La Mississippi
El hombre ilustrado
08 de Septiembre, 2014
Ricardo Tapia carga a cuesta 30 años como músico, casi todos transitados al frente de La Mississippi, banda estandarte del blues y rock local. Sobran motivos para juntarse una tarde fría, con mates de por medio en su casa y conversar sobre su trayectoria. El futuro, no es algo que parece preocuparle, mucho menos el pasado, del que parece no estar atado.
-¿Qué estás escuchando ahora?
-En realidad tengo una mixtura de discos que no tienen mucha relación. Escucho lo que tengo. Cosas que tenía en vinilos de la época en la que era un muchacho.
-¿Redescubriste algo?
-Lo veo bajo otra óptica, la de mezcla y el sonido.
-Ahora se está dando esa moda, de que bandas editan sus trabajos en vinilo o reeditan algo que ya habían publicado, ¿cuál es el encanto que el músico le ve?
-No es solamente el vinilo, el audio analógico es totalmente diferente. Si vos lo escuchas o ves un gráfico te das cuentas que son ondas, en comparación al digital que es duro. Además tiene otra forma de mezclarse en la que depende quien lo haya hecho, el estudio que utilizaron. No es sólo música, es como de laberinto de momentos y lugar.
-¿Es más complicado grabar así para el músico?
-Era más complicado para el técnico y uno tenía que aprender bastante. Ahora se puede grabar desde una computadora y el que lo hace también toca. Cambió el concepto de “el técnico tiene el poder”. Yo soy de la generación que tuvo que esperar hasta ser adulto para grabar su cuenta. Entonces, tenías 20 años y dependías de un profesional que se vestía de guardapolvo blanco.
-¿Se ganó en los que respecta a esa relación en la actualidad, no?
-¡Se ganó! Porque había un híper respeto que era una falta de respeto. Tenías que ir como un escolar a grabar. Además, para hacer un disco tenía que contratarte una compañía o descubrirte un productor, de lo contrario era imposible acceder a un estudio de cinta.
-¿Hay un buen nivel de grabación y producción en el país?
-Los músicos argentinos aprendieron a producirse. Es un error pero está bueno. Porque en realidad acá se comete el error de grabar un disco sin un productor, muchas veces. Y en todo el mundo se laburo con uno, hasta en el disco más barato, aunque sea un amigo que es músico.
-¿Eso aletarga el progreso del artista?
-Crea el error de pensar que todo lo que haces está bien, durante dos o tres discos. Después viene un productor y te dice: “Todo esto que hiciste era un horror y por eso no lo escucha nadie”. Tiene que ver con la autosuficiencia argentina, pero alguien tiene que regirte, dirigirte o enseñarte.
-¿El último disco es el mejor para el músico?
-Para mí sí, es el que más me representa, y el ante ultimo también. Nosotros llevamos mucho tiempo en esto y el sonido fue cambiando. Llevo 25 años con la Mississippi, y hace como 30 que arranqué. He visto como cambió todo. Está bueno tener el control de la música pero no significa que hagas todo bien.
-¿Escuchás esos discos que te representan o se da de manera esporádica?
-Los escucho porque a veces tengo que dar un ejemplo sonoro para explicar algo en mi faceta de productor. Nosotros –por la banda- estamos en una etapa de simplificación, de sonido, nuestras vidas, en realidad ja ja. Pasamos tantos años juntos y de golpe los vientos se fueron, ahora somos nada más que cinco. Y está bueno porque somos los cuatro originales -Juan Carlos Tordó, Gustavo Ginoi, Claudio Cannavo-, y el tecladista –Gastón Picazo- que lleva diez años con nosotros. El otro día miraba algo de Bruce Springsteen y el guitarrista decía: “Yo soy el más nuevo de la banda, llevo 35 años. A veces se te va una vida. Ahora disfrutamos las cosas de otra forma ya que tocas por gusto, no por necesidad. El concepto con los años es diferente.
-Sin embargo, vos te tomás breves recreos en los que te presentas de manera solista, ¿cómo lo preparás?
-Es mi terapia. Necesito agarrar mi guitarra y charlar con la gente, hacer un Café Concert. No llevo lista de temas, toco lo que se me ocurra. La otra vez hice un tema de Violeta Parra mezclado con uno de Muddy Waters. Con el tiempo me di cuenta que es un espectáculo en el cual charlo de las cosas que fui aprendiendo a tocar, de las primeras canciones que saqué, entre otras cosas.
-¿Algo de que compusiste como solista terminó perteneciendo a la banda?
-No, es diferente. Porque yo no puedo componer sólo para Mississippi y cuando si lo hago, me cuesta bastante. La primera vez que lo hice me sentí rarísimo, me parecía que faltaba algo. Después me acostumbré. Pero son cosas distintas porque lo que hacemos con el grupo es parte de una charla interna que tenemos, diferente a la tengo en mi cabeza cuando lo hago sólo.
-A la hora de componer, ¿las ideas se van renovando o tienen un espacio del cual sacan conceptos?
-Se tienen que renovar siempre. Tampoco tenes que apurarte a componer. Cuando hiciste muchos discos, ¿de qué vas escribir? Hay que hacer presión en la calidad más que en la cantidad. No componer sobre cosas que hayas hablado o hacerlo de otra forma. Eso es lo importante, la forma.
-¿Sentís en ocasiones que se están repitiendo a la hora de componer?
-No, porque directamente no lo hacemos. Tenemos un código interno, “salgan del lío”. Es algo de respeto.
-¿Generalmente hay consenso?
-Sí, ya nos damos cuenta. En mi caso cuando hago una letra sé si va funcionar o no.
-¿Le erraste alguna vez?
-No, porque tenemos un formato en el que confiamos en lo que hace el otro. Por ejemplo, yo toco la guitarra y Ginoy también, pero ninguno le dice al otro que tocar. Yo escucho lo que él hace y de de acuerdo a eso hago otra cosa, algo compañero. Pero, además, afino diferente y suena de otra manera. Casi ni hablamos en relación a lo que es música. Cada uno escribe su parte y se la guarda.
-¿Cómo es el momento de componer?
-Es como el remate de un chiste, tiene que tener una picardía, un motivo. A veces una frase o cosas que escuchas al pasar, son disparadores. Para el próximo disco, por ejemplo, no tengo ninguno. Y mis compañeros tampoco. Estamos esperando alguno, una combinación de instrumentos o una forma de grabar sería un disparador. Para hacer Búfalo (2011), nos preguntamos cuál era el criterio de grabación de un quinteto, entonces se nos ocurrió hacerlo como en Mojo (2010), de Tom Petty and the Heartbreakers. La idea fue seguir esa línea, de tipos que hace años tocan juntos.
-El hecho de que los vientos ya no estén, ¿les facilitó al momento de tomar decisiones?
-Sí, porque a veces tenes que luchar con eso del arreglo. Los vientos siempre llevaron mucho tiempo. Pero también hubo un momento en que no los queríamos escuchar más, hacer otra cosa, dejar esos espacios para la voz, para las cuerdas sueltas.
-¿Cada cuanto ensayan?
-Ahora lo estamos haciendo más seguido por los shows que estamos dando, “Los inoxidables del rock argentino”. Además nos sirve para acordarnos de cómo eran los temas. Es un regreso emotivo y tocado con nuestra impronta. No hay idea de cover. Además, eso es algo que se inventó con Sabina y el banco alto, un horror. Lo que hacemos es una recreación.
-¿Y cómo fueron las primeras presentaciones sin los vientos?
-En realidad si vos escuchás un disco nuestro la mitad no tiene vientos. Era algo premeditado. Porque también queríamos que la cabeza se relajara. Y a la hora de armar los temas se hacen de otra forma, o se terminan antes, donde ponías un arreglo, ahora se puede escuchar un silencio o un tambor.
-¿Escuchas blues de acá? ¿Hay un buen nivel?
-Tocan bien, pero escucho poco blues de acá. Hay un punto que te aburrís de tu género. Tenés que escuchar cosas por fuera de lo que tocás, en mi caso Astor Piazzola hasta folklore, sino me saturo. Además, con Celina –Cassi, su esposa– tenemos una discografía muy ecléctica, hay desde David Bowie hasta música gitana.
-¿Hay algo, por fuera de tu género, que te haya llamado a atención?
-¡Casi todo! Escuchar a Rudi y Nini Flores tocando un chámame es increíble. Son dioses. Se nota que viajaron y trajeron una experiencia. Hay muchos músicos interesantísimos. Hace poco grabé a Kathy Fuentes, cantante de Neuquen, con un trío, algo soul, funk con su voz jazzera, de tipa grande. Me gusta mucho crear ese clima, algo que artistas como Amy Winehouse retrajeron de los ’60.
-¿Te permitís empaparte de cosas nuevas?
-De formas de tocar. Por ejemplo, del africano Ali Farka Touré, que hacía blues con rítmicas de chacareras. Es una forma de conectarse con la música universal. Me sirve a la hora de componer con la acústica.
-¿Aparte de la música, de qué te nutrís para componer?
-Leo, escribo, mucho cine.
-¿Qué leés?
-De todo, literatura argentina, de afuera. Me gusta la política.
-¿Te gusta opinar de política? ¿Sentís que se puede hablar?
-Cuando se da la ocasión. Cada momento de la historia nuestra tiene su fanatismo, como el que estamos viviendo ahora. Al ser un gobierno –por el kirchnerismo- popular tiene sus detractores, sus amigos y otros que no deberían serlo. Hay de todo. Yo soy exsocialista, fui peronista y cada vez me pongo más anarquista.
-¿Qué te genera ver que a un músico se lo ligue a un partido político?
-Me parece medio desastroso. Más si sos un músico de rock, que siempre significó otra cosa. No te permite ser objetivo. No es fácil salir de algo así. Perón decía que “es más fácil volver de la muerte que del ridículo”.
-Pero en un momento de la historia de nuestro país el rock fue contestatario…
-Pero nunca fue político.
-¿Pero ahora sentís qué, además de no ser político, tampoco es contestatario?
-Hay de todo. Pero ser contestatario no significa ser de un partido. De hecho, en los ’70 a la gente de izquierda no le gustaba el rock, era más del folklore. Sin embargo, siempre hubo una confusión con respecto a eso. A veces cuando las cosas no son tan claras hay músicos que se pegan a lo partidario.
-¿Y por qué creés que sucede eso?
-Por dinero, no hay otra razón. No creo que haya ningún Victor Jara que lo haga por la revolución. Hay mucha plata de por medio para que ciertos artistas digan una u otra cosa. Es parte de la política en este momento.