Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Cielo Razzo

“Hay que cuidar el lado noble que tiene la música”

Cronista: Sergio Visciglia | Fotos: Beto Landoni

16 de Septiembre, 2008

“Hay que cuidar el lado noble que tiene la música”

Por fin se produce el próximo sábado en el Luna Park, la demoradísima presentación en la ciudad de Buenos Aires de “Grietas”, cuarto disco de la banda rosarina Cielo Razzo. Las razones y las expectativas las cuenta el cantante Pablo Pino, y también se toma un rato para recordar sus comienzos en la música, el rock en Rosario, y los primeros pasos de la banda en la ciudad capital.

-Llega de una vez la presentación de “Grietas” en Capital Federal…
Sí, se demoró por cuestiones ajenas. Hace casi un año que no tocamos en Capital, no era nuestra intención pero estábamos con una productora con la que justo dejamos de trabajar en el momento en que pensábamos presentar el disco.

-Se habló de un fuerte contratiempo entre las dos partes…
Sinceramente fue un problema que tal vez causamos nosotros por pecar de estupidez, por una fecha que hicimos fuera de agenda, en la que pensamos que no iba a haber problemas pero los hubo. Nosotros causamos la confusión, pero la reacción fue desmedida (N. de la R: en una nota publicada en Clarín el 25 de enero de 2008 se dijo que los integrantes de la banda fueron sacados de un hotel de Villa Gesell por patovicas mandados por la productora MTS al grito de “Gesell es nuestro”). Después de que pasó todo, nos sentamos con la persona que teníamos que hablar, se arregló todo, pero nos dimos cuenta de que no se podía trabajar más con ellos. Igual se resolvió bien el conflicto, como así también sucedió con la discográfica Pelo.

-¿La demora de la salida del disco fue lo que causó el fin de la relación con Pelo?
Sí, eso fue lo que hizo que se termine. Pelo estaba con otras cosas, los productores que ellos querían para el disco no estaban disponibles, y eso generó una tensión fuerte con respecto al tiempo. Entonces Pelo nos terminó diciendo que manejemos todo el tema del disco porque ellos no podían hacerse cargo, todo de muy buena fe, y quedó muy bien la relación. Además en esto nos cruzamos todo el tiempo entre todos, y a la larga tal vez terminemos haciendo algo juntos en un futuro. Igualmente, a la música en sí estaría bueno dejarla al margen de todo esto, y cuidar el lado noble que tiene la música.

-Con respecto a “Grietas”, se nota un cambio en las letras, cierta oscuridad o introspección que antes no estaban en primer plano.
Sí, es así. Un poco es lo que te va dando la edad, uno va madurando naturalmente, y también en el transcurso que terminó en “Grietas” se dieron distintas cosas que te van marcando. Es muy distinto a lo que yo escribía al principio y a las inquietudes que tenia en ese momento.

-¿Hay canciones de los primeros años que quedaron vivas?
No, no hay de esas en ningún disco, y no creo que haya tampoco, la dinámica misma de que uno no para de componer hace que no vuelvan.

-¿Sos de sentarte a componer cuando hay que grabar el disco, o van saliendo canciones por sí solas?
Los primeros tres discos se dieron más de la segunda manera. Iban sumándose canciones y cuando llegábamos a cierta cantidad nos poníamos a grabar. Con “Grietas” fue distinto, ahí nos pusimos a componer para el disco, y eso se nota ya que hay una especie de relación entre las canciones, cosa que antes no pasaba, era el rejunte de todo lo que había.

-¿A qué edad arrancaste con Cielo Razzo?
A los 20.

-¿Y tocabas algo antes?
No. Aunque venía de una familia que escuchaba mucha música. Pero además mi viejo tuvo un grupo de folklore que grabó tres discos, tuvieron su momento, y después se hizo médico. Le cagué la carrera yo: cuando nací tenían que ir para España y él dijo “no, me quedo con Pablito”. Por otro lado, mi vieja también tocó el piano diez años.

-¿Tenías el piano ahí?
Sí, al pedo porque nunca lo toqué (risas). Pero siempre hubo una relación con la música particular, aunque no fue exactamente por eso que me adentré más en ella. Yo tuve como un click cuando entré a la facultad a estudiar medicina, luego de hacer primario y secundario en un mismo lugar con los mismos compañeros.

-Seguías los pasos de tu papá…
Duré un año, y ese año me sirvió para darme cuenta de que la medicina no era lo mío, y también para empezar a conocer gente más metida en la música, porque en la universidad te cruzás con miles de cabezas diferentes que vienen de todos lados. Después hice dos años de comunicación, y ahí ya conocí a los pibes de la banda, el Gordo y Nano, que estaban en la misma que yo.

-¿Cómo era la movida por entonces del rock en Rosario?
Yo no conocía mucho. Estaba en mi grupo cerrado que era mi barrio, mi familia, mis amigos y mucho no conocía de la movida del rock. El primer show que vi era de un grupo que se llamaba Mortadela Rancia, que tocaba en un boliche donde fui a bailar con amigos del barrio. Y de a poco en la adolescencia uno empieza a tomar elementos de diferentes lados e incorpora todo. Entonces maquinás, y ya cuando tenía que estudiar, en la mitad me ponía a tocar la guitarra y a componer, y ahí deje comunicación, hice dos años de profesorado de música junto a Nano, y así empezó todo.

-El comienzo de la banda se da al mismo tiempo que el comienzo musical de ustedes entonces.
Sí, yo aprendí a tocar y a componer con Cielo Razzo. Mi historia con la música empezó hace 15 años, la misma edad que tiene la banda.

-Me decías que no había mucha movida, ¿como hacían ustedes?
No, yo no la veía, no había Internet, tampoco radios de rock, y tampoco fui un tipo muy voluntarioso, como Lito Nebbia que dijo que iba al puerto a cambiar monedas por discos que venían de Alemania. Yo no tenía esa emoción y esa voluntad. Mi mundo era la escuela, la plaza, Charlone, ahí jugaba a la pelota. Jugué cinco años al fútbol, hice judo, y mi mambo empezó con la facultad. Ahí se abrió todo, y empecé a ver bandas: Certamente Roma, Punto G, Identikit.

-Y la banda estuvo mucho tiempo tocando hasta el momento de grabar su primer disco.
Si, siete años, tocando en bares y pubs. Hicimos unos demos, que mejor no escucharlos (risas).

-¿Los tienen?
Sí, yo los escucho y no me reconozco. Es que aprendíamos con eso. Lo que a mí me gustó de esa época fue que era todo inocente, nos juntábamos a tocar por dónde sea, y eso es lo que un pibe que arranca tiene que tener en claro. Nosotros tocábamos por el placer de tocar: había una fiesta, cargábamos todo e íbamos a tocar para cincuenta personas que eran amigos nuestros, más algún colgado que siempre aparecía por ahí. Eso creo que fue lo que nos hizo tener un amor por la música, y olvidarse de la plata, si bien ahora morfamos y agradezco todo eso. Pero si tengo que hacer todo de vuelta, si bien hay ciertas cosas que no haría, todo el tema de tocar y tener esa cabeza fresca de pensar sólo en la música, eso lo haría todo de nuevo.

-Son una banda que tuvo mucha movida en el interior del país, sin necesitar de Capital Federal, cuando generalmente pasa al revés. ¿Se dio solo o ustedes lo organizaron así?
Se dio, nunca dijimos “no queremos ir a Capital”. Todo lo contrario, teníamos muchas intenciones de venir.

-¿Les costó al principio?
No, creo que el hecho de que al ser Rosario una ciudad universitaria, los chicos que nos escuchaban después se llevan el disco para sus casas en San Nicolás, Paraná, Rafaela, etcétera, y lo ponen, y les empieza a gustar a sus amigos y la gente empezaba a generar una movida, que sirvió después para que nosotros tocáramos tanto en tantos lugares del país.

-Hubo una gira grossa cuando presentaron el segundo disco, ¿no?
Sí, hicimos como cien fechas en un año, era salir todos los fines de semana a distintas partes. Eso fue con el disco “Código de barras (2003)”. Con “Buenas (2001)”, el primer trabajo, fue cuando vinimos por primera vez a Buenos Aires.

-¿Te acordás a qué lugares venían?
La primera fecha que hicimos fue en La Boca con The Keruza. Nosotros vinimos a ver que onda, a conocer, y los conocimos a ellos, que nos invitaron al show. Fue la única vez que tocó Largo (primer baterista de la banda), después vino el tema del accidente donde falleció, y ahí hubo todo un cambio con “Código de Barras”. Pero “Marea” nos sirvió para llenar lugares en Rosario, lo que nos dio unos mangos para comprar un bondi y salir de gira por el Interior.

-¿Les gusta tocar en los megafestivales?
Sí, está bueno. A nosotros nos gusta todo el tema ese de encontrarte con otros músicos. El año pasado, por ejemplo, tuvimos muy buena onda con No Te Va Gustar. Y otra vez en Cosquín, me pasó de estar sentado viendo al lado a Sepultura, banda que pensé que nunca en mi vida la iba a ver. Y tenés ahí cerca a León Gieco, al Flaco Spinetta, y eso está bueno, pese que a muchos no les gusta.

-Muchos dicen que tienen cosas malas, como por ejemplo el tiempo para tocar, el mal sonido…
Hay que ir mentalizado en el tiempo que tenés, y tratar de ser lo más profesional que puedas en la prueba de sonido, pero si tocás en una fecha que cierra Spinetta, ya está, ¿qué más querés? Terminás de tocar, te sentás tranquilo y, qué sé yo, respirás su mismo aire (risas).

-Tomás de su copa…
Claro, toma algo, deja la copa y vas rápido, se la sacás y te la guardás en la mochila.

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