Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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The Cure

Enamorándonos un viernes

Cronista: Sergio Visciglia | Fotos: Anabella Reggiani

12 de Abril, 2013

Enamorándonos un viernes

The Cure volvió al país el pasado viernes después de veintiséis años de espera. Ante más de 35 mil personas en River Plate, la excelencia de un extenso show de más de tres horas, ideal para fanáticos, nos demostró que la espera sin dudas valió la pena.

Allá por los comienzos de los años ’80, con la lucha de tribus a flor de piel, aquellos adolescentes que congeniaban con la estética más gótica de la banda británica, sin dudas eran señalados con el dedo como los depresivos o loquitos de la cuadra. Hoy, en la actualidad de este comienzo de milenio diversificado, consumista y a la moda de los grandes eventos, ir al estadio River Plate a ver a The Cure es más cool que otra cosa.
 
Es claro que la (demasiado) larga espera jugó a favor de la taquilla. Veintiséis años pasaron de aquellas noches oscuras en Ferro, con sobreventa de entradas, disturbios por doquier, objetos contundentes sobre el escenario, y hasta el recuerdo de ver perros asesinados, esto último contado inclusive por el propio Robert Smith en alguna ocasión. Bueno, un dato tal vez de por qué hayan tardado tanto en volver. Hoy en el barrio de Belgrano (sí, señoras y señores, River no está en Núñez), todo es más organizado, y más caro también. 
 
Más gordo, con el pelo más arruinado, pero el mismo look y la calidad de siempre, el cantante empieza a regalar su magia, junto a una banda que descorcha la velada con “Picture of you”. Esto sería el arranque de una primera parte de show que fue lisa y llanamente al recontra palo. Uno tras otro sonaron los temas sin parar durante ¡dos horas! Ese combo musicalmente multicolor que hizo a la banda inclasificable, mostró su parte más arrolladora en esta mitad inicial de show, destacándose el post punk de “A play for today” o la polenta de “Primary”. En el medio se cuela “A forest”, y todos cantamos interminablemente again and again junto a Smith.
 
La seguidilla de “Push”, “In between days” y “Just like heaven”, generó la primera efervescencia en un público que de todas formas se mantuvo expectante y acorde a la fresca noche otoñal, que en este caso justamente, es el clima ideal para la propuesta. Y es viernes, y así lo destaca el propio cantante antes del archi ovacionado hit “Friday I’m in love”, el cual suena por primera vez en vivo en nuestro país. Del mismo álbum Wish (1992), suena también “From the edge of the deep green sea” y es de lo mejor de la noche en una descuajada versión donde las guitarras toman todo el protagonismo.
 
Dos horas tuvieron que pasar para que la banda descanse al menos unos segundos, luego de “Disintegration”. Allí todo se hace más penetrante cuando suenan “The kiss”  e “If only tonight we could sleep”, clásicos de Kiss Me, Kiss me, Kiss me (1987), que preceden a ese temazo que es “High”, y que sirve como cierre ideal de una trilogía tan exquisita como perfecta. Eso sí, el cronómetro ya marcaba dos horas y media de show, y muchos espectadores comenzaron a retirarse, seguramente luego de haber dudado un par de veces acerca de si esperaban o no a que suene “Boys don’t cry” para irse. 
 
Pero claro, sobran las herramientas para hacer quedarse un rato más a los indecisos: las mil y una caras de The Cure no estarían todas sin su parte ochentosa más bailable, que aparece al final de la mano de “Dressing up”, “The lovecats”, “Close to me”, “Hot hot hot!!!” o “Let‘s go to bed”. Y sí, tenía que llegar el momento del máximo himno mencionado anteriormente, con ovación total pero no tan agitado, tal vez por el cansancio de ya tres horas de concierto. El final se completaría con dos temas más de los grabados en aquel fundamental 1979: “10:15 saturday night” (de The Tree Imaginary Boys) y el primer sencillo de la banda “Killing an arab”.
 
Las más de tres horas de show dejaron a los más fanáticos satisfechos y obligaron a perdonar tanta espera. Aquellos que cayeron por el simple hecho de tener que ir a este tipo de recitales (como U2, Waters, etc.) seguramente no la hayan pasado tan genial como los primeros. Los británicos no vinieron para cumplir, sino para demostrar por qué forman parte de una gran banda mundial de 37 años de vida.
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