La Renga
Truenotierra
27 de Junio, 2007
En su noveno material, La Renga despedaza con su hard rock y desnuda sus emociones con el vuelo instrumental. Un álbum doble que paga por adelantado.
Truenotierra, primer disco de La Renga en tres años, sigue el desgarro ascendente que la banda ya había exhibido en La Esquina del infinito (1999), y continuado en Detonador de sueños (2003). Pero con una cuota popular más similar a Despezado por mil partes (1996).
La guitarra de Chizzo lastima y corta, las cuatro cuerdas del Tete magullan y los palos del Tanque corrompen el alma. Y pese a que Truenotierra no muestra demasiadas novedades, o mejor dicho “Tierra”, el segundo de los dos discos que la banda de Mataderos armó para volver con todo, el aire se espesa de lo lindo en doce canciones a estrenar que muestran la solidez característica de una banda sin estridencias.
“Cuadrado obviado”, último tema de la placa, demuestra la pasión rocanrolera que la banda acostumbra y le agrega vientos que resultan brisas para la frenética tempestad que el conjunto lleva a cabo. El golpe directo de hard rock que La Renga viene demostrando toma forma en la premonitoria “El monstruo que crece”, donde el “ie” del Chizzo suena más aguardentoso que de costumbre.
La bestia toma aún más forma en la rapaz “Almohada de piedra”. Y sube la apuesta rock con vientos que incomodan y acomodan una cadencia vigorosa en “La boca del lobo”. En “Palabras estorbantes” parecen volver a la onda “Veneno”, pero se despegan con el eco del Chizzo y la chatura del Tanque, que a galope mañanero limpio allana el camino para el primer vuelo sideral de la guitarra del frontman.
El cambio drástico se produce recién en el tema nueve, con “Llenado de llorar”, una hermosa canción acústica con el ronroco de Manu como principal fuente de lujo. Llamativamente dos de los últimos temas del segundo disco, el primer corte de la banda, “Oscuro diamante”, y “Entre la niebla”, se diferencian de manera radical. El primero parece un tema de banda principiante, muy chico para la historia renga; mientras que el segundo muestra a un conjunto consolidado con la voz blusera de Manuel Varela, autor del tema, al frente de la banda.
La verdadera novedad de Truenotierra se encuentra en el primer lado, en el “Trueno”. Más cercanos a bandas como Los Natas, y su desierto psicodélico, como también a agrupaciones “clacidas” (The Jimmy Hendrix Experience y Cream) La Renga crece en estrategia.
El vuelo instrumental logrado por una banda con las características de La Renga toma cuerpo, esencia y solvencia en su costado más experimental. Esta es sin duda la joya del disco. Cinco canciones eternas, destacándose “Anaximandro”, por las que es necesario tener este trabajo. Sin dejar de lado el excelente packaging del material.
Con una propuesta que no desentona de sus anteriores placas, pero más jugados desde la parte instrumental, La Renga no defrauda y sigue sumando bastones más largos en su camino hacia el demencial rock popular.
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