Tierra de Fuego
Mil días después
Cronista: Gentileza: Bruno Lazzaro
25 de Julio, 2006
Tercer disco de los de Florida. Un trabajo que sigue la línea de sus anteriores placas, pero que los encuentra cada vez más sólidos.
La calidad musical de los integrantes de este siempre prometedor conjunto de Florida es intachable. Lo demostraron en sus dos discos anteriores, “Noche de grúas” y “Místicos animales”, y lo vuelven a exhibir en su último material, “Mil días después” . La diferencia principal de este trabajo está en que, esta vez, los músicos le dan un toque más de cabida a la calidad individual por encima de la colectiva. En este material cada uno tiene “su” momento y lo cubren con creces. Algo más cercano a lo que en su momento pintaban: digámoslo así, lisa y llanamente, son los sucesores directos de Divididos, y eso sí que vale. La calidad al estilo Zappa que demuestra Fernando Aguirre, el tractor dominante que marca cada paso demoledor del bajista Ignacio Bianchi, y el poderoso machaque, tanto sutil como destructivo, que tiene el baterista Agustín Bianchi, confirman lo antes mencionado.
En “Mil días después” (tiempo que pasó entre su segundo material y el actual) Tierra de Fuego se aleja de esa estirpe rock al estilo La Renga para quedarse con esa calidad individual típica que porta el conjunto de Mollo y Arnedo. Un disco básicamente de rock, con muchos menos medios tiempos que en sus placas anteriores, pero con un toque más místico. Un álbum para escuchar al mango en el que también se puede interpretar (en sus dos sentidos) todos los temas, ya que sus letras se dejan.
Desde el comienzo, “No vas a creer”, “Veo el jardín de tu casa” y “La espera”, pintan de lleno un disco que de movida avanza rápido. El primer corte se produce en “Naufragios lunares”, en la que bajan y suben, para llegar más tarde al hit del álbum, “Abismo protector”, un tema que a pesar de ser fácil de captar tiene el estilo propio de la banda.
Siguen “Misiles” y la oscura “Fe”. “En dos meses”, aclaran aquello de que son los herederos de Divididos, y pasa “Mil días después”. En “El último extraño” dan rienda suelta a su rock de tambores e historias. Terminan con “El dogo de tu amor”, con solo de viola a palo, y una muy buena “Peatonales”.
Tierra de Fuego espera y no desespera por el lugar que se merece. La cuestión está en si para que eso pase deben esperar beneficiarse con el público de los antes mencionados o convivir con ellos. Una banda power sostenida con calidad y disciplina.
En “Mil días después” (tiempo que pasó entre su segundo material y el actual) Tierra de Fuego se aleja de esa estirpe rock al estilo La Renga para quedarse con esa calidad individual típica que porta el conjunto de Mollo y Arnedo. Un disco básicamente de rock, con muchos menos medios tiempos que en sus placas anteriores, pero con un toque más místico. Un álbum para escuchar al mango en el que también se puede interpretar (en sus dos sentidos) todos los temas, ya que sus letras se dejan.
Desde el comienzo, “No vas a creer”, “Veo el jardín de tu casa” y “La espera”, pintan de lleno un disco que de movida avanza rápido. El primer corte se produce en “Naufragios lunares”, en la que bajan y suben, para llegar más tarde al hit del álbum, “Abismo protector”, un tema que a pesar de ser fácil de captar tiene el estilo propio de la banda.
Siguen “Misiles” y la oscura “Fe”. “En dos meses”, aclaran aquello de que son los herederos de Divididos, y pasa “Mil días después”. En “El último extraño” dan rienda suelta a su rock de tambores e historias. Terminan con “El dogo de tu amor”, con solo de viola a palo, y una muy buena “Peatonales”.
Tierra de Fuego espera y no desespera por el lugar que se merece. La cuestión está en si para que eso pase deben esperar beneficiarse con el público de los antes mencionados o convivir con ellos. Una banda power sostenida con calidad y disciplina.
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