Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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El Atolon de Funafuti

Pequeños Rostros en Piezas

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause

22 de Abril, 2008

Pequeños Rostros en Piezas

El Atolón de Funafuti conjuga oscuridad y canción en su primer trabajo.

Funafuti es la capital de Tuvalu, un pequeño país de la Polinesia perdido en el Océano Pacífico, a mitad de camino entre Hawai y Australia. Su atolón alberga el único aeropuerto, además de representar el principal centro económico del lugar. Sin embargo, El Atolón de Funafuti que hoy nos ocupa es la banda de Tino Moroder (quien fuese bajista de El Soldado), que tras algunos años en el under llega a su debut discográfico con “Pequeños Rostros en Piezas”.

Si bien se trata de una banda argentina, es posible que en una primera oída se pueda asociar su propuesta con la otra orilla del charco, ya que el material contiene varios elementos de los que han sabido importar a estas tierras grupos uruguayos como No Te Va Gustar. Pero para ser honestos, hay que decir que lo que El Atolón propone en esta primera placa, tiene características más amplias y ambiciosas.

Por empezar, la incorporación de instrumentos tales como violines y clarinetes (a cargo Marilina Calós) o teclados Hammond como los que aporta Lucas Herrera, le dan una buena cuota de identidad propia al sonido de la banda. Es que además de la “escuela uruguaya” ya mencionada, pueden rastrearse influencias de diferentes estilos que logran incorporarse sin que parezca forzado, sino más bien “al servicio” de lo que cada canción amerita.

Es el contraste de esos sonidos y la voz de Moroder (profunda, grave, casi solemne), sumado al fino desempeño de las guitarras acústicas, lo que termina formando el principal atractivo de “Pequeños Rostros en Piezas”. La manera en que El Atolón de Funafuti logra conjugar esos elementos le aporta a las composiciones personalidad y presencia.

Por otro lado, si bien el tono de su frontman le da un aire de “densidad” a los temas, las incursiones más oscuras como “Los Juegos de Mitchell” o “Bestias del Orden” (tal vez el pasaje más rocker y setentista de la placa junto a “Fuego Idiota”), resultan más que interesantes. Aquí sin dudas es Moroder quien se luce, recordando por momentos la labor de Enrique Bunbury en Héroes del Silencio.

Sin embargo, más allá del impecable trabajo del cantante y guitarrista a lo largo de los tres cuartos de hora que ofrece el disco, el debut de El Atolón no debe tomarse como un “proyecto personal con banda de fondo”, sino todo lo contrario. Es la labor, la técnica y la amplitud musical del grupo en su conjunto lo que termina cerrando el círculo y haciendo de esta ópera prima una sólida base desde la cual despegar en el futuro.

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