Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
Seguinos en

Soufly

And the winner is…

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos: Beto Landoni

20 de Abril, 2007

And the winner is…

Mientras lo que queda de Sepultura sobrevive agónicamente, Soulfly sigue con paso firme. Un disco sobresaliente y el concierto del viernes en Obras así lo demuestran.

En general, cuando uno se acerca a las inmediaciones de un estadio en el que se está por realizar un show, se puede dilucidar fácilmente “una misma onda de gente”. Sin embargo, el viernes por la noche, en Obras, la cosa no era tan así. Tal vez para el tipo que vive sobre Avenida del Libertador “eran todos tipos vestidos de negro”, pero lo cierto es que la presencia de Max Cavalera logró atraer a personajes casi antagónicos dentro de la música pesada.

Es verdad, tocaba Soulfly, pero la composición del público bien podría analizarse más profundamente. Una buena parte, por supuesto, estaba allí sin dudas por la banda que figuraba en el cartel, más caracterizados con los pantalones anchos, camperas de Adidas y la onda del nü-metal. Por otro lado, los viejos fans de Sepultura, a los que los deschaban no solamente las remeras sino en algunos casos la edad, y un tercer grupo más particular, fieles adeptos a la figura de Max Cavalera, que si mañana se le ocurre tocar tango seguramente lo irán a ver igual, porque la actitud del tipo ahí arriba es, cuanto menos, cautivante.

Esto incluso pudo comprobarse en la antesala, cuando el estadio parecía dividirse entre los que aprobaban y los que miraban con malos ojos la presentación de Horcas. Aplausos o miradas austeras aparte, según corresponda, la banda del gordo Meza logró dejar atrás el mal recuerdo de la apertura junto a Slayer, en octubre pasado, y redondearon un set contundente, fiel al progreso que vienen mostrando en los últimos años. Mención especial para Walter que, tras agradecer a Soulfly, pidió “bien fuerte, para que escuche Max desde los camarines, que se vuelva a juntar Sepultura". Vaya desde aquí el apoyo a la moción de Meza.

Con una puntualidad tan exacerbada hizo que varios se perdieran los primeros temas, a las 21 clavadas Soulfly irrumpió con “Babylon” y el hasta allí semipoblado campo de Obras se convirtió en una especie de marea humana. Después del cambio de instrumentos (algo poco habitual de hacer inmediatamente después del primer tema, pero justificado por las diferentes afinaciones que utiliza la banda), y tras los coreados “Prophecy” y “Living Sacrifice”, llegó la primera sorpresa de la noche, que convertiría a Obras en un único grito: “Roots Bloody Roots”.

El setlist fue más que equilibrado. Apenas cinco temas alcanzaron para mostrar lo agresivo y sobresaliente de “The Dark Ages” (2006), último disco de la banda, como para dejar en claro que vale la pena integrarlo a la discoteca, pero sin cansar a los que todavía no lo escucharon. Los nostalgiosos fanáticos de la vieja escuela sepulturesca tuvieron también su momento, con “Refuse/Resist” y “Inner Self”. Entre medio pasaban, de a tres o cuatro, los temas que tenían que estar sí o sí. El frenético “Jumpdafuckup” (pegado a “Bring It”), “Breed” con participación del hijo de Max, o una suerte de popurrí que intercaló “LOTM” con “Porrada” antes del solo de batería.

Si de solos hablamos, sin dudas la labor del amigo Marc Rizzo en las seis cuerdas merece una mención. El ex violero de Ill Niño (aunque aquí no trajo su característica mochilita) sobresale por la combinación de factores que en él conviven. Por un lado, para ser guitarrista de la escuela nü metal, que abunda en riffs pero de escalas bien gracias, cuenta con un nivel de técnica y virtuosismo poco común en el ambiente. Como contrapunto, el muchacho tiene una energía y actitud sobre las tablas que sin dudas es herencia del metal moderno, y que pocas veces se ve en violeros con gran capacidad instrumental.

Para el final, la seguidilla de “Back to the Primitive”, “The Song Remains Insane”, “Prophet”, “No” y el clásico “Eye For An Eye” dejó en claro que Soulfly se desprendió hace tiempo de la sombra de Sepultura.

Sin embargo, y por más intenso que haya sido el concierto, hay que decir que ochenta minutos de música es demasiado poco, más aún cuando el público deposito setenta pesos, quien más quien menos, para poder estar ahí. La tasa de casi un peso por minuto de show cosechó silbidos en cuanto se prendieron las luces y es más que entendible ¿Tanto costaba hacer dos o tres temas más?

TODAS LAS FOTOS

LEER MÁS

NOTICIAS BREVES


No hay resultados para esta sección.

Intagram @revistaelbondi