Peon de Luna

El rock and roll barrial, de gran ascenso a mediados de los 90 con la aparición de Viejas Locas, tiene un patrón característico que lo diferencia claramente de la clave rollinga, explotada por los Ratones Paranoicos a finales de los 80: la marginalidad. Y justamente el límite es el corazón de la cuestión.

Entre la Capital Federal y el Conurbano bonaerense, ahí donde las noches siempre piden filo, puede vivirse en cada esquina el aire de los excesos. A 1.600 kilómetros del cordón umbilical del rock barrial, más precisamente en Salta, Perro Ciego demuestra que para rockear con estilo no hace falta nacer en el epicentro de un terremoto que logró alejarse de las clases más necesitadas para instalarse en formato de hit.

Con 18 años de historia, la banda confirma lo antes mencionado con un material tan sucio como pegadizo. Peón de luna, tercer disco del conjunto, se introduce en un juego nocturno tan dependiente del rock and roll como del blues, estilo que marcó sus primeros pasos y del que decidieron abrirse un poco en la búsqueda de la masividad

Con una propuesta variada, que incluye reminiscencias a Dire Strairs ( “Macabro”), la parte más blusera de los Stones (“Lo peor”) y algo del rock primitivo argentino (el corte “Dormilón x 8”), el grupo exhibe a través de letras simples, en las que sobran los excesos y se tributa la marginalidad, una marca registrada en la que sobran propuestas . Ya sea para elevar la figura de un hombre que bebe toda la noche (en la balada candombera “El gran peón”), para hablar del sin fin de stones que pueblan la ciudad ( “Otra dirección”-Rollinga-) o simplemente contar las desventuras de una persona que no puede para de consumir cocaína (“Seguridad”)

Formado en tierras de folklore, Perro Ciego se despega de sus ancestros para caminar la vereda del rock y dejarse llevar por lo que el corazón mande en busca de la aprobación popular. Peón de luna es una clara demostración que se puede hacer rock pegadizo sin la necesidad de faltarle el respeto al estilo.