Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Cuatro Pesos de Propina

Surcando

Cronista: Sergio Visciglia

16 de Mayo, 2013

Surcando

La banda uruguaya 4 Pesos de Propina lanza su tercer disco de estudio, producido por Francisco Fattoruso.
 

Con mucha furia arranca el tercer disco de los uruguayos 4 Pesos de Propina, casi como homenajeando a su primer álbum, y sin dejarnos de hacer pensar en una cercanía a esa potencia contestaría de Las Manos de Filippi desde este lado del charco. La multifacética voz del cantante Diego Rossberg saluda entonces con su costado más rabioso en “Caigo y me levanto”. Al toque regala una versión más dulce y abstracta, pero no por eso alejada de conflictos (tal vez incluso más adicta a los mismos), al son de “Náufrago”. Esa calletrecización (?) que tuvieron muchos grupos raggapunkyparty rebeldes de Latinoamérica aparece en “No hay tiempo”, y la base reggaetonera se hace presente para perrear en cualquier fiesta de locos al ritmo de un buen tema.
 
“Mi revolución” interrumpe el bolonqui con ese costado bohemio que tan bien queda en la voz de Rossberg. La calma y la introspectiva son dos claras cualidades de esta banda, tal vez escondidas, y es que consiguen más valor y mejores resultados cuando aparecen esporádicamente (recordar aquella joya que es “Solari” de Se Está Complicando, 2006). Aquí van y vienen en cuenta gotas, como mejor le cae al grupo, en “Sayonara” (“no estaba dormido y despertó”) y “No trate de entender” (“no trate de entender/lo que no va a poder/no busque una explicación/es tiempo del corazón”).
 
Sin dudas, la característica principal es de todas formas ese rico latinaje con el que la banda dijo presente en su disco debut nombrado anteriormente. El reggae cancionero asoma en “La fruta permitida”; el olor a ska cuartetero es fiesta pura en “La verdad de la milanesa”, temazo con destino de hit bailable; y aires folklóricos de nuestras tierras rockeados soplan en “Lará lará lará”. 
 
El percusionista Gastón Pepe toma la voz acompañante en el reggae hiphopero “Navegante” y amenaza con su guitarra que va a disparar, tal vez la misma que pregonaba años atrás que ya vendrá una linda balacera. “Sontalverkapolka” es el tema más enfermizo e inquieto del disco que regala el costado delirante del grupo en poco más de dos minutos frenéticos. A modo de cierre, “Lo dedo negro”, del fundamental cantautor uruguayo Eduardo Mateo, fallecido en 1990, despide el disco con un claro guiño a los orígenes, continuando la línea del disco anterior, Juan (2010), donde “Hoy sopa hoy” de Jorge Lazaroff abría en ese caso la escucha.
 
Gran disco de los uruguayos, logrando el preciado equilibrio tal vez, entre aquel muy buen primer disco donde golpeaban con bronca como queriendo romper todo, y un segundo en el prefirieron bajar un cambio. Un poco de las dos cosas es lo que mejor le cabe a la banda,  y aquí parecen empezar a encontrar ese camino.
 
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