El Bordo
Yacanto
29 de Abril, 2008
Con un giro hacia un rock más crudo, la banda liderada por Ale Kurz sigue superándose disco a disco.
“En la vereda de enfrente”, editado en 2006, fue el álbum que les abrió las puertas a la rotación televisiva, al primer hit que excediera a los mismos de siempre y, por consiguiente, a un caudal cada vez mayor de gente. Pero apenas un año después, El Bordo se despacha con un disco distinto, menos experimental y mucho más primitivo, y el resultado es doblemente positivo, por asumir el riesgo y por entregar un material de alta calidad, ya que desde el comienzo con el riff envolvente de “El regreso” hasta el cierre, con la pared de guitarras al palo en “El silencio del caos infernal”, escupen once canciones viscerales y urgentes, sin bajar el volumen del amplificador, en un disco destinado a volar cabezas.
La trilogía inicial del álbum es una muestra del nivel que alcanzó la banda. “El regreso” es, sin dudas, uno de los mejores temas del año que pasó, un clima que crece con la canción y una letra que nos transporta a la localidad cordobesa que da título al álbum, que no es otro que el refugio al que acuden los músicos cuando quieren huir de la locura capital. “No quiero” remite al hard rock californiano, con el bajo de Pablo Spivak y la armónica de Leo Kohon alternando el comando de la canción y la voz de Ale, cada vez mas desgarrada, en diferentes planos. Y “La banda”, los devuelve a aquel rock de masas y banderas que tan bien saben hacer, una declaración de amor para los fans y una frase-emblema “Van rodando en Traffics llenas de alegría, van cantando unidos por el rocanrol”.
El resto del material no baja el nivel artístico ni de intensidad. “El carnaval de la eterna tristeza” adquiere ribetes épicos con la ayuda de una gaita y tambores marciales y “Guerreros del viento”, otra muestra del rock de estadios. “Soñando despierto” gana en oscuridad y diversidades climáticas y apagan la distorsión casi por única vez. “Noche extraña” y “Vientos de locura” retoman el hard rock, con la batería Miguel Soifer manejando los tiempos con los platos y el cencerro.
“Dejar caer el sol” aporta algo de calma, con una melodía y arreglos de guitarras que recuerdan a “Fall to pieces” de Velvet Revolver. El Pollo Raffo luce su piano hammond en “Puerto escondido (frente a la locura)” y también es encargado del arreglo de los vientos, que hacen sonar a El Bordo como una power big band. “El silencio del caos infernal” cierra el álbum, un tema de guitarras de Ale y Diego Kurz al frente y un fade out de solo de viola al estilo ricotero de “Todo un palo”.
Las letras, compuestas al igual que las músicas por Ale, se corresponden con la urgencia conceptual del disco; plagadas de preguntas retóricas y con la alienación urbana como tema recurrente. Los títulos de las canciones pueden parecer apocalípticos, sin embargo, luego de escuchar el material queda rebotando una frase que invita a cantarle a los sueños por venir. Y eso no deja de ser alentador.
En su cuarto disco, El Bordo da un gran salto cualitativo y desafía los rótulos que la prensa y su propio público le supieron adjudicar.
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