Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Algo Raro Pasa

Raras canciones Nuevas

Cronista: Gentileza: Emmanuel Lorenzo | Fotos: Beto Landoni

01 de Septiembre, 2007

Raras canciones Nuevas

El Condado fue testigo de la esperada presentación del primer disco de  Algo raro pasa. El Bondi estacionó sobre Niceto Vega y presenció una noche que no será fácil de olvidar.

Después de un año de arduo y constante trabajo, y de la mano de la encomiable producción artística de Pablo Sbaraglia, actual tecladista del Indio Solari, la banda oriunda de Villa Real sacó a la venta su primer trabajo discográfico: Acá estamos... para quedarnos. 

El privilegiado lugar elegido para presentar a los aficionados su primer fruto no fue nada menos que El Condado. A pesar de que el grupo no acostumbra a llevar más de 250 personas en cada uno de sus recitales, esta vez, seguramente por tratarse de una ocasión especial, logró casi duplicar esa cifra: mayoría de caras jóvenes en busca de un sonido que los represente. Un verdadero acierto ya que, después de la auspiciosa noche, muchos se unirán de forma permanente al incansable séquito de la banda.

Pasada hora y media del horario estipulado, cuando el salón se baño en tinieblas, nítidas y tenues luces iluminaron el escenario. Éste, cargado de  una colorida decoración y escenografía, le permitió ver a la impaciente multitud un breve, pero original, y destacable acto teatral: dos chicas maniataban a un títere que intentaban dilucidar qué género musical les gustaba más.

Resonaron los platillos, se hizo la luz y el batallón de instrumentos (batería, timbales, teclados y sintetizadores, bajo, dos guitarras, saxo tenor y trompeta) que componen el grupo ya estaba en el escenario. El único antídoto para la ansiedad del público: un plato bien arriba. Y sí, fue. Acá estamos comenzó a sonar. La canción emblema del disco
se destaca por  su sugestiva letra y el oportuno apoyo de los teclados. En consonancia con el mismo estilo (ska y candombe), y en alusión a un claro repudio al sistema y al estereotipo, se presentó Tic Tac. Los vientos (Alejo Van der Pahlen saxo tenor, Erwin Stutz trompeta) rápidamente se hicieron dueños del escenario, llegando a su cumbre en un incisivo y dinámico solo de saxo que el ritmo pedía a gritos. Corrieron Buscando el veneno, con una progresiva intro en los teclados a cargo de Sbaraglia; y No se, un rock liviano que se caracterizó por un extenso y agudo solo en las seis cuerdas (primera guitarra Leandro Iglesias).

Los primeros indicios del material debutante ya habían sido enseñados. Mariano Ferrari (voz) hizo eco en la multitud y agradeció la inesperada convocatoria. Luces semi encendidas, una vez más, y un binomio de baladitas románticas para amenizar el ambiente. Primero Reconozco, que  retrata un idilio que no prospera por las falencias superficiales del enamorado; y Sólo segundos, el otro. A ésta última, Ferrari la definiría como “la más lenta del material”, y no se equivocaría. En total antagonismo fueron las dos muestras siguientes. El rock demostró que también tiene fuerte llegada en el genio de la banda y se reflejó en Rompe las cadenas, llevado por la continua participación de los vientos;. 

Un breve receso de 10 minutos fue la antesala para la sección acústica del recital. Sobre las tablas, una guitarra criolla  y una semi-acústica, un cajón peruano,  el bajo, y los encendidos timbales de Gustavo Piru; como resultado,  Anochecer. Subieron los vientos, la criolla se cambió por un charango y todo listo para Llegando voy, una chacarera muy bien llevada a partir de coros y vientos que no vaciló en impulsar a la gente a las palmas. Aún acústica, pero como presagio de lo que vendría, pasó Cuando yo te ví. Con más pisada que sus antecesoras, tal vez producto de la intromisión de una eléctrica, de un llamativa intro de melódica y el saxo, la última canción del “acusticón” demostró fuego, pero también algunas imperfecciones de complementación y volúmenes.

Formación original otra vez y se lanzó Tire y afloje. El ska, perteneciente al nuevo trabajo, tiene buen potencial, aunque da a ratos cae en lapsos de monotonía que son “salvados” por las fugaces destellos de los vientos. La siguió, con un ritmo más enérgico y movido, Laberinto, que posee una letra simple pero de fuerte connotación. Se debía cortar la línea del show y nada mejor que un par de invitados para lograrlo. Así fue como Gente que no fue interpretada por dos amigos: “Poche” (bajo) y el “Moicano” (batería). El reggae se hizo candombe y la algarabía sobre el escenario no tardó en contagiar al público. El chocante ritmo del charango de Diego Bartolazzi (bajo) y de los vientos suscitaron, por momentos, atisbos de desprolijidad: un módico precio a pagar a expensas de tal jolgorio.

No quiero verte llorar, iba a ser la última, pero no lo fue. Al deslucido cierre de armónica que caracterizó a ésta, le siguieron Mr. Bobby, un reggae de buen nivel; Atado a tu nube, una nueva baladita que, a raíz del teclado de Sbaraglia, las palmas y el coreado propuesto por los chicos y acuñado por la gente, supo transmitir sentidas emociones. La medianoche ya reinaba en los relojes pero nadie pretendía ni deseaba irse. El cierre debía ser categórico y merecedor de tal galardón. Risas que funden acero, un rock con apreciables dejos de ska (timbales) propició un revuelo generalizado en el ambiente y cerró, del mejor modo posible, una noche que no será fácil de olvidar.

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