remarco”.

-¿En el ambiente musical y periodístico hubo resquemores a raíz de la publicación?
-Alguno esbozó una reacción muy leve, nada más. Algo que sí había sucedido con PopLife (primer blog que tuvo en RS y que finalizó en 2010). Lo primero que hay que hacer, como lo digo en el libro, es autocriticarse. El rockstar es un Mr. Hyde que nos aborda a todos los que estamos en esto, no importa si sos músico, periodista o manager. En algún momento se te pegan los cables y te crees una estrellita.

-Esto que evidenciás, ¿siempre sucedió y ahora, producto de las redes sociales, se magnifica?
-Las redes sociales lo amplifican. En el capítulo de Twitter, lo que digo es que todo eso circulaba de manera unplugged, o sea, vos podías tener al músico o al periodista diciendo cualquier barbaridad y lo escuchaban los que estaban alrededor. Ahora eso se multiplica por la cantidad de seguidores que pueda llegar a tener. A parte de eso, se humaniza mucho más a la gente. Cuando yo era adolescente –hoy tiene 35 años- me gustaban Los Ratones Paranoicos, y para mí Juanse era alguien que nunca me iba a cruzar, no era de este mundo. Hoy en día, lo tenes en las redes sociales y podes ver las cosas que escribe, algo que te acerca. Eso también expone su inteligencia y sus miserias, seas quien seas.

-¿Existe hoy en día, con sus limitaciones, un prototipo del rockstar?
-Siempre hay. Igual, las estrellas del rock, en el sentido más tradicional, siguen siendo los más grandes, aquellos que vivieron la bonanza de las discográficas, cuando los mandaban a grabar a New York y masteriza en Abbey Road. Cosas delirantes. En ese contexto era lógico sentirte una estrella de rock que ahora. De todas maneras, el pibito que no grabó ni medio tema y tiene veinte personas aplaudiéndolo también se la va a creer. Ahora se achicó todo, es como Twitter. El ego aflora aunque toque para cincuenta personas.

-¿Creés que el libro sale en un momento en el cual la sociedad se permite disfrutar de la ironía?
-De hecho, a veces abusamos de ella, consumiendo irónicamente algo que nos genera rechazo para dejarlo en evidencia. Por ejemplo, ver a Tinelli: de repente hay un montón de gente bien pensante y culta comentando el programa, y la verdad es que tenían ganas de verlo. Pero, mediante el escudo de la ironía, queda bien.

-¿Con la música también sucede lo mismo?
-Un poco menos. Creo que es más una maquinita que genera personajes mediáticos nefastos. Son personas que triunfan por no servir para nada. Todo el mundo sabe que Vicky Xipolitakis es una imbécil. Entonces, empezamos a conversar sobre lo que lo dice o genera, y la convertimos en un personaje. Esa es el tipo de ironía que circula hoy en día: la que se utiliza para consumir productos, que no deberíamos, pero que tenemos ganas de hacerlo.

-¿Eso se puede transpolar a una banda de tres acodes?
-No tanto. Porque el muchachito sobre escolarizado le tiene rechazo a la banda de rock chabón, generalmente.  También están los que pegan la vuelta, se pasan de snobs, y te dicen que lo mejor que le pasó al rock son Los Auténticos Decadentes. Son poses, y de eso hace habla el libro. Pero eso, en general, lo veo con Callejeros. Muchos se deberían preguntar por qué quieren que vayan presos, si realmente creen que son responsables de lo que pasó o si es porque su música les parece una mierda, y los odian por eso. Hay mucho rechazo social, visceral, y no tanto análisis de lo sucedido en Cromañón.

-¿Lo ves tanto en los periodistas como en los músicos?
-En el músico me parece que hay más asociación por estética, gente que compartió escenario y el palo. Puede haber algo de eso. Pero no lo siento tan presente como en el periodismo. Inconscientemente muchos los condenan por lo social o estético que por lo penal.

-Según marcaste, el periodista de rock debería cumplir la función de puente entre el público y la buena música, ¿considerás que esto sucede en la actualidad?
-Es nuestro deber estar pendientes de lo que está pasando, pero también de lo qué se consume y hasta donde va a llegar la gente. De lo contrario nos volvemos herméticos y no tiene sentido. El pibe que sigue a Pier no ve dar pelota si le digo que la mejor banda del país es Jackson Souvernis y que debería escucharlos. En cambio, si le sugiero que escuche The Faces o La Patrulla Espacial, algo más cercano, quizá funcione. Ese es el camino que debemos hacer, que el otro busque, se mueva. Hay ofertas.

-Hace poco, Stuka (ex Violadores) afirmó en una entrevista que “Argentina dejó de ser un país rockero”. ¿Coincidís con esa declaración?
-Muchos confunden el rock con la industria del rock. Me acuerdo de una carta abierta que publicó el Negro Medina, hace un par de años (N.de la R.: el texto es del 2012 y se tituló “El rock argentino casi no existe más”), denunciando que el género había muerto, que los estadios ahora lo llenan las bandas de mierda. Y eso es una confusión. Aunque, seguramente ahora las discográficas no tengan el peso de antes y probablemente las bandas no convoquen como solían hacerlo. Pero también hay una falsa nostalgia de que Manal llenaba River, y eso no pasaba, eran más bien una elite cultural, al igual que con Almendra. Se crea una idea de que en esa época la música era genial y el público masivo se moría por ir. Ahora lo que sucede es que no se gana plata con el rock, aunque esté más vivo que nunca. El público se volvió conservador y no quieren que le toquen su altar: desean poder afirmar que el género se murió con Virus. Quieren eso. Entonces, a la hora de comparar mencionan a Pier o a La Mancha de Rolando con Almendra, porque les conviene, les es funcional. La nostalgia nos va a matar en cualquier momento. Sin embargo, no recuerdo otro momento en la historia, como dijo Alfredo Rosso, en el que hubiera tantas buenas bandas como las hay ahora.

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