Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Peter Gabriel

El mundo secreto de un genio

Cronista: Pablo Andisco | Fotos: Gentileza: Prensa

22 de Marzo, 2009

El mundo secreto de un genio

Peter Gabriel se reencontró con el público argentino y en un inolvidable show de más de dos horas dejó en claro por qué es uno de los artistas contemporáneos más importantes.

Dieciséis años habían pasado de la última actuación de Peter Gabriel en el mismo escenario de Velez y en el marco del Secret World Tour. En 1988 la histórica gira de Amnesty “Human Rights Now” lo había acercado por primera vez a Buenos Aires y también hasta Mendoza, para el público chileno en tiempos pinochetistas. Pero la relación con sus fanáticos argentinos había nacido mucho antes, durante los 70, y debido a su presencia al frente de Genesis, una de las bandas preferidas por los adolescentes de ese entonces. A muchos de ellos se los vio el domingo, algunos con sus hijos; y junto a una minoría de jóvenes que reconoce el talento del británico, completaron una asistencia casi perfecta al estadio del barrio de Liniers.

En el marco de su gira “Small place”, Gabriel organizó el concierto exclusivamente en torno a su material solista y a una puesta de escena y de luces acorde a su magnitud como artista, aunque con ciertos toques minimalistas en comparación con otros espectáculos. Ocho pantallas rectangulares colgaban del fondo del escenario, y por momentos se hacían una sola para ilustrar cada uno de los momentos del show. El comienzo fue con “Zaar”, a pura percusión, y donde David Lynch empezó a mostrar su notable performance como baterista, pegada a la densidad de “The rhythm of the heat”, como para calentar los motores que arrancaron definitivamente con “On the air”, y los primeros coros de las 35 mil personas.

En “Intruder” las luces rojas asumieron como protagonistas y en la bellísima “Blood of Eden” la parte original de Sinead O’Connor la hizo propia la corista Melanie Gabriel (sí, la hija de Peter), encargada también de la percusión. Y luego de “Games without frontiers” y “No self-control” la chica volvió a tomar protagonismo para hacerse cargo de la voz líder en“Mother of violence” ante un estadio en atento silencio, y demostrando muchas más virtudes que la de ser la hija del jefe.

A esta altura resultaría una obviedad destacar el nivel de los músicos que acompañaron al británico, quienes demostraron además de su talento una química especial, algo que no ocurre con los sesionistas que en muchos casos acompañan a estrellas de este tipo. El exquisito bajista Tony Levin, compañero de ruta desde el primer viaje solista, dio una clase gratuita que incluyó stick y contrabajo. Entre los guitarristas se destacó David Rhodes, con más de 25 años al lado de Gabriel bien secundado por Richard Evans. Y los sutiles teclados que aportó Angie Pollack completaron una banda sin fisuras.  

Por su parte, el ex Genesis demostró que su inconfundible voz envejece como los vinos. Casi todas las canciones estuvieron precedidas por palabras entre didácticas y arqueológicas sobre el surgimiento de las mismas y, sumado esto a las proyecciones y los juegos de luces, constituían cada una un concepto en sí misma. Ayudado por textos impresos y en un castellano entusiasta, contó historias  como la de los miedos de la infancia antes de “Darkness”, en la que la banda mostró sus uñas para el rock industrial; y la del portero de un hotel en Estados Unidos, entre chamánica y guerrera, que inspiró a “San Jacinto”, para bajar un poco los decibeles.
“Secret world” partió en dos al concierto, ya que el público adquirió un rol mucho más activo a medida que se acercaban los temas que más conocidos y bailables. Después de la impecable presentación de la banda, con palabras especiales de Peter para cada uno de sus músicos, el autógrafo de éstos en las minipantallas y una espectacular ovación para Tony Levin, llegó la entrañable “Solsbury Hill”, el primer éxito solista de Gabriel con los coros de todo el estadio aún después de finalizado. Y pegadita vino Sledgehammer, anticipada por la gente desde los primeros beats de la percusión. Luego de “Signal to noise” llegó “In your eyes” y el paso de baile de Gabriel, Rhodes y Levin, como una travesura de tres viejos amigos, y el bajista se animó a poner su voz cavernosa para acompañar los coros de la multitud.

A diferencia de lo que suele ocurrir en los grandes conciertos, en este caso los bises fueron dominados por la emoción y el respeto más que por un clima festivo. La serie fue iniciada por “Red rain”, siguió con “Father, son”, con imágenes del padre del ex Genesis en las pantallas, para terminar con el himno “Biko”, en la que Gabriel decidió regalarle el final a su público, con el baterista marcando el compás y la gente cantando el estribillo que recuerda al activista sudafricano asesinado en tiempos del Apartheid. 

Junto a músicos de primer nivel, Peter Gabriel paseó una vez más todo su talento por suelo argentino y con la belleza de sus canciones ejecutadas por músicos de primer nivel nos regaló un concierto de antología.

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