Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Nagual

El nacimiento del niño rock

Cronista: Gentileza: Sebastián Barrera | Fotos: Beto Landoni

21 de Abril, 2007

El nacimiento del niño rock

Nagual tocó en El Verdi de la Boca para presentar Guerrero, su último trabajo editado. La banda de Mataderos sigue creciendo y afianzándose como posible candidato a ocupar el trono de un mercado pobre y aburrido.

Algo está creciendo en Buenos Aires, algo que todavía no sabemos dónde terminará, pero que sólo necesita un par de años, varias presentaciones más y uno o dos discos para consolidarse masivamente.

Se siente, se huele, se sabe. Hace mucho no pasaban estas cosas: es el comienzo de algo grande, algo todavía sin forma, pero que va a generar movimiento. La gente lo empieza a entender y sabe que la cosa es seria, que tiene sonido, melodías y una voz que los puede llevar lejos.

Quizás sea muy fácil (o muy difícil) tocar puertas con billetes en la mano implorando un futuro hit en las radios masivas a pesar de las bazofias musicales que presenten, pero a la gente les gusta igual, porque los obligaron, porque se los repitieron hasta el cansancio o porque son pelotudos.

Nagual comienza como todos, como debe ser: en el under, al igual que Sumo, Los Redondos o Las Pelotas. El público es el mismo: las mismas caras se saludan con otras. No hay nombres ni números de documentos, son ellos mirando una banda nueva con ganas de despertar oídos demostrando que ellos hacen rock y un montón de cosas más.

Son oscuros y potentes, las guitarras suenan fuerte pero presentan melodías interesantes y cantitos de cancha como toda banda masiva argentina de los últimos veinte años. Sus letras son urbanas y coinciden con las historias de cada uno de los que los mira desde abajo, con la mano alzada, gritando, casi rezando.

Podrá no gustar, pero los temas están y el público va creciendo, convirtiéndose en algo casi obvio en un mercado vacío en calidad y pocos sonidos interesantes entre tanto rock canchero dando vueltas por ahí. En vivo se hacen escuchar con temas como “Sueños de papel”, donde las rondas nacen y terminan en explosión.

En el fondo las cervezas salen una detrás de la otra. La gente canta mientras paga con un billete de cinco la botella de litro. “La estación” despierta a todos y Ciriaco Viera los deja cantar en ese coro que tanto gusta. Gritan contentos un futuro himno.

El “yo estuve ahí” es un clásico bien argentino, y los trescientos que estuvieron en la presentación del nuevo disco Guerrero, podrán inflarse el pecho y decirlo en cualquier sobremesa allá por el 2020. Temas como “Mis Aliados” o “Maktur” se cantan con los brazos abiertos y con una sonrisa en la boca.

Rock, por momentos reggae, por momentos mucha percusión, por momentos una trompeta. Nagual tiene fuerza y sabe fusionar todo sin equivocarse y mucho menos molestar, como en “El negro”: otra conocida y tan querida ideal para despertar almas dormidas. En el fondo fuman, adelante se divierten. Las cervezas se convidan y las tucas no se tiran.

“Voces” es un tema nuevo, pero ya nada parece un estreno entre su público. Los músicos agradecen, escuchan los aplausos y leen próximas fechas de bandas amigas con los panfletos que les van pasando. Como una gran familia, se cuidan entre todos, intentando que alguno despegue y de el gran salto final hacia el peligroso mainstream.

“Niños” tiene guitarras fuertes y buenos solos, ideal para ir cerrando otro capítulo en los comienzos de Nagual, de cuando “todavía tocaban en el under local” y “no se vendían por nada  del mundo”. La gente sale contenta y satisfecha de tanto sonido junto y de vivir una fiesta que hace mucho no se vive en los escenarios porteños.

Ante esa intensa necesidad de nuevos ídolos, surgen mentiras marketineras que pasarán al olvido en un par de años. Pero con Nagual pasa algo y se siente en el aire, en la gente y en sus canciones. Algo grande, algo importante, algo sin títulos ni sobrenombres. Ellos esperan tranquilos sabiendo que ya van a triunfar.

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