I.R.A.
I.R.A.
22 de Marzo, 2012
Con un disco homónimo, I.R.A. muestra todo su poderío luego de un descanso prolongado.
Después de haber desarrollado una actividad interesante en el under de los noventa, compartiendo escena con bandas como Massacre y Catupecu, además de telonear a clásicos extranjeros del hardcore (Biohazard, Ratos de Porao), la edición de Cerré para morir (1996) parecía poner un punto final a la carrera de I. R. A.. Pero más de una década después, la banda se reinventó en formato quinteto y sacó un disco bien rockero, con muchos guiños al punk y algún pasaje hardblusero, producido y editado por sus propias manos.
De a poco las violas empiezan a atacar los parlantes, la voz de Santiago Ira se enronquece hasta el límite y "Bares vacíos" abre el disco con esa épica tan propia del rock español más duro (Los Suaves, Héroes del Silencio, Marea). Ahí encontramos una de las características del sonido de I.R.A., que continúa en "Así nací" y estalla en "El calavera" y su galope rocanrolero, ideal para cantar abrazado con amigos.
Otro puntal de la banda lo encontramos en el punk ramonero y todos sus matices. Puede sonar sucio y desprolijo como "En el camino" o más melódico como en "Tiempo atrás" y "Perros callejeros", donde la guitarra de Salvador Sánchez ofrece su mejor versión. El blues pesado de "Cero" con la armónica de María Sol Cándido y el rock de estadios de "10.000 destinos", con estribillo coreable y la voz de Camila Cheja en el contrapunto justo, entregan los matices necesarios para que el álbum no caiga en la monotonía.
Podrán pasar los años, pero la segunda fundación de I.R.A. los encuentra tan rockeros como siempre.
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