La Chingada
Creer
Cronista: Gentileza: Bruno Lazzaro
14 de Noviembre, 2005
Dos veces en mi vida, y sin querer queriendo (como decía el gran Roberto Gómez Bolaños en su papel del Chavo del 8), presencié un recital de La Chingada (banda que no tiene nada que ver con México y menos con el creador del Chapulín Colorado).
Dos veces en mi vida, y sin querer queriendo (como decía el gran Roberto Gómez Bolaños en su papel del Chavo del 8), presencié un recital de La Chingada (banda que no tiene nada que ver con México y menos con el creador del Chapulín Colorado).
Recuerdo que el primero fue hace alrededor de dos años cuando se presentó en el Astbury Park de Flores. Yo había ido a ver una banda donde toca un amigo llamada Cannas Verdes. Después de ver el show de mi conocido quedé sorprendido por la cantidad de gente que había en el lugar. Conmovido y con un poco de inocencia le pregunté a mi compinche si semejante convocatoria les pertenecía. Al recibir un rotundo no, comencé a prestar más atención al show.
Desde los parlantes un rock, que en su momento me pareció medio piojoso (iluso pensaría tiempo más tarde), sucio y con buenos vientos, contagiaba a los presentes que, con bengalas en alto, contribuían de manera excelente al recital. Ese fue mi primer contacto con La Chingada.
El segundo fue hace alrededor de un año cuando Cielo Razzo se presentó en Cemento y La Berisso y La Chingada calentaron la ante sala. Llegué a ese recital a eso de las 2 de la mañana con la intención de ver a los rosarinos. Cuando me acerqué al escenario tire un par de insultos al aire porque todavía había que esperar. Creía que la banda que estaba en el escenario era la anterior a Cielo Razzo, pero no: era La Berisso. Cuando terminaron pensé que ahora sí, pero tampoco: había un banda más.
Con los primeros acordes en el caldeado aire del reducto de EEUU la gente, que hasta ese momento creía que había ido a ver el show de los que cerraban, comenzó a agitar de una manera sin igual: bengalas, cantos, banderas al aire: una fiesta increíble. Al cabo de unos temas comprendí que esa banda era la que había visto hacía un año. Al terminar su recital abandonaron el escenario y el boliche de Chabán redujo su capacidad a al menos la mitad de gente, una convocatoria impensada.
Esta introducción merece ser contada porque de esa manera es como la música de La Chingada se mete en los oídos. Sin preguntarte, de golpe: de un certero golpe. Con una furia que en los vientos toma vida y renace en cada toque de tambor. Como demuestra la tapa de su disco “Creer”: en perspectiva hacia un punto en el que camino oscuro se va volviendo claro.
Con influencias bien rockeras de una estirpe renguera “Creer” es un compendio de historias de barrio. El clásico grupo de amigos de esquinas que forma una banda, cuenta sus historias y con riffs directos y armónicas hábiles, ideales para meter algún cantito, se deja escuchar hasta complacer.
Canciones que rugen desde el comienzo, sin respiro, en una avanzada lineal que parece transformar cada palabra en un grito exhortativo se sumergen con fuerza abrumadora. Recién en el track seis, “Suave”, la banda baja un par de decibeles y con una melodía cálida le dedica el tema a un amigo fallecido. Con la canción que da nombre al disco vuelven a levantar y bajan, luego, a una especie de balada rock en “Que vengan”, paso anterior al mejor tema del disco “Miles de luces”.
“Creer” es una placa que va en línea recta, pero con una latidos fuertes que permiten estremecer a cualquiera. Una banda con futuro prominente. Una salida ideal para aquellos amantes del hard rock. Un disco para “Creer” que todavía hay una canción más.
Recuerdo que el primero fue hace alrededor de dos años cuando se presentó en el Astbury Park de Flores. Yo había ido a ver una banda donde toca un amigo llamada Cannas Verdes. Después de ver el show de mi conocido quedé sorprendido por la cantidad de gente que había en el lugar. Conmovido y con un poco de inocencia le pregunté a mi compinche si semejante convocatoria les pertenecía. Al recibir un rotundo no, comencé a prestar más atención al show.
Desde los parlantes un rock, que en su momento me pareció medio piojoso (iluso pensaría tiempo más tarde), sucio y con buenos vientos, contagiaba a los presentes que, con bengalas en alto, contribuían de manera excelente al recital. Ese fue mi primer contacto con La Chingada.
El segundo fue hace alrededor de un año cuando Cielo Razzo se presentó en Cemento y La Berisso y La Chingada calentaron la ante sala. Llegué a ese recital a eso de las 2 de la mañana con la intención de ver a los rosarinos. Cuando me acerqué al escenario tire un par de insultos al aire porque todavía había que esperar. Creía que la banda que estaba en el escenario era la anterior a Cielo Razzo, pero no: era La Berisso. Cuando terminaron pensé que ahora sí, pero tampoco: había un banda más.
Con los primeros acordes en el caldeado aire del reducto de EEUU la gente, que hasta ese momento creía que había ido a ver el show de los que cerraban, comenzó a agitar de una manera sin igual: bengalas, cantos, banderas al aire: una fiesta increíble. Al cabo de unos temas comprendí que esa banda era la que había visto hacía un año. Al terminar su recital abandonaron el escenario y el boliche de Chabán redujo su capacidad a al menos la mitad de gente, una convocatoria impensada.
Esta introducción merece ser contada porque de esa manera es como la música de La Chingada se mete en los oídos. Sin preguntarte, de golpe: de un certero golpe. Con una furia que en los vientos toma vida y renace en cada toque de tambor. Como demuestra la tapa de su disco “Creer”: en perspectiva hacia un punto en el que camino oscuro se va volviendo claro.
Con influencias bien rockeras de una estirpe renguera “Creer” es un compendio de historias de barrio. El clásico grupo de amigos de esquinas que forma una banda, cuenta sus historias y con riffs directos y armónicas hábiles, ideales para meter algún cantito, se deja escuchar hasta complacer.
Canciones que rugen desde el comienzo, sin respiro, en una avanzada lineal que parece transformar cada palabra en un grito exhortativo se sumergen con fuerza abrumadora. Recién en el track seis, “Suave”, la banda baja un par de decibeles y con una melodía cálida le dedica el tema a un amigo fallecido. Con la canción que da nombre al disco vuelven a levantar y bajan, luego, a una especie de balada rock en “Que vengan”, paso anterior al mejor tema del disco “Miles de luces”.
“Creer” es una placa que va en línea recta, pero con una latidos fuertes que permiten estremecer a cualquiera. Una banda con futuro prominente. Una salida ideal para aquellos amantes del hard rock. Un disco para “Creer” que todavía hay una canción más.
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